Tan sólo retazos y escritos robados, mejor dicho tomados en préstamo ¿Por qué me acordé de un beso en una noche de Buenos Aires, quizás el primero, y de repiques cubanos? No sé. O sí. ¿Será porque: una “historia” muy poco conocida dice que un gran periodista chileno, de la agencia Prensa Latina, evitó que García Márquez mandase todo al mismísimo diablo, lanzando al viento desde un balcón de La Habana los originales de su gran novela? Otra vez no sé. No me importa. Todo para recordar que dentro de pocas horas, cuando comience el junio de este 2017, “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, y “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. De The Beatles cumplirán 50 años. Y también el recuerdo de “Balada para un loco”, tango y revolución. Porque sí nomás.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Un beso inolvidable. Después La Banda del Sargento Pepper’s. Y más después, cuántas tardes por las calles de La Habana Vieja, o por el Malecón. Cien años de soledad. Porque sí, para decirnos feliz cumpleaños. Tantos retazos, luces y sombras, borrones y cuentas nuevas. Insoslayables. Medio siglo pero todo comenzó antes. Y tantos textos robados; no, perdón, tomados a préstamo, sólo por un ratito.
La novela Cien años de soledad cumple 50 años y aquí lo que adelantaba la revista Semana, de Bogotá. La primera edición de la novela fue publicada en Buenos Aires en mayo de 1967 por la editorial Sudamericana. Le dio voz a América Latina, generó devoción en Europa, la piratearon durante 30 años en China y con sus escenas se identifican muchos pueblos de África. Cien años de soledad trascendió las fronteras como ninguna otra novela colombiana.
Los últimos días de mayo de 1967 el escritor colombiano Gabriel García Márquez estaba lleno de incertidumbre. Tras pasar 18 meses encerrado en un cuarto de su casa de Ciudad de México, sentado frente a su máquina de escribir Smith Corona, por fin había terminado la novela con la que soñaba desde que era un joven periodista con ganas de contar historias.
Aunque varios de los primeros lectores de los manuscritos –como Mario Vargas Llosa y Álvaro Mutis– ya comentaban en voz baja que era una de las mejores novelas en lengua castellana en muchos años, e incluso la editorial había doblado el tiraje luego de las pruebas de imprenta, su autor, incrédulo, no esperaba nada extraordinario. Tenía 40 años, cuatro libros publicados y ninguno era un éxito. “No creas que esta tensión no tiene consecuencias. Hace dos días, manejando por el Periférico, solo, se me paró el corazón. Alcancé el carril de baja velocidad, y hasta tuve tiempo de pensar que aquella era una manera bastante pendeja de morirse, pero salí adelante con el corazón dando saltos como sapo loco. Después de dos días de toda clase de manoseos médicos, me han dicho que es solo una arritmia nerviosa”, le escribió a Plinio Apuleyo Mendoza en marzo de 1967.
El libro finalmente se terminó de imprimir el 30 de mayo con el título de Cien años de soledad y a la semana siguiente (el 6 de junio) ya se conseguía en las librerías de Buenos Aires. Lo que vino después fue una avalancha inesperada que removió los cimientos de la literatura universal y que aún no se detiene: la historia de las siete generaciones de la familia Buendía y de Macondo, un pueblito imaginario en el Caribe colombiano, se convirtió en un fenómeno mundial que, hasta el momento, ha sido traducido a unos 49 idiomas, publicado por más de 100 editoriales y ha vendido más millones de copias en todo el mundo, sin contar las ediciones piratas.
Y ahora sí, una “historia” muy poco conocida: García Márquez escribió el primer original de Cien año de soledad, en La Habana, justamente mientras vivía en un departamento que la agencia Prensa Latina le procuró en los altos de la agencia, sobre Rampa y pocas cuadras del Malecón, mientras se él de desempeñaba como periodista de la agencia, un experiencia que terminó muy mal, y con una larga enemistad del colombiana respecto del gran medio de comunicación latinoamericano pensado por el Che y puesto en marcha por otro argentino, Jorge Ricardo Masetti.
