La llamada inserción en el mundo. Los diseños económicos para minorías. La próxima reunión de la OMC. Mauricio Macri y las corporaciones. Jaime Durán Barba. Todos en un mismo barro revolcados, para una Argentina en el mundo del capitalismo dependiente de última generación. Si los palabrófagos se imponen, las multitudes vivirán largo tiempo entre penumbras.
Por Cecilia Valdéz / La experiencia macrista no es un capricho de un grupo de amigos del Cardenal Newman. El llamado círculo rojo existe, sí: alcanzó la Presidencia, hoy en día ocupa la plana de los ministerios del gobierno nacional y acumuló, según la última presentación de declaraciones juradas, una fortuna de alrededor de $700 millones. Se destacan el ¿ex? CEO de Shell y actual ministro de Energía, Juan José Arangueren, con $100 millones en su poder, y el titular de Hacienda, Nicolás Dujovne, con $97 millones (varios de ellos en el exterior).
Ahora bien, hay también un círculo que opera en las sombras, que podríamos denominar círculo negro y que incluye a representantes de intereses económicos (empresarios nacionales y multinacionales, hombres de negocios, lobos de Wall Street) y políticos (representantes de las grandes potencias, entre ellas por supuesto Estados Unidos). Tal y como advierte el periodista Aram Aharonian en una nota recientemente publicada en Other News, el “regreso de la Argentina al mundo”, que fue una de las promesas de campaña del Presidente, significa seguir a Estados Unidos en sus guerras de baja intensidad y acompañar a Europa en lo referente a tratados del libre comercio.
¿Ejemplos del poder de acción del círculo negro? En cuanto a lo político, La fuerte presión de Argentina en el Mercosur para expulsar a Venezuela y su insistente campaña desestabilizadora contra ese país o el posible nombramiento del “abogado offshore”, Martpin Litwak, como embajador ante los Estados Unidos. En cuanto a lo económico, un fuerte endeudamiento (que llega a los cien años), reuniones con Trump, presencia en el G20, un reciente acuerdo con el ministro de Economía británico, Philip Hammond, para reforzar el comercio, sólo por enumerar algunas de las acciones que al interior se manifiestan con tarifazos, cierre de pequeñas y medianas empresas en demasía y grandes beneficios para las más grandes y despidos por doquier, algo así como la típica receta del FMI.
En este escenario, no es de extrañar que la próxima reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) vaya a tener lugar en Buenos Aires el próximo mes de diciembre, concediéndosele así el pedido realizado por Argentina el pasado julio. Durante el encuentro, ministros de los 164 miembros de la entidad multilateral buscarán avanzar con la llamada Ronda de Doha, que debe definir nuevas reglas del intercambio global y ahondar aún más en su liberalización. Las temáticas rondarán alrededor de los subsidios agrícolas (aunque difícilmente se llegue a un acuerdo, puesto que los países ricos se niegan), acceso a mercados de bienes no agrícolas y servicios, propiedad intelectual, compras gubernamentales, seguridad alimentaria, indicaciones geográficas o medio ambiente, energía, comercio electrónico, ampliación de cuestiones de inversión, reglas de inversión en temas de comercio, pymes y bienes ambientales, entre otros.
La cuestión del comercio eléctrico llama poderosamente la atención. Según la periodista Sally Burch, en una nota publicada en el mes de julio en Página12, se trata de una nueva forma de colonización, cuya “meta principal, que vienen planteando los países del Norte en el marco de la OMC, es lograr un acuerdo para iniciar negociaciones sobre el e-commerce, a pesar de ser un área en la cual la mayoría de países del Sur aún no están en condiciones de competir.
“Es un hecho que hoy el comercio en bienes y servicios digitales está remplazando, aceleradamente, el comercio en bienes y servicios físicos”, advierte Burch y agrega: “El problema es que las potencias mundiales tienen un desarrollo mucho mayor en productos y servicios digitales; y quieren asegurar su acceso a todos los países del mundo, no solo para la venta libre, sin aranceles ni restricciones, sino también para poder extraer sin trabas los datos generados por estos servicios. Y es que los datos en masa (“big data”) constituyen la materia prima de la nueva economía digital: alimentan los algoritmos y la inteligencia artificial, conformando una especie de “cerebro social” que permite controlar los más diversos sectores. No es que sea malo en sí desarrollar el comercio electrónico, es más, su avance es sin duda imparable.
