Ya lo están pensando, acaso desde lo mucho que viene escribiéndose sobre nuevas tecnologías, Internet y paradigmas culturales, sociales, políticos y de consumo de mercancías – ellas son el todo – de nuevo tipo. Mientras, la canasta básica para poder sobrevivir sigue en aumento, si no ganas algo más de 14 lucas fuiste a parar al rincón de la pobreza y en el gobierno planean seguir destruyendo salarios, condiciones de trabajo y prestaciones sociales. Para ello cuentan con el aparato mediático, tal cual hizo los deberes el domingo pasado el diario La Nación, por tan sólo citar alguno de los tantos que componen la flota de bombardeo informativo e ideológico, cuando bajo el eufemismo trágico que encierra la palabra productividad, contó como atacarán en cada sector de la economía.
Por Víctor Ego Ducrot (*) Este miércoles bien temprano algunos canales de la TV de noticias – periodismo cacatúa lo bautice, porque se dedican más a las chanzas y a las risas y comentarios bobalicones entre presentadores y dizque periodistas – esa es la estrategia editorial, para que todo resulte entretenido, y presumiendo que del otro lado de la pantalla habita un nido de descerebrados (a veces lo parecemos) – informaron con bombos y platillos que, en uno de los subterráneos de Buenos Aires, una pasajera joven y de voz realmente atractiva se sumó espontáneamente a la actuación de uno de los tantos músicos callejeros que se ganan la vida en los túneles de la ciudad y embelesó al resto de los pasajeros con su versión de Galopera: “en un barrio de Asunción, gente viene gente va. Ya está llamando el tambor, la galopa va a empezar. Tres de febrero llegó y el patrón señor San Blas ameniza la función la banda de trinidad. Debajo de la enramada ya está formada la rueda (…), aquella legendaria guarania de Mauricio Cardozo Ocampo. Y alguien – su amiga o amigo, novia o novio, o alguien sin más, no viene al caso – tomó su celular, grabó el momento y ¡zas!, a la redes sociales, donde se hizo virus, de esos que no pasan ni guardando cama ni con nada. Todo ello y sucedió y lo vi por TN, esta mañana.
Esto no sucedió pero podría ( o podrá) suceder, o seguramente sucederá en cualquier momento, más temprano que tarde: algún desafortunado sufre una desgracia en medio del viaje y otro pasajero solícito, con la mejor de sus intenciones, se lanza al socorro y logra efectivamente evitar lo que pudo ser una desgracia de triste final; luego entusiasmado por la éxito de su misión solidaria – sobre la cual no hay que dudar ni un instante – y tentado por los segundos de gloria estampados en una imagen, pronuncia un breve y sentido discurso acerca de, por ejemplo, como entre todos, si nos ayudamos, la vida podría resultar mejor, mucho mejor. Su novia lo graba en video y en segundos “lo sube” a las redes. El ejercito de operadores que le pasa información cotidiana a Durán Barba o a Marcos Peña – sigo con el ejemplo hipotético – hace que algunos de esos dos reciba la noticia, esa curiosidad de la vida cotidiana en la ciudad. No faltará el funcionario o consultor que se ponga a trabajar en el asunto y otro que ubique al ciudadano – o ciudadana – solidario. Lo o la convencen, le ofrecen un ciclo de entrenamiento básico; y ¡zas!, ya tenemos un nuevo candidato, de la gente, fuera de la maldita política.
El poder de las redes, por qué algunas de las más poderosos corporaciones de este nuevo mundo, como Facebook y Google, por citar a dos de fuertes fortachonas, sólo se dedican a los soportes y no a los contenidos, y acerca de los múltiples interrogantes, realidades comprobables y también fetiches que se abren con las nuevas tecnología de la comunicación son tratados en un libro de reciente aparición en Buenos Aires, recomendable pero como para todo texto recomendable cuanto más crítica resulte su lectura, mejor resultara ella, sin dudas: “Homo Hacker”, de Ernesto Van Peborgh, editado hace semanas por Paidós.
Por otro lado, leo este miércoles al colega Raúl Dellatorre en el diario Página 12: “La inflación derrama pobreza. Los bienes esenciales aumentan más que el índice general de precios, elevando la cantidad de hogares por debajo de la línea de pobreza. La canasta básica subió 8,8 por ciento en los últimos tres meses, con fuerte aceleración respecto de los meses anteriores. El hogar de una familia tipo necesitó 14.500 pesos en abril para cubrir las necesidades más básicas (…)”.
Claro que el INDEC mismo habla de que el salario mínimo lejos esta de esa cifra requerida. Es decir: la inmensa mayoría de los trabajadores –ni que hablar de ese casi 50 por ciento que sufre la informalidad – ingresó o está por ingresar al universo que los fríos números denominan pobreza.
