Más allá y tan acá respecto del neoliberalismo que lo impregna, Mauricio Macri es un troglodita de derecha, celebrante de todos los tabús y todas las falsedades sobre la que reposa el sistema de sentidos de esa fauna vernácula. El presidente regresó de su viaje para consolidar las “relaciones carnales” con Estados Unidos, por cierto hasta devaluadas porque ahora se trata apenas de limones, para carcajada desternillante de los coreanos del Norte, por ejemplo, y fue directamente a visitar a los jubilados, días después de haberlos tratados de adictos a la pornografía, en un tono mojigato, bobalicón y de supuesta enmienda moral. Es que al presidente le molesta el goce, el placer del otro. En el país de la CEOcracia el disfrute tiene que ser para pocos, y para quienes se opongan a ello esto, la fórmula es represión opresión, a plena luz del día, en la calle y a los palos de la cana, o en la intimidad, en la media luz del disfrute y el retozo. Pero la vida termina siendo justa toda vez que se deja llevar por la literatura y no vaya a ser cosa que a estos pelafustanes les pase lo que le paso al gobernador colonial d Haití de la novela “El reino de este mundo”, del gran maestro cubano Alejo Carpentier: borrachera, banquete y fornicadera de los pobres entre los toneles y las bodegas de sus explotadores, huidos como roedores eunucos.
Por Carlos López / A Mauricio Macri no le gusta que “el otro”, no importa su edad, disfrute como quiera disfrutar, mientras, y conforme a la mejor tradición epicúrea, el goce de uno dañe al gace ni a la libertad de los millones de prójimos y prójimas. Al encabezar un acto en el Centro Cultural Kirchner (CCK), en el relanzamiento de esta semana del Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), el presidente recordó durante su discurso una visita que realizó hace un tiempo al Hogar San Martín, donde aseguró que los jubilados que viven en ese lugar son “adictos” a la pornografía.
Esa fue la humillante anécdota que Macri contó durante la conferencia que realizó antes de partir al país del Norte y que fue motivo de duras críticas. El presidente en su alocución recordó como una de sus mejores recorridas políticas la visita al hogar: «Lo más emocionante que vi fue jubilados aprendiendo informática que nunca habían abierto una computadora. Después tuvimos que dar de baja las cuentas, porque el porno batía récord… estaban como locos», exclamó. Censura, eso se llama censura y agravada por una infame circunstancia, aquella que surge de una construcción cultural de profundo contenido reaccionario, la de “los abuelos y las abuelitas”. ¡Cállense la boca, fachos líquidos y bastante pelotudos – tomando a la palabra pelotudo como sinónimo de solemne y siendo solemne aquel que formula boludeces y considera que profetiza enormes verdades -, quienes son ustedes para decir lo que podemos hacer o no hacer, ver o no ver lo seres humanos, sometidos sí a la ley pero lástima que dependiente de un Estado corrupto.
“El abuelito” disfruta con una ella o un él; y “la abuelita” con un él o una ella; y quienes son ustedes, enormes pelotudos para decir lo que está bien y lo que está mal. Claro vuestros propios conflictos no resueltos y sepultados bajo un manto sucio de prejuicios, los tan conocidos pecados, hacen que sean fachos.
La anécdota del presidente esconde más que risas, da cuenta de la opresión, a veces transformada en represión sobre la que el gobierno macrista se sostiene para aplicar políticas sociales y económicas perjudiciales para las mayorías.
Y esto no sólo pasa en las calles. Como explicó el sexólogo Patricio Gómez Dileva en declaraciones a Radio Del Plata, “cuando hablamos de la falta de educación sexual, hablamos de una realidad que nos afecta a todos, incluso al presidente. La necesidad de sexo en la madurez es un signo positivo de vitalidad. Entonces al bloquearle el acceso a contenido erótico como dijo, lo que está haciendo es reprimir», afirmó.
Acaso esa es la estrategia discursiva de un gobierno que ajusta y reprime. Los reiterados “chistes” utilizados por el presidente en diferentes actos políticos y encuentros con empresarios siempre son utilizados contra los sectores más desprotegidos de la sociedad o que no tienen posibilidad de defenderse de las inferencias que Macri realiza en sus discursos. Este mecanismo tiene dos efectos: por un lado ridiculizar a un sector determinado como lo fueron esta semana pasada los jubilados, excluirlos del placer y la vida erótica, y por el otro banalizar una cuestión humana fundacional, la sexualidad.
Esta no es la primera vez que Macri se ríe de los jubilados. En una “fraternal” visita en marzo pasado al programa televisivo de Mirtha Legrand, el presidente se encargó de mentir sobre el monto del haber jubilatorio mínima.
