A principios de octubre de 2016, Misbah Abu Sbeih dejó en casa a su mujer y a sus cinco hijos y se dirigió a una comisaría israelí en el Jerusalén Este. Al jerosolimitano de 39 años le habían citado para que se entregara y cumpliera un período de cuatro meses en prisión tras unas falsas acusaciones alegando “haber intentado golpear a un soldado israelí”.
Por Ramzy Baroud (*) / Misbah está familiarizado con las prisiones israelíes, donde ha estado antes detenido por varios cargos políticos, incluyendo un intento de introducirse a rezar en la mezquita de Al-Aqsa. La mezquita de Al-Aqsa forma parte de un gran recinto conocido como Haram al-Sharif, que incluye –además de Al-Aqsa- la famosa Cúpula de la Roca y otros lugares musulmanes palestinos, venerados por los musulmanes de todo el mundo.
Se cree que Al-Aqsa fue la segunda mezquita en construirse, siendo la primera Masyid al-Haram, en La Meca. El sagrado Corán la menciona como el lugar donde el profeta Muhammad ascendió a los cielos, para lo cual viajó desde La Meca a Jerusalén. Para los palestinos, musulmanes y cristianos por igual, la mezquita adquirió un nuevo significado tras la ocupación israelí de la ciudad palestina de al-Quds (Jerusalén Este) en 1967.
Las escenas de soldados israelíes ondeando la bandera de ese país sobre los cultos musulmanes y cristianos de la ciudad hace cincuenta años están grabados en la memoria colectiva de varias generaciones. Por tanto, no es sorprendente que el recinto de la mezquita de Al-Aqsa haya sido el punto principal de los enfrentamientos entre los fieles palestinos y el ejército israelí.
Entre los visitantes diarios a los sagrados santuarios musulmanes en Jerusalén figuran turistas no musulmanes, que reciben la bienvenida de la administración de al-Waqf, encargada de la custodia de los santos lugares, una práctica que data de hace 500 años. Incluso después de la ocupación israelí de la ciudad árabe, al-Waqf ha seguido siendo el la encargada de cuidar los lugares musulmanes, según lo dispuesto entre el gobierno jordano e Israel. Sin embargo, el proyecto israelí en la ocupada ciudad va mucho más allá de la propia mezquita.
El pasado abril, el gobierno israelí anunció un plan para construir 15 mil nuevas viviendas en el Jerusalén ocupado, contraviniendo el derecho internacional. La comunidad internacional reconoce a Jerusalén Este como ciudad palestina. También EEUU aceptaba el consenso internacional sobre Jerusalén, y los intentos del Congreso estadounidense de desafiar a la Casa Blanca a ese respecto fracasaron todos. Es decir, así fue hasta que Donald Trump llegó al poder.
Antes de su toma de posesión en enero, Trump había prometido trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. El anuncio fue recibido con mucha satisfacción por los políticos de derechas y de extrema derecha de Israel. Muchos de los partidarios de Israel en EEUU vieron en esto una buena señal sobre la presidencia Trump. Aunque la embajada de EEUU aún no se ha trasladado oficialmente a Jerusalén, la nueva administración está enviando el mensaje de que ya no se siente obligada ante el derecho internacional respecto a los Territorios Ocupados.
No sólo está EEUU abandonando el papel que se confeccionó a medida como “agente de la paz” entre Israel y el liderazgo palestino, sino que está enviando un claro mensaje a Israel de que puede que ya no haya más presiones sobre ese gobierno respecto al Estatuto de Jerusalén. Como respuesta, las Naciones Unidas y diversas instituciones se han movido con rapidez para tranquilizar a los palestinos. La agencia cultural de la ONU, la UNESCO, ha sido la más activa a este nivel. A pesar de las presiones israelíes y estadounidenses, la UNESCO y la Asamblea General de la ONU han aprobado varias resoluciones en los últimos meses reafirmando los derechos palestinos en la ciudad.
Israel y EEUU se han movilizado para castigar a los palestinos por las decisiones de la UNESCO. La cosa empezó cuando la Knesset israelí empezó a promover leyes que dificultaban aún más la vida de los jerosolimitanos palestinos, incluyendo una ley que limita la llamada a la oración. La ley, que se aprobó en segunda lectura el pasado marzo, fue defendida por el primer ministro Benjamin Netanyahu. La policía amplió la siempre creciente lista de palestinos a los que no se les permite llegar a sus lugares de culto. La lista incluía a Misbah Abu Sbeih, quien fue repetidamente arrestado, golpeado y encarcelado por la policía israelí.