El fallecido Sergio Pineda, chileno, histórico de Prensa Latina y uno de los mejores periodistas que dio América Latina, cierta vez contó que fue el mismo quien a solas con García Márquez lo convenció de que no arrojase aquellos originales por el balcón del departamento en el que vivía durante su estancia habanera. Y añadía en su relato que le resultó fácil convencerlo de que su texto era una obra maestra.
Del sitio Sopitas tomo: El 1 de junio 1967 los Beatles cambian la historia de la música una vez más cuando lanzan a la venta su histórico álbum Sgt. Pepper’s Loney Hearts Club Band (La Banda del Sargento Pepper). ¿Será éste el mejor álbum de todos los tiempos? Lo han alabado por todo, desde su portada la cual ha sido, analizada, desmenuzada y parodiada millones de veces, pasando por sus innovadoras técnicas de grabación y producción. Muchos alegan que Revolver o Abbey Road tienen mejores canciones por ejemplo. Sin embargo hay que acotar el hecho de que, con esa obra, los Beatles llegaron a un punto máximo de composición, concepto. Literalmente voló la mente de toda la juventud, quienes percibieron que no fue un trabajo premeditado para capitalizar el boom de la psicodelia.
Los Beatles se habían retirado de las giras y conciertos un año atrás. A pesar de haber grabado Revolver con nuevas técnicas y claros deseos de experimentar, el grupo sobrepasaría todas las expectativas con éste álbum, que se convertiría conceptualmente en un “concierto” de los Beatles, imaginado como si la banda estuviera tocando en un parque al aire libre, convertidos en una banda hippie al estilo de San Francisco, con un largo nombre loco y varios “actos” que los acompañaban.
¿Qué se puede decir de este icónico álbum que no se haya dicho ya infinidad de veces? When I’m Sixty Four fue la primera canción que se grabó del álbum, un tema al estilo vaudeville que Paul McCartney había desarrollado desde los días cuando tocaban en Hamburgo y desempolvó en 1966 cuando su padre justamente cumplió 64 años. Lucy In the Sky With Diamonds – inspirada por un dibujo de Julian Lennon, el hijo de John – fue acusada de promover el consumo de LSD por su alucinante letra, que pintaba un paisaje de cielos de mermelada, taxis de papel periódico, porteros de plastilina y chicas de ojos caleidoscópicos, y debido a “la inteligentísima deducción” de que las siglas del título daban la clave de su origen lisérgico.
Se me ocurre. Por qué no recordar aquí otra composición lejana pero no alejada de la influencia del cuarteto de Liverpool, se me ocurre: Las tardecitas de buenos aires tienen ese que se yo, ¿viste? Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mi, cuándo, de repente, detrás de un árbol, se aparece él, mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza. Las rayas de la camisa pintadas en la piel. Dos medias suelas clavadas en los pies. Y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. Parece que solo yo lo veo. Porque él pasa entre la gente y los maniquíes le guiñan. Los semáforos le dan tres luces celestes. Y las naranjas del frutero de la esquina, le tiran azahares. Y así, medio bailando y medio volando, se saca el melón, me saluda, me regalo una banderita y me dice: ya sé que estoy piantao, piantao, piantao, no ves que va la luna rodando por Callao, que un corso de astronautas y niños, con un vals me baila alrededor, ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá! Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao. Yo miro a Buenos Aires desde el nido de un gorrión. Y a vos te vi tan triste. ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!, el loco berretín que tengo para vos. ¡Loco! ¡Loco! ¡Lloco! Cuando anochezca en tu porteña soledad, por la ribera de tu sábana vendré con un poema y un trombón, a desvelarte el corazón ¡Loco! ¡Loco! ¡Loco! Como un acróbata demente saltaré sobre el abismo de tu escote hasta sentir que enloquecí tu corazón de libertad. ¡Ya vas a ver! Y asi diciendo, el loco me convida a andar en su ilusión súper- sport y vamos a correr por las cornisas ¡con una golondrina en el motor! De Vieytes nos aplauden: ¡Viva! ¡Viva! Los locos que inventaron el amor, y un ángel y un soldado y una niña nos dan un valsecito bailador. Nos sale a saludar la gente linda, y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!: provoca campanarios con su risa y al fin, me mira, y canta a media voz: Quereme así, piantao, piantao, piantao, trepate a esta ternura de locos que hay en mí, ponete esta peluca de alondras, ¡y volá! ¡Volá conmigo ya! ¡Vení, Volá, Vení! Es la letra de Balada para un loco, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, ese “tango revolución” que nació apenas dos años después de La Banda del Sargento Pepper