Más bien el problema radica justamente en el hecho de que el comercio electrónico es controlado en un alto porcentaje por un puñado de empresas transnacionales (principalmente 4 ó 5 de Silicon Valley, Estados Unidos), y son estas empresas las que están empujando para que se establezcan reglas vinculantes en la OMC que les favorezcan y les permitan aumentar aún más su control monopólico del mercado”.
Entre las principales propuestas que plantean los países desarrollados se incluyen la prohibición total de tarifas aduaneras a los productos digitales y principios de no discriminación; ninguna restricción a los flujos transfronterizos de datos; y ninguna obligación de almacenar datos en servidores locales; la prohibición de regulaciones que obliguen a las empresas a transferir tecnología, procesos de producción u otra información propietaria; ninguna obligación para una empresa de utilizar tecnología local en lugar de la tecnología que ella prefiere y la prohibición de introducir nuevas regulaciones al e-commerce, más allá de las ya existentes en la OMC para los servicios y bienes físicos.
“Estas cláusulas son muy problemáticas para países que aún no tienen desarrollado su capacidad tecnológica. Por ejemplo, significarían que no se podrá discriminar a favor de proveedores locales, ni aplicar tarifas para beneficiar la producción local. Varios países quieren introducir la obligación de almacenamiento local de datos, sea para cuestiones de soberanía y seguridad o para evitar la entrega gratuita de los datos, que son una fuente de valor en la economía digital”, explica la periodista.
Que el debate sobre el comercio electrónico vaya a darse en Argentina no es casual, como nada en el mundo de la política. De hecho, el macrismo se ha caracterizado por su apoyo ferviente apoyo a la modernización, llegando a crear un ministerio que conduce Andrés Ibarra y lanzando el “Compromiso Federal para la Modernización del Estado”, estructurado en cinco ejes: Plan de Tecnología y Gobierno Digital; Gestión Integral de los Recursos Humanos, Gestión por Resultados y Compromisos Públicos: Gobierno Abierto e Innovación Pública y Estrategia País Digital. Básicamente, esta tecnocracia duranbarbista es la conversión de la administración pública en una administración empresarial que se rige por logros y resultados, que deshumaniza, y que contribuye a correar al Estado de su rol intervencionista.
Según Aharonian, “además de apropiarse del Estado para beneficio de las corporaciones concentradas, el macrismo quiere a éste fuera de la economía, limita al máximo sus funciones de contralor, aunque aumentó el organigrama a 22 ministerios, 87 secretarías, 207 subsecretarías, 687 direcciones nacionales y generales, 122 institutos y organismos descentralizados. Todo esto significa un total récord de 1125 unidades administrativas, para incorporar centenares de puestos gerenciales, proceso que dejó sin trabajo a dos decenas de miles de trabajadores, de los 115 mil que se encuentran “bajo análisis”, los 36.409 contratados, los más de 21 mil “jubilables” o las víctimas de las policíacas “auditorias de asistencia”. Esta tendencia se agravará a partir de noviembre, una vez concluidas las elecciones de medio término y en función del plan de ajuste que diseña el presidente con la colaboración del equipo de su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.”
Asimismo, no hay que perder de vista la reforma laboral en la que, se sabe, trabaja el equipo de Cambiemos para implementar tras las elecciones de medio término. Según el diario Perfil, se trata de un acuerdo de 32 páginas que prevé un fuerte ajuste en los costos de operación en los yacimientos no convencionales, tanto los de Vaca Muerta (shale gas y shale oil) como los de tight gas (de arenas compactas). En los hechos, se eliminarán o reducirán remuneraciones adicionales que cobran los operarios petroleros y se reestructurarán formaciones operativas en pos de ganar eficiencia (se prevé una baja de las dotaciones de personal para equipos de perforación y completación de pozos). En el futuro inmediato, la iniciativa implicará un recorte del personal empleado por la industria y un ajuste de los salarios, y por supuesto, un sinfín de billetes para los grandes inversores.
Queda claro que el gobierno busca la reinserción de Argentina en el mundo de los negocios. El método duranbarbista al que se apela tiene que ver con la falacia de la “modernización”, toda vez que, para alcanzar los resultados deseados, apunta a la expropiación de la palabra, que es más que el poder mediático en manos de operadores concentrados sino que remite a una dialéctica de dominio y de control social y cultural por parte del bloque de poder que lleve a las multitudes a expresarse como sus opresores; lo que el colega y académico de la UNLP Víctor Ego Ducrot denominó en un artículo recientemente publicado por esta agencia, fenómenos de palabrofagia: si te manifestas como tu enemigo, tu enemigo ya venció.