Qatar puede ser hoy la chispa que necesita Estados Unidos para una nueva escalada intervencionista en un espacio estratégico para la sustentabilidad del sistema corporativista imperial de escala planetaria. Pero Argentina, que cuando su burguesía más lumpen ligada a la tradición oligárquico liberal ocupa la Rosada, entonces luce como una republiqueta de circo, encontró en Macri y en la banda de Cambiemos a sus ejemplares mas sinvergüenzas.
Por Cecilia Valdez / Una seria crisis política tiene lugar en la zona del Golfo Pérsico: el próximo lunes Qatar, acusado de apoyar al “terrorismo”, esa suerte de fórmula mágica con la cual Washington disfraza sus grupos de tareas, como el ISIS y Al Qaeda, deberá responder a las “exigencias planteadas” por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrain y Egipto el pasado 5 de junio, luego de sufrir por parte de estos países, impulsados por Estados Unidos, un severo bloqueo comercial que lo ha desabastecido en forma dramática, pues se trata de una economía que padece la trágica paradoja que encierra la renta petrolera: salvo hidrocarburos en Qatar no se produce nada, ni agua mineral, ni leche.
Entre otras cuestiones, los países socios de Estados Unidos le solicitan a Qatar que rompa relaciones con todas las «organizaciones terroristas, sectarias e ideológicas», que deje de financiarlas y que extradite a “los terroristas”. “No podemos cortar lazos con el llamado DAESH (Estado Islámico), Al-Qaeda y el movimiento chiita libanés Hizbulah porque tales nexos no existen”, fue la respuesta concreta pero silenciada por el aparato mediático que controlan las grandes corporaciones multinacionales del ministro qatarí de Relaciones Exteriores, jeque Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, según consignó la Agencia Prensa Latina.
También, se le solicita el cierre del canal de televisión «Al Jazeera» y sus filiales, una, algo que la mismísima ONU calificó como «un golpe a la pluralidad» de voces. Pero las demandas no se agotan ahí: es menester para los países árabes pro Washington que Qatar rompa relaciones con Irán y que cierre la base turca que opera en su territorio.
«Nos queda concluir que la finalidad del ultimátum no era abordar los temas enumerados (en la lista de demandas), ni combatir el ‘terrorismo’, sino presionar a Qatar para que renuncie a su soberanía, y eso es algo que no haremos”, remarcó Al-Thani frente a las presiones.
Se trata de una partida de ajedrez compleja, aunque en términos reales significa quizás la mayor crisis de los países árabes en mucho tiempo. Por esa razón, es necesario tener en cuenta qué rol juega cada país en el tablero.
Kuwait, actúa como «mediador» del conflicto y Turquía, aliado de Qatar. Arabia Saudita disputa su predominio en la zona y busca hacer de Qatar casi un protectorado suyo. El siempre presente Estados Unidos, si bien hizo un políticamente correcto llamamiento al diálogo, acaba de venderle armas por US$110.000 millones a los árabes en lo que fue la primera gira de Donald Trump como presidente.
Es decir, la avanzada de Estados Unidos y Arabia Saudita para ocupar política y militarme los países con grandes reservas de hidrocarburos como Qatar e Irán, está clara. De hecho, Irán es el gran objetivo de los Estados Unidos. Son de público conocimiento las acusaciones del gobierno iraní a Estados Unidos por financiar al Estado Islámico.
Sobre ese escenario, un país lejano respecto del Gofo Périsco y Medio Oriente y de peso insignificante, por no decir nulo sobre el tablero de los grandes conflictos internacionales, apareció en los últimos tiempos asociado al nombre Qatar: es la Argentina, convertida por Mauricio Macri en republiqueta.
Argentina y su diplomacia de la raqueta agujereada
Mauricio Macri y el emir de Qatar Tamin bin Had Al Thani ya se han reunido un par de veces y de hecho, cerraron un acuerdo comercial el año pasado por mil millones de dólares para invertir en obra públicas en Argentina que incluye cláusulas de confidencialidad y hasta «una estructura offshore».
