En una rigurosa investigación de los documentos militares y de inteligencia estadounidense obtenida bajo la Ley de Libertad de Información Tom Secker y Matthew Alford revelan la vasta escala de control del gobierno de los Estados Unidos en Hollywood. El libro Seguridad Nacional del cine. La perturbadora nueva evidencia del control gubernamental en Hollywood de Secker y Alford incluye la capacidad de censura, manipulación y producción de guiones en estricta correspondencia con los objetivos de la Estrategia de Seguridad y Defensa de los Estados Unidos.
Por Miguel Ángel Contreras Natera (*) / La liberal, creativa y autónoma industria del entretenimiento que tiene su centro productor más importante en Hollywood revela su lado oculto en la producción, configuración y manipulación de realidades globales. Este hallazgo plantea interrogantes fundamentales sobre viejos temas de la industria del entretenimiento en tanto máquina de guerra del Pentágono. La relación entre cine, televisión y política reúne tres señales distintivas de la materialidad de la cultura en cuanto vincula la producción estética, las innovaciones tecnológicas y la institución social. Y es esta relación donde se sintetizan las verdades secretas en cuanto síntoma de lo que Jean Paul Sartre habría llamado la neurosis objetiva.
El flujo total sin interrupción de contenidos que tiene como operadores anafóricos al cine, la televisión, el ordenador y el teléfono condena a la obsolescencia, la distancia crítica. En términos de Greg Lukács, la objetualización del mundo bloquea su propia teorización al convertirse en teoría por derecho propio.
La estrategia mediática contra el aburrimiento como patología urbana de la modernidad supone enfrentar las situaciones de parálisis de las audiencias mediante la espectacularización de la vida en un flujo sin fin de anuncios, contenidos y situaciones. El tiempo se compartimenta en ciclos cortos donde la experiencia humana se reduce a las pequeñas historias de los video-clips, las propagandas y los tweets que condensan con toda su sobrecarga informativa la característica medular del capitalismo cognitivo. Este desafío crítico supone movilizar los instrumentos conceptuales para asimilar la ampliación imperialista de está triada cultural.
Entre los notables hallazgos del libro de Tom Secker y Matthew Alford tenemos la participación directa del gobierno de los Estados Unidos en la reescritura de guiones, la producción cinematográfica y televisiva y la censura de películas críticas en los últimos veinte años ([1]). Posiblemente, las películas Wag the dog de Robert De Niro y Dustin Hoffman y Burworth de Warren Beatty sean por su realismo los acercamientos más precisos sobre la relación entre política y cine en la contemporaneidad reciente. La película de Stanley Kubrick Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb con Peter Sellers y George C Scott denunciaba la presencia del complejo militar en la política desde una irónica parodia acerca de la destrucción mutua garantizada. Inclusive, el cine político de la década de los setenta apunta a visibilizar esta relación sin problematizar la presencia de los servicios de inteligencia como garantes del espacio de lo pensable en las grandes producciones cinematográficas. Indudablemente, el espacio de lo pensable en tanto construcción de grandes problemáticas humanas se encuentra transversalizado por las verdades secretas de la neurosis objetiva del Pentágono desde la Segunda Posguerra. Las persecuciones del macartismo ejemplificadas en Guilty by Suspicion de Robert De Niro y Anette Bening muestran la presencia de las llamadas listas negras que se convirtieron en la cacería de brujas más famosas de la cinematografía del siglo XX. Esta presencia-ausencia de los servicios secretos en Hollywood es una tarea pendiente del pensamiento crítico en su deconstrucción de esta triada cultural. Los trabajos de Guy Debord, Fredric Jameson y Slavoj Zizek representan la arquitectura teórico-epistemológica para iniciar la demolición de la sociedad administrada como la teorizó tempranamente Theodor Adorno.
Al observar, desde una mirada rasante los deslizamientos políticos producidos en la década de los setenta, películas como Fiebre del Sábado por la Noche y la Guerra de las Galaxias se convirtieron en iconos vanguardistas de una generación de jóvenes en el mundo al construir una nueva sensibilidad epocal. En la primera encontramos un desplazamiento en los valores de la juventud obrera hacia los temas del baile, la discoteca y el fin de semana en contraste con los grandes temas de la juventud de los sesenta como la lucha contra la Guerra de Vietnam, por los derechos civiles y por transformar el mundo.
La política como espacio de resistencia, contra-hegemonía y emancipación cede ante los temas de la frivolidad, la estética del sí mismo y la mirada cortoplacista. Un desplazamiento de la utopía al equipamiento tipo del neoliberalismo posmoderno. En la segunda tenemos la emergencia del debate sobre el multiculturalismo en el contexto de la emergencia unipolar del mundo con su lenguaje sobre el Imperio, las verdades atávicas y el derecho natural. Más allá de la escenografía que implicó la introducción de los efectos especiales en el cine la historia se mueve en las coordenadas de las luchas entre el bien y el mal.
