No basta con la existencia del fútbol femenino, ni con la surgencia creciente de relatoras, árbitras y demás especialistas del balompié. El fútbol negocio y espectáculo millonario apela y convalida a las peores sombras de nuestra sociedad: racismo, machismo y violencia que deriva en femicidio. Sobre ese escenario sobrevuelan las todopoderosas barras bravas, cómplices de dirigentes, políticos, policía y elementos del Poder Judicial y del sistema fiscal.
El 1 – 0 de San Lorenzo ante Banfield le dio a Boca Juniors el título número 32 en la historia del club. Sin embargo, el equipo que festejó el campeonato desde un hotel en Bahía Blanca carga con dos denuncias por violencia machista. Es interesante como reparó en todo ello el sitio Cosecha Roja, que pasamos a citar.
En mayo, Melisa Tozzi, mamá de un nene de diez años y de una nena de cuatro, denunció al jugador Ricardo Centurión por violencia machista. Declaró que la ahorcó y le astilló tres dientes. “Mientras viva no vas a estar con ninguna otra persona”, le dijo. Hoy ella tiene un botón antipánico y carga con los números de los teléfonos celulares de los patrulleros de la zona. Él tiene una orden de restricción perimetral emitida por el juez Marcelo Goldberg y un pedido de detención presentado por el abogado de la mujer en el Juzgado Nro 3 de Quilmes.
Unos meses antes, Bárbara Segovia denunció a su pareja el arquero Agustín Rossi. La denuncia, en realidad, la había hecho en octubre de 2016 y volvió a hacerla pública cuando el jugador pasó de Defensa y Justicia -donde estaba a préstamo- a Boca Juniors. La violencia contra su pareja, sin embargo, no le arruinó el pase. “Perdóname; te juro que es la última vez; ayúdame; me puse muy nervioso; si me denuncias me arruinas la carrera; solo le pegué a mi mamá cuando era chico”, le dijo Agustín a Bárbara por las redes sociales.