Y otra vez desde Sopitas. George Harrison, cuyo corazón aún se encontraba profundamente en la India, aportó “Within You, Without You”, compuesta e interpretada en su totalidad sólo por él mismo y una orquesta de músicos británicos e hindús. Being for the Benefit of Mr. Kite, es la locura de John Lennon, quien construyó la canción con los títulos de un viejo afiche de circo que tenía. Ringo canta With a Little Help From My Friends. Y podría seguir, pero prefiero: Shirley Temple, Ghandi, Marlene Dietrich, George Harrison, Paul McCartney, Ringo Starr y John Lennon. Albert Einstein, Sonny Liston, Lawrence of Arabia, Lewis Carroll y John Bernard Shaw. Johnny Weissmuller, Tyron Power, Oscar Wilde, Tom Mix, Marlon Brando y H.G. Wells. Karl Marx, Oliver Hardy, Stan Laurel, William Burroughs y Marilyn Monroe. Tony Curtis, Dylan Thomas, Aldous Huxley Bob Dylan, Fred Astaire, Edgar Allan Poe Carl Gustav Jung, Lenny Bruce y Mae West. Sólo algunos de los retratados en la tapa o portada única de ese disco único.
Y como por Cien años de soledad durante un buen rato me paré sobre una callecita de La Habana, vuelvo a hacerlo ahora con los Beatles. Para la polémica, una nota de Nelson Valdés, del 6 mayo de 2016, que lo tomo prestada a Cuba Debate. Dice el texto Cuba, los Beatles y el contexto histórico: ¿Estuvieron The Beatles prohibidos? ¿Era mojigatería? ¿Era una expresión de su contexto histórico y cultural? (…) Es cierto que las autoridades cubanas en algún momento impidieron la difusión de The Beatles. Una situación similar padeció el movimiento, muy cubano, de la “canción protesta” iniciado por Silvio Rodríguez, más o menos al mismo tiempo. Obviamente, no puedo escribir una historia paralela de The Beatles y Cuba. Pero por lo menos algunos aspectos deben ser tomados en consideración. La intención no es racionalizar ni justificar una política prohibitiva, sino tratar de poner las cosas en un cierto marco histórico con el fin de entender lo que ocurrió. Entonces se podría hablar de estos asuntos de una manera más rigurosa. Mientras EE.UU. experimentó una “invasión británica” con la música de The Beatles, Cuba había experimentado una invasión militar real. Mientras las adolescentes estadounidenses experimentaron orgasmos metafóricos observando a Ringo, los adolescentes cubanos estaban participando en la campaña de alfabetización o preparándose para una posible invasión como consecuencia de la Crisis de Octubre. En agosto de 1963, mientras Swan Records lanzaba She Loves You, se preparaba la Operación Mangosta y AM/Lash organizaban el asesinato de Fidel Castro y una ola de sabotajes. En 1963 la American Bandstand de Dick Clark hizo comentarios sarcásticos sobre el pelo largo de The Beatles, mientras los guerrilleros latinoamericanos, de pelo largo y sin afeitar, establecían campamentos en Colombia, Venezuela, Perú, Guatemala y México. Los cubanos, por supuesto, estaban involucrados. Fueron momentos de confrontación (…). De 1964 a 1966 los cubanos estaban aprendiendo sobre las luchas de liberación nacional en África, la revolución en Argelia, y la guerrilla de Turcios Lima en Guatemala o la de los campesinos peruanos en armas. Un millón de comunistas indonesios fueron masacrados en 1964 y provocó la indignación de los líderes políticos en La Habana y en la izquierda impaciente, mientras el régimen revolucionario cubano enfrentaba la creciente burocracia interna. La escalada de la guerra en Vietnam (1965), la brecha entre la Unión Soviética y la República Popular de China (1963-1966) no dejó mucho espacio para la apreciación de la música que venía de Liverpool. Por otra parte, los adolescentes estadounidenses se estaban convirtiendo en un mercado masivo para I Saw Her Standing There, pero las personas en La Habana discutían cómo sacar al país del subdesarrollo. Entonces tenían también el problema de