El realismo político configura las grandes búsquedas intergalácticas desplazando los temas de los enemigos hacia nuevos horizontes en cuanto nuevas fronteras en un lenguaje transido por el cálculo racional. Una condensación conceptual, audiovisual y simbólica anticipatoria del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano que se convirtió en la nueva agenda política de los Estados Unidos en el siglo XXI. Por un lado, la política del sí mismo que anunciaba Fiebre del Sábado por la Noche se ha profundizado con la sensibilidad neoliberal, meritocrática y posmoderna, por el otro, los debates sobre el multiculturalismo que presentaba la Guerra de las Galaxias nos conducen a una ética estrictamente comprometida con un nuevo refugio narcisista en clave imperial.
Las películas del género de espionaje con sus iconos centrales representan con más claridad el lenguaje de la geopolítica global con sus nuevas problemáticas. Figuras como James Bond (Ian Fleming) y Jack Ryan (Tom Clancy) se convierten en franquicias en tanto logran presentar las peligrosas fronteras que se entretejen entre los servicios secretos, los destinos del género humano y el mundo libre. El debate sobre las crisis financieras es representado por James Bond y Jack Ryan respectivamente en Golden Eye y Código Sombra como una trama que tiene como contexto de fondo la guerra de divisas, los centros financieros globales y los centros de producción de conocimiento de la globalización financiera. No es casual que la City de Londres y la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) sean parte del decorado fundamental de las películas de espionaje. Al mismo tiempo que se presenta al dólar constantemente amenazado por los sindicatos y el terrorismo como la moneda de la paz global. Los nuevos agentes del terrorismo incluyen a rusos, árabes y chinos.
En la película En la Caza del Octubre Rojo inspirada en el libro de Tom Clancy tiene mayores conflictos dramáticos en tanto logra presentar la posibilidad del conflicto nuclear en el marco de la decisión de desertar de un alto oficial soviético a los Estados Unidos a bordo del submarino nuclear más letal jamás creado. La deserción, el honor, la paz y el conocimiento sirven como pretexto para la aparición del nuevo héroe estadounidense. Un héroe del capitalismo cognitivo que anunciará en la década de los setenta el sociólogo estadounidense Daniel Bell con la idea de la información como la matriz fundamental de la nueva época. Jack Ryan compite con James Bond en el género de espionaje. Pero, sobre todo, las películas Skyfall y Spectre de la franquicia de James Bond representan las mutaciones globales del capitalismo cognitivo. En la primera película la trama se centra en la criptografía de las grandes computadoras que incluye las finanzas, la política y los servicios secretos como los nuevos derroteros del conflicto geopolítico global. En la segunda la agenda del servicio secreto es adentrarse en las sociedades secretas al servicio de intereses ajenos al mundo libre.
La presencia ausencia del Pentágono se manifiesta en películas tan disimiles como Contacto, Jurassic Park, El Día de la Independencia y Hulk, entre otras para conjurar los elementos subversivos incluidos en los guiones. La necesidad de privilegiar una mirada benevolente de los militares, los servicios secretos y el gobierno es una de las tantas tareas del Departamento de Defensa en enlace con Hollywood, que transfiere a la ciudadanía, al pueblo, a la gente común, el camino destructivo del capitalismo histórico como si fuera un informe del Banco Mundial. La realidad de los bombardeos a poblaciones civiles, los múltiples crímenes de guerra, la instrumentalización de la muerte quedan excluidos de los guiones, tramas y narrativas sobre la inmigración forzada, el tráfico de personas, la destrucción de naciones enteras. Las facticidades de los daños colaterales que invaden con sus consecuencias el mundo global no tienen espacio de representación en la industria del entretenimiento. Y obviamente, no puede tenerlo si la benevolencia de las actuaciones de los Estados Unidos en las guerras destructivas que ha instrumentado en las últimas décadas ha sido el elemento ausente.
En realidad, esta censura blanda, construye nuevos derroteros para los servicios secretos en correspondencia con una agenda global que determina quienes son los enemigos, la irracionalidad de sus conductas, su presencia deshumanizada que destruye el sentido de la sociedad decente. La triada cultural construye realidades soportadas sobre miradas corporativas que precisan de las riquezas de un territorio determinado.
La estrecha interrelación que establecen Secker y Alford sobre los objetivos del Pentágono en cuanto directriz geopolítica con los contenidos de películas, series, anuncios, publicidades no podemos soslayarla cuando pensamos la crisis política, económica y social de Venezuela. Sobre todo, por la capacidad de dotar de una narrativa democrática las expresiones de odio, los deseos de venganza y el racismo en una trama que tiene como resultado práctico el Golpe de Estado. El debate sobre la posverdad encuentra nuevos asideros en los constructores de mundos, universos y cosmovisiones con esta rigurosa investigación de Secker y Alford. La capacidad imaginativa estrictamente limitada por los arquitectos de la imaginación representa el imperativo a deconstruir críticamente en tanto plantea una subversión de nuestra forma de pensar el mundo.
(*) Texto tomado de Alai. El doctor Miguel Ángel Contreras Natera, es Profesor Agregado del Departamento de Teoría Social, Escuela de Sociología, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales FACES, Universidad Central de Venezuela.