El desempleo terminó 2016 en el 7,6 por ciento, el nivel más elevado para un cuarto trimestre en siete años. Los datos publicados ayer por el Indec dan cuenta de la existencia de 937.000 personas sin trabajo. Como consecuencia del apagón estadístico dispuesto por el organismo, no es posible realizar la comparación con el mismo período de 2015. La información disponible, no obstante, no muestran el escenario de recuperación del empleo que promocionan desde enero el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y el titular del Palacio de Hacienda, Nicolás Dujovne.
Comparadas con las estimaciones para el segundo y tercer trimestre, las cifras tampoco exponen una situación de destrucción masiva de empleo sino un freno en la caída observada durante la primera parte del año pasado pero sin mejoras. Junto con la pérdida de puestos de trabajo concentrada en la industria manufacturera y la construcción, el aumento en el desempleo a lo largo de 2016 se explica porque, ante el deterioro en la capacidad de compra, más individuos salieron a buscar empleo pero no lo consiguieron. Por su parte, la subocupación llegó a 10,3 por ciento que representa a 1.278.000 personas con problemas de empleo. Los aglomerados urbanos con los mayores niveles de desocupación fueron Mar del Plata y el Gran Buenos Aires donde alcanzaron a 10,6 y 9,4 por ciento, respectivamente (ver aparte). Así consigna un detallado artículo del colega Tomás Lukin, publicado este viernes en Página 12.
Las primeras publicaciones del Indec para el mercado de trabajo se conocieron recién en agosto. Entre abril y junio del año pasado la desocupación alcanzó a 9,3 por ciento cuando el mismo período en 2015 había marcado 6,6 por ciento, un incremento de 2,7 puntos porcentuales. En el tercer trimestre la tasa informada fue 8,5 por ciento contra el 5,9 por ciento observado un año antes que representó un deterioro de 2,6 puntos porcentuales. En el último trimestre del año pasado, el guarismo reportado ayer, el desempleo fue de 7,6 por ciento. El dato que revelaría una mejora contra el trimestre anterior es, sin embargo, la marca más elevada para el período octubre-diciembre desde 2009 cuando el desempleo llegó a 8,4.
Con la actividad económica resentida por los coletazos de la crisis internacional, el desempleo registró aquel año un significativo incremento que fue mitigado con la intervención directa del Estado para evitar despidos y el estímulo a la demanda interna. Esas herramientas están ausentes en la actual estrategia oficial para impulsar la creación de empleo que concentra sus esfuerzos en la reducción de los costos laborales para estimular la contratación de trabajadores.
El Indec informó ayer que la tasa de actividad llegó a 45,3 por ciento y la tasa de empleo fue de 41,9 por ciento. Un incremento en las tasas de desempleo puede explicarse por la contracción de la tasas de empleo, una ampliación de los niveles de actividad o una combinación de ambos comportamientos. Los informes para el segundo y tercer trimestre de 2016 se insertan en esa última posibilidad. El mismo comportamiento muestran los datos de la Ciudad de Buenos Aires para el último trimestre del año pasado cuando el desempleo aumentó 1,2 puntos para llegar a 8,0 por ciento. En ese distrito, la tasa de empleo disminuyó de 51,7 a 51,6 por ciento frente al mismo período el año anterior mientras que la tasa de actividad pasó de 56,1 a 55,5 por ciento. Así, durante el primer año del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, la cantidad de “vecinos” que no consiguen empleo subió de 115.667 a 136.562, lo que significa un total de 20.895 individuos más sin trabajo a lo largo del año.
Una interpretación para esa dinámica observada en los datos de las autoridades estadísticas de CABA y el Indec indica que, si bien existe un proceso de destrucción de empleo asociado a la recesión que generaron las políticas económicas del nuevo gobierno, el incremento en la desocupación se explica por la caída en el poder de compra de las familias porteñas. ¿por qué? El deterioro en los ingresos de los hogares asociado a la aceleración de la inflación forzaría a que más individuos salgan a buscar empleo pero no lo consiguen. La hipótesis gana fuerza cuando se conjuga con los datos oficiales que dan cuenta de una reducción del 6 por ciento en el salario real de los trabajadores, una cifra que es todavía mayor cuando se considera los ingresos en sector público y entre los asalariados precarizados.