El gobierno israelí abrió después las compuertas de la expansión de asentamientos en la ciudad ocupada, después de estar parcialmente limitada durante la presidencia de Barack Obama. Fue, en parte, la respuesta de Netanyahu a la Res. 2334 de la ONU, que exigía parar de inmediato la construcción de asentamientos israelíes en Jerusalén y los Territorios Ocupados.
Al mismo tiempo, la nueva embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, asumió la tarea de silenciar cualquier crítica internacional a la ocupación israelí, diciendo que los intentos internacionales de poner fin a la ocupación eran una forma de “intimidación”. Reforzado por el incondicional apoyo de EEUU, Netanyahu se lanzó hacia nuevos extremos. Cortó los vínculos de su país con la UNESCO y pidió el desmantelamiento de la sede de la ONU en la ocupada ciudad palestina.
Israel se anexionó ilegalmente Jerusalén Este en 1981, pero al no poder contar con la aceptación internacional de tal medida, el movimiento israelí parecía inútil. Ahora, Israel siente que los tiempos están cambiando y que la administración Trump le está ofreciendo una ventana de oportunidad para normalizar su ilegal ocupación y anexión de la ciudad. En los últimos meses, los palestinos han respondido de mil maneras. Han trabajado con varios países de todo el mundo desafiando los planes de EEUU e Israel. La mayor parte de los esfuerzos palestinos, aunque han tenido éxito hasta cierto punto, no han logrado detener a Israel en modo alguno.
Las turbulencias políticas se han traducido sobre el terreno en más violencia al desplegarse por la ciudad miles de soldados y policías de la ocupación israelí para restringir el movimiento de los palestinos e impedir que miles de fieles puedan llegar a Al-Aqsa. En una campaña masiva de seguridad han estado deteniendo a cientos de ellos. En ausencia de un liderazgo fuerte, los palestinos están cada vez más desesperados e indignados.
Uno de ellos es Misbah Abu Sbeih. Cuando llegó a la comisaría militar israelí, Misbah no se entregó sino que abrió fuego matando a un oficial del ejército israelí de la unidad “Yassam” y a otro israelí. Le mataron al instante. Otros ataques se sucedieron. El viernes 14 de julio, el día más sagrado de la semana en el calendario musulmán, tres hombres palestinos atacaron a los soldados israelíes y a los agentes de policía desplegados cerca de una de las puertas del Haram. Mataron a dos agentes israelíes y poco después unos soldados de la ocupación les mataban a ellos.
Es la primera vez que un ataque de esta naturaleza se registra dentro del recinto de Al-Aqsa. Desde 1967, sólo los israelíes habían utilizado armas en enfrentamientos violentos con los palestinos. Cientos de palestinos han muerto asesinados alrededor de este santuario sagrado a lo largo de los años. En Jerusalén, el pasado junio, cuando se dirigía a una multitud para celebrar el 50º aniversario de la ocupación militar israelí de la ciudad, el primer ministro Netanyahu declaró que el recinto de la mezquita de Al-Aqsa “estaría siempre bajo soberanía israelí”.
Empoderado por la administración Trump y respaldado por las tácticas de Haley ante la ONU, Netanyahu siente que su sueño de someter a Jerusalén Este se está realizando. Sin embargo, es probable que el precio del sueño de Netanyahu sea muy costoso. El día del ataque, varios palestinos murieron en diversas partes de Cisjordania y un niño de tres años de Gaza murió mientras esperaba un permiso para cruzar desde la asediada Franja a Cisjordania para recibir tratamiento. Los medios internacionales no han ofrecido ningún detalle sobre estos hechos.
Sin embargo, los ataques de palestinos armados contra soldados israelíes llenaron titulares por todo el mundo. Es probable que la violencia prosiga. Los palestinos, que están muriendo sin mucha cobertura mediática, están desesperados e indignados porque su ciudad santa se desmorona bajo las pesadas botas de los soldados, en medio del silencio internacional y el apoyo incondicional de EEUU al gobierno israelí.
(*) Tomado de Cuba Debate. Su autor leva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es columnista internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de «PalestineChronicle.com». Su último libro es “My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story”.