Cada 7 de junio los periodistas en Argentina celebramos nuestro día. Ayer, en ese contexto, Florencia Sanintout recibió “el pañuelo blanco” de las Madres, lo que permite reflexionar – quien me lea, si es que existe ese quien, podrá reconocer por sí o por no, por pertinente o impertinente a la anunciada reflexión – en letra abierta y acerca de un puñado, un manojo de ideas: un ensayo como prueba en torno a ciertos signos y significados.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Quiero iniciar con un frase del inmedible José Martí acerca de nuestras tareas cotidianas, al menos desde una ética del narrar el propio tiempo: «Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. («Nuestra América» – 1891). Nótese que el signo pañuelo en este texto martiano tiene un significado muy diverso al blanco histórico de las heroicas “locas” de la Plaza.
Y salto en el tiempo, en la geografía, pero no en la deuda sobre lo que aún nos queda pendiente, que es la Revolución – se verá qué será ella, y cómo, en estas épocas de complejidad punto 0 -, para “la felicidad del pueblo”, por mencionar una frase de Simón Bolívar al definir sus prácticas políticas y militares de independencia.
“Todavía hoy, en 1959, el sueño de la domesticación total de la sociedad argelina, con ayuda de las ‘mujeres sin velos y cómplices del ocupante’, no ha dejado de preocupar a los responsables políticos de la colonización. Los argelinos, por su parte, son blanco de las críticas de sus camaradas europeos, o más oficialmente de sus patrones. No hay un solo trabajador europeo que, en las relaciones interpersonales del lugar del trabajo, del taller o la oficina, no le haya formulado al argelino las cuestiones rituales: «¿tu mujer usa el velo? ¿Por qué no te decides a vivir a la europea?”. Y: “Los líderes de la administración francesa en Argelia han puesto la mayor parte de sus esfuerzos sobre el velo en este caso diseñado como un símbolo del estatus inferior de la mujer argelina. La administración dominante a través de las esposas de los dignatarios militares tomará medidas concretas para defender a las mujeres argelinas humilladas y clausuradas. Invitan a las mujeres argelinas a ‘indignarse’ y a jugar un papel fundamental en contra de sus velos y su reclusión (cada dosis de sémola distribuida a las pobres mujeres correspondía a una dosis de indignación en contra del velo y de la opresión de las mujeres). La administración colonial invirtió fuertemente en esta lucha puesto que ganar la confianza de las mujeres y su adhesión a los valores de la administración colonial es una conquista real sobre los hombres y luego una conquista sobre la cultura argelina al fin de destruir su estructura social”. (Dos veces Frantz Fanon: la primera en su “Sociología de una Revolución; y la segunda en “L’Algérie se dévoile”, citado este último texto por la médica y bióloga marroquí Asma Lamrabet, en su artículo “El velo o hijab de las mujeres musulmanas: entre la ideología colonialista y el discurso islámico; una visión descolonizadora”, de junio del 2012 y ubicable en el sitio digital de la autora.
“Las cosas no se resuelven solo con diálogo, se necesita compromiso y lucha. Es un honor profundo y un enorme compromiso para estar del lado de la historia donde pelean los humildes todos los días”. Y: “la emancipación de las mujeres es un hecho de justicia social (…). La unidad en la movilización del movimiento de mujeres en Argentina es un territorio más donde debemos luchar (…). Las mujeres, más allá del feminismo, siempre hemos luchado por la libertad y la igualdad porque a lo largo de la historia hemos sido oprimidas y hemos ocupado el lugar de aquello que está olvidado (…). El patriarcado es esta cultura, esta estructura histórica que asume que las mujeres pueden ser relegadas al lugar de esclavas u objetos (…). Las mujeres tenemos que luchar, luchar por un aborto legal para que nuestras compañeras no se sigan muriendo en los barrios por abortos clandestinos; tenemos que luchar por la paridad, pero tenemos que pelear organizadamente y esa pelea tiene que tener una traducción política que le dispute poder a esta oligarquía salvaje que tenemos en Argentina y nuestra Patria Grande”. Dos veces Florencia Saintout, decana de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y principal referencia militante – dirigente del kirchnerismo en la ciudad de La Plata; la primera al recibir “el pañuelo”, la segunda en ocasión de la última celebración del Día Internacional de la Mujer.
¿Y todo eso a cuento de qué? De que, como traté de analizar en un texto anterior – “¿Aparece un nuevo tipo de práctica y liderazgo, con las mujeres en el centro debate político?”; del 17 de mayo pasado en ésta misma página -, con el eje tendido sobre el movimiento de mujeres Florencia Saintout podría estar alumbrando una práctica y una teoría hacia el poder popular de matriz diferente, y urgente para los tiempo que corren, estos, que unas líneas atrás califique de punto 0. De que, como esos tiempos (o éstos, mejor escrito) son de intoxicación semántica – cuerpos volcados sobre pantallas conectadas que provocan miedo, los cuerpos así maltratados y las pantallas, como las de la serie de la TV británica tan recomendable, “Black Mirror” – un viento de tempestad como esperanza nos traen el presente “pañuelo” de las Madres y aquél velo que las argelinas militantes también y tan bien supieron utilizar para trasegar armas entre las líneas enemigas o encasillar bombas y detonantes, mientras engañaban a la soldadesca de ocupación, y sobre los cuales pensó y escribió Fanon, el inolvidable: ambos objetos mudos, sin voz ni palabras escritas (objetos comunicacionales no mediáticos, digo en mis clases en la UNLP), pero alaridos del tipo, modo, forma o atributo que quizás estén requiriendo “los condenados de la tierra” de estos mismísimos días, aquí y tras todos los océanos, siempre del Sur.
Para vencer a “los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos”.
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.