Y leí el domingo en el diario La Nación: “Sector por sector: la estrategia de los acuerdos para ganar competitividad. El gobierno impulsa la firma de pactos entre el Estado, empresas y sindicatos para mejorar las condiciones en las que se desarrolla cada actividad y lograr una recuperación (…). La punta de lanza de esa estrategia es el conjunto de acuerdos sectoriales que ya se empezaron a firmar y con los que piensa seguir en el futuro. Vaca Muerta, construcción, automotrices y textiles y calzado son los que picaron en punta; pero ya están en las gateras motos y biotecnología. Se trata, ni más ni menos, que de un plan para mejorar los niveles de actividad y la rentabilidad en sectores agobiados por la pérdida de competitividad. Se busca generar mesas de diálogo en las cuales se analicen medidas específicas. Pero, eso sí: no se evalúan ni un cierre comercial de las fronteras ni una devaluación (…). Los acuerdos sectoriales tienen diferentes objetivos y compromisos. Pueden contener metas de producción e inversión, aspectos sobre regulaciones laborales, componentes impositivos y de financiamiento. La mayoría contempla cláusulas vinculadas con la productividad, en términos de redefinición de las regulaciones laborales de cada sector. En algunos se reducen impuestos, o se aumentan reintegros, o se otorgan bonos de crédito fiscal, aliviando así la presión impositiva. El esquema de acuerdos sectoriales se había dado en México, Colombia, Chile. También en países del Este de Europa y en Australia. En general, se evalúa que han tenido éxito. Un caso es el de España con su programa Tres millones (para el sector automotor), que inspiró al plan local, llamado Un millón. El año pasado los españoles superaron la marca de tres millones de vehículos producidos y lograron que el automotor fuera uno de los pocos sectores en los que se creara empleo (…). Según un informe de la consultora Economía & Regiones, los cuatro sectores para los que ya se generaron acuerdos en nuestro país, representan el 10,6% del PBI nacional y el 11% del empleo privado registrado (automotriz, 1,9% del PBI y 1,2% del empleo; textil y calzado, 1,4% y 2,4%; construcción, 3,9% y 6,5%, y petróleo y gas, 3,4% y 0,9%). ‘Los acuerdos pueden generar alguna mejora de estos sectores, pero no alcanzarán para traccionar fuertemente la economía’, opina Diego Giacomini, director de Economía & Regiones”.
Y traduzco: flexibilización laboral, minado sistemático del concepto y práctica de paritarias, reducción de impuestos para el empresariado, falta de medidas anti inflacionarias, entrega de la política de precios a las corporaciones concentradas del supermercadismo, achicamiento de las políticas de previsión social, acuerdos con los aparatos burocráticos de la CGT en sus diferentes vertientes, y todo en complemento con negociaciones ante las denominadas organizaciones sociales – bendecidas por la Iglesia más allá de los discursos papales – para contener y mantener los contingentes de “excluidos”. Y podría seguir, aunque baste aquí con muchos etcéteras.
En síntesis y a título de falible interpretación: existen dos esferas que conviven, que a veces se rozan, otras se entrecruzan con distintos niveles de intensidad según los casos, y si no simplemente existen una junto a la otra, entre tensiones centrífugas y centrípetas que las mantienen en equilibrio. Una es la esfera de los discursos, de la comunicación – política en los nudos de las redes y las nuevas tecnologías; y la otra es la esfera de la sociedad real de carne y hueso, sufriente. En los espacio e intersticios que se registran entre una y otra esfera anida el huevo y crece la serpiente; la serpiente de este fascismo líquido de nueva generación que define a la etapa del neoliberalismo restaurado, con los hijos de la dictadura que controlan el gobierno – el poder nunca lo habían perdido – porque se “empoderaron” – ellos sí que saben utilizar esa maldita palabra y ese maldito concepto proveniente de las practicas del mercado y la publicidad – del aparato electoral, con un grado de eficacia cada vez más peligroso; y ante lo cual los devaneos, los autismos políticos y el desconocimiento del principio de unidad táctica defensiva ante la derecha componen un cóctel letal.
Una posible respuesta – otra tentativa de interpretación falible –: que al aparato de comunicación – política se le anteponga la comunicación no mediática, la de los cuerpos individuales y colectivos en acción, para que se cumpla aquél principio que, reformulado una y otra vez, sostiene: la capacidad de control social de la trama de dispositivos tecnológicos comunicacionales del campo cultural hegemónico es inversamente proporcional a la capacidad de movilización plural de las sectores sociales castigados o subalternos. Ahora bien, la terea también pasa por identificarno con precisión y actuar en consecuencia.
(*) El autor es doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.