derrotar a 600 grupos guerrilleros armados por la Agencia Central de Inteligencia, que operaban en las montañas del Escambray. En Nueva York los DJs (disc jockeys) clamaban “Golden Hits”, pero en la República Dominicana los marines estadounidenses desembarcaban y golpeaban las ciudades con su abrumador poder de fuego. Y la fuerza aérea de Estados Unidos acababa de comenzar a bombardear Vietnam del Norte. Los cubanos estaban desconcertados cuando la Reina de Inglaterra nombró a The Beatles “Miembros de la Orden del Imperio Británico” alrededor de junio de 1965; para entonces el Che había comenzado los esfuerzos para despertar revoluciones continentales en África y América Latina, que comenzaban a enfrentarse a una ola de golpes de estado militares. En esos días, sin embargo, los estadounidenses no habrían podido dar una conferencia a los cubanos sobre cuestiones de apreciación musical. Cuando The Beatles finalmente comenzaron a abordar la necesidad de dar “una oportunidad a la paz” e incluso criticaron la política estadounidense en el sudeste de Asia, en Estados Unidos se desató una crítica contra ellos. Cuando Lennon hizo la observación – de pasada – de que eran más populares que Jesús, los fanáticos religiosos del sur norteamericano reaccionaron ferozmente. Las estaciones de radio clasificaron a The Beatles como anti-estadounidenses y sobrevino un boicot de su música. The Beatles tenían que elegir entre las ventas o las convicciones políticas. Terminaron disculpándose por sus puntos de vista sobre la política y la religión ante la derecha estadounidense. Los cubanos conocieron todo el desconcertante asunto. Por supuesto, para 1966, The Beatles se habían opuesto al intervencionismo de Estados Unidos. The Beatles no eran un fenómeno con un impacto muy popular en Cuba, en esos días. Sin embargo, Silvio Rodríguez a finales de 1960 tenía un programa de televisión llamado ‘Mientras Tanto’ donde defendió la música y las canciones de The Beatles. Silvio fue criticado y perdió su espacio en la televisión. El trascendentalismo de The Beatles y su misticismo oriental (alrededor de 1968) alienó tanto a los radicales norteamericanos como a los revolucionarios cubanos. Sin embargo, los músicos cubanos quedaron impresionados por la libertad de composición del grupo británico. Pero en aquellos días los cubanos tenían preocupaciones más graves que imaginar un submarino amarillo cuando tenían uno real a 12 millas de distancia, y la única “Lucy en el cielo con diamantes” que conocían eran los U-2 y los Blackbirds, que entraban a su espacio aéreo para espiar los comandos aéreos cubanos y sus estructuras de defensa.
Concedamos que las contribuciones musicales de los Beatles, entonces, deberían haber sido juzgados por el público cubano, sin ninguna prueba de fuego adjunta en el ámbito político. Por otra parte, hubo una falta de sofisticación en la elaboración de la política cultural y una identificación cómoda de la cultura pop británica y norteamericana con el diversionismo ideológico. Las deficiencias políticas e ideológicas fueron exacerbadas por una mentalidad de fortaleza sitiada. Sin embargo, el nacionalismo cultural y político también da forma a la historia de los países. Las revueltas estudiantiles en 1968 en México y París no se identificaron con la música de esos tiempos, sino con la muerte del Che (…). A pesar de las restricciones impuestas, The Beatles tuvieron un gran impacto en la música cubana que vino después de esta etapa. (Juan Formell, Silvio Rodríguez y otros lo han reconocido). [5] En la actualidad, la influencia de The Beatles se encuentra en todas partes en Cuba. La Habana tiene un parque que recuerda a John Lennon, también existe La Caverna de The Beatles en la ciudad de Holguín, donde los más veteranos van recordar al grupo, a escuchar su música y cantar. Abel Prieto, ex Ministro de Cultura, ha escrito una novela “El vuelo del gato” donde la presencia de los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Janis Joplin y Simon y Garfunkel aparecen en numerosas páginas. Prieto, además, ha hecho un dibujo de John Lennon.
Ningún texto más. Sí un recuerdo imborrable: el beso, ¿el primero?, quizás; con un tema de Lennon y bailando.
(*) El autor es doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.