Cuando estalló el conflicto en el Golfo, el pasado junio, Argentina trató de mantenerse al margen. Susana Malcorra, la agente clase B de la CIA y MI5 británico quién tenía a su cargo las relaciones exteriores en ese momento, dijo al diario Clarín que las exigencias de los países a Qatar «tienen muchas implicancias que habrá que medir específicamente a parte de los temas de seguridad», y aseguró que «las cuestiones bilaterales (de Argentina y Qatar) van por un carril que no tienen que ver con esa ruptura de la región».
No tenía muchas alternativas: un apoyo a Qatar significa una potencial conflicto a futuro, o al menos un tirón de orejas, por parte de Estados Unidos.
El pasado 6 de noviembre Argentina y Qatar firmaron un tratado comercial entre el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES y Qatar Investment Authority (QIA), en Doha. Allí estuvieron la vicepresidenta Gabriel Michetti, el director del FGS, Luis María Blaquier y… el tenista Gastón Gaudio, amigo de los qataríes y partícipe del diálogo que llevó al memorándum de entendimiento.
Esta preferencia del macrismo de dejar en manos de un tenista retirado los vínculos comerciales del país, refleja una seria irresponsabilidad pero también trajo aparejado una serie de problemas que desencadenó la renuncia del sobrino del empresario de la dictadura y presidente de la azucarera Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, al FGS.
El diario Perfil, en su edición del 11 de noviembre de 2016, dio a conocer los detalles del pacto: «Además de la creación del fondo de inversión con QIA, el Gobierno acordó con Qatar un acuerdo bilateral de inversiones. El objetivo de este tipo de tratados es la protección de las inversiones de manera recíproca. El acuerdo confidencial que firmaron Blaquier y Abdulla Bin Mohammed Bin Sayd Al Thani, por parte de QIA, se aboca a inversiones en infraestructura en la Argentina y tiene varios puntos controvertidos. El más llamativo es el apartado 3, que habla de la estructura que tendrá el fondo de mil millones de dólares. En el punto 3.3, se explicita que la estructura se discutirá entre las partes y el gerente externo del fondo con «una estructura offshore». El documento, que está firmado en inglés en su totalidad, menciona además cláusulas de confidencialidad entre las partes; la realización de una “lista corta” de posibles empresas internacionales para administrar el fondo, y que este administrador tendrá “derechos de inversión discrecionales completos”. Otros actores podrán invertir en el fondo y habrá una apertura total en caso de posibles expropiaciones, restricciones a transferencias de recursos o de moneda, agrega el texto».
Alí Bamacri y los CEO ladrones
¿Cómo explicar el mal manejo de las relaciones diplomáticas en Argentina, en especial en un contexto de crisis internacional como la que tiene lugar en el Golfo Pérsico? Hay que considerar dos cuestiones:
1- El macrismo llegó al poder con una sola intención: hacer negocios. Basta con hojear el listado de los titulares de los ministerios y organismos del gobierno para confirmarlo. Se trata de ex CEOS y millonarios que sólo buscan ampliar sus cuentas, aunque para eso deban recurrir al lobbismo de un experto en economía y comercio internacional como Gastón «el gato» Gaudio.
2- En el afán de hacer negocios las relaciones diplomáticas quedan relegadas y se cometen errores. ¿Por inexperiencia? Claro que no. Una de las mujeres con más experiencia en el mundo de la diplomacia -la ex jefa de gabinete del ex secretario General de las Naciones Unidas- se desempeñó como Canciller hasta hace poco y aún así se cometieron serios errores que arrancaron con el abierto apoyo a la candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de Estados Unidos. Un gran piedra en el zapato tras el triunfo de Trump, que no pasó a mayores porque Macri y Trump tenían una antigua buena relación de sus épocas de «millonarios sin aspiraciones políticas».
A Macri lo tienen sin cuidado la avanzada en la soberanía de Qatar, el fin de las relaciones internacionales entre países, el terrorismo en Irán y la subvención al terrorismo. La intención del gobierno de Cambiemos de hacer negocios con Qatar no expresa más que el carácter lumpen de la burguesía, es decir, del empresario argentino en el poder. Se apunta a hacer negocios a lo que dé lugar, marginales, sin leer los escenarios internacionales y a costa de la intervención de un tenista.