Según Macri, un jubilado recibe algo así como “9 mil y pico” de pesos. No sólo mintió en la cifra, la cual sólo asciende a 6.394 pesos, sino que además la inexactitud del dato dejó expresado las no prioridades de su gobierno. Macri desconoce la realidad de los jubilados como la de los pobres y de todos aquellos que son sean habitantes de barrios privados y garcas en general.
Pero el presidente está acostumbrado a mentir ante las cámaras. En ese mismo programa de la conductora antikirchnerista por excelencia se encargó de explicar que la idea de “pobreza cero” es un objetivo a largo plazo y que los índices de esa problemática social ya comenzaron a caer, información totalmente contraria a los informes publicados por diferentes organizaciones y entidades, como el propio INDEC y el último documento de la UCA de principio de año, que determinó que en la Argentina existen 1.5 millones de pobres nuevos en la era Macri.
Tales desconocimientos sobre los jubilados desató desde la Fundación Huésped una serie de fuertes críticas en torno al “chiste” sobre la sexualidad, seguida de una denuncia contra Macri por desconocer los resultados del proyecto de esa institución “Sexo maduro, sexo seguro”, realizado en conjunto con la Secretaría de Tercera Edad del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del gobierno porteño de Horacio Larreta. El informe arrojó cifras alarmantes sobre la falta de información y prevención en temas sexuales en la tercera edad, producto de la falta de información estatal.
En medio de esta polémica -una más que el presidente debe enfrentar por sus brillantes discursos-, Macri comenzó su agenda al regreso de Estados Unidos (a donde hizo un viaje fugaz para llevar la preocupación de la exportación de limones a Donald Trump) con un encuentro con jubilados que ingresaron al programa de reparación histórica.
Como cada vez que el niño rico mete la pata, su equipo de asesores de imagen organizó un gran evento en Pilar para que el presidente se floree con los supuestos beneficios que han obtenido los trabajadores pasivos con el gobierno macrista. Aunque, igualmente, Macri se las ingenio para volver a relatar una de sus graves idioteces al confesarle a una jubilada misionera durante el encuentro que «yo voté una vez en Garupá (Misiones). No te rías. Yo era amigo del gobernador, entonces quería apoyarlo. Fui, me cambié el domicilio y lo voté».
El discurso banal en un presidente que pretende aparecer alejado de todas las decisiones que empobrecen a los argentinos no hace más que dañar la relación del pueblo con la prácticas políticas y culturales.
Y para los CEOs que acompañan la gestión del macrismo las risas para burlarse y esquivar las responsabilidades de destruir un país son moneda corriente. Hoy desde el Estado se aplica la misma lógica neoliberal de la meritocracia que los empresarios al poder fomentaron en cada una de las compañías que dirigieron.
Mientras la TV entretiene con los chistes del presidente, Macri planea una estrategia “innovadora” para ingresar al mercado internacional que tanto anhela: vender limones a la Estados Unidos de Trump. La Argentina se ha convertido en un país en el que lo absurdo no conoce límites, donde el cholulismo televisivo vende día y noche al mejor postor.
Quizá Trump tenga un plan estratégico para el país y aún los millones de argentinos, que siguen perdiendo sus trabajos y ven castigados sus salarios, no se hayan enterado.“Si Macri me ayuda con Corea del Norte yo lo ayudo con los limones”, dijo el presidente estadounidense poniendo pimienta sobre un tema que para Macri ya se volvió una patética cuestión de soberanía y estado.
En un país con la economía en bancarrota, a Macri le preocupan los limones y que los jubilados no tengan acceso a la pornografía, simplemente porque el presidente en su concepción neoliberal ve a sectores como la tercera edad como una piedra en el zapato. Los jubilados, los docentes que marchan por sus derechos, los trabajadores que paran, los hermanos de América Latina, la clase empobrecida que crece más y más; todos ellos son meros problemas que Macri prefiere castigar, humillar o dejar en el anonimato si con ello fuera suficiente. De la misma manera, nadie podrá negar que el macrismo se preocupa por las minorías ricas, por los pocos que siempre se quedan con todo, incluso con “el porno de los jubilados”.
Eso sí, y para finalizar. Ni Trump ni mucho menos el jugo de limón; ni sus CEOS y asesores de imagen podrán solucionarle el problemita no resuelto que heredó tras oír una noche el retozo de su madre descendiente de mata ranqueles con su padre, un entenado de la mafia calabresa. Todo es una chiste, a lo Macri, ¡eh! No se lo vayan a tomar en serio.