Más de 20 millones de personas en Yemen, Sudán del Sur, Somalia y Nigeria se verán este año amenazados por el peligro de hambruna, advierte la ONU. El Secretario General adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, Stephen O’Brien, declaró este viernes que el mundo atraviesa su mayor crisis humanitaria desde 1945.
Según el diplomático, más de 20 millones de personas en cuatro países —Yemen, Sudán del Sur, Somalia y Nigeria— se están enfrentando actualmente al peligro de la hambruna y, sin esfuerzos mundiales conjuntos y coordinados, «la gente, sencillamente, se morirá de hambre», consigna este martes el sitio RT.
Aparte de ser los más afectados por la crisis humanitaria, los cuatro países mencionados por O’Brien tienen otra cosa en común: todos ellos están siendo devastados por las guerras, en cada una de las cuales participa de forma directa o indirecta EE.UU.
Según el representante de la ONU, la crisis más grave la experimenta Yemen, donde dos tercios de la población —18,8 millones de personas— necesitan ayuda humanitaria.
Desde 2014, este país árabe vive inmerso en un conflicto armado que enfrenta a las fuerzas leales al presidente Abd Rabbuh Mansur al Hadi con los rebeldes chiítas hutíes. Desde marzo de 2015, una coalición de países árabes liderada por Arabia Saudita —aliado de EE.UU.— lleva a cabo operaciones militares contra los insurgentes hutíes, en las que se han lanzado miles de ataques aéreos.
Según revelaron los más de 500 documentos filtrados de la Embajada de EE.UU. en Yemen que publicó WikiLeaks en noviembre, Washington armó, entrenó y financió a las fuerzas yemeníes antes de que estallara el conflicto.
Además, Yemen es uno de los objetivos de guerra de los drones de EE.UU., en una campaña militar que ha sido criticada por causar numerosas víctimas entre la población civil.
A finales de enero, un ataque del Ejército de EE.UU. contra Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) —el primer operativo realizado desde la toma de posesión de Donald Trump— dejó un saldo de 16 civiles muertos.
Aunque en un primer momento las fuerzas estadounidenses se negaron a reconocer que sus acciones hubieran podido causar la muerte de civiles, el Comando Central de las Fuerzas Armadas estadounidense admitió finalmente que civiles, incluidos niños, «habían probablemente resultado muertos» en la operación.
Somalia, donde más de la mitad de la población —6,2 millones de personas— necesita asistencia y protección humanitaria, es otro de los objetivos principales de la guerra de los drones estadounidenses.
El Comando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono lleva a cabo ataques aéreos y terrestres en el país desde hace diez años, si bien lleva realizando operaciones clandestinas contra Al Qaeda en África Oriental y su aliado local Al Shabaab desde 2001.
En julio de este año, Washington reconoció que desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, un mínimo de 116 civiles habían perdido la vida durante los ataques con drones realizados en países en los que formalmente EE.UU. no está interviniendo, como Somalia, Yemen o Pakistán, una cifra que está muy por debajo de las estimaciones de las organizaciones defensoras de derechos humanos.
La constante intervención norteamericana en Somalia a lo largo de la historia y su apoyo a la invasión etíope del país tampoco ayudó a estabilizar un territorio que vive instalado desde hace décadas en una crisis humanitaria estructural.
La crisis en Nigeria es también el resultado de una guerra, esta vez, la que enfrenta al grupo islamista Boko Haram con el Gobierno del país, que cuenta con el apoyo militar de EE.UU. y del Reino Unido.
Donald Trump prometió en febrero en una conversación telefónica con el presidente nigeriano Muhammadu Buhari un nuevo acuerdo para vender más armas a Nigeria, una medida rechazada por el Gobierno de Obama debido a los presuntos abusos contra los derechos humanos que se producen en el país africano.
Si en los primeros tres casos se trata de una guerra contra diferentes ramas del fundamentalismo radical, la guerra civil en Sudán del Sur es producto de conflicto entre facciones tribales rivales en un régimen respaldado por EE.UU., que fue creado tras la intervención de Washington en la larga guerra civil de Sudán.
Tras el acuerdo de paz firmado en 2005 y la declaración de independencia de Sudán del Sur, la ansiada paz todavía no ha llegado al nuevo Estado, donde los conflictos tribales se han visto agravados por la sequía, la pobreza extrema y la lucha por el control de las reservas de petróleo.
En octubre pasado, el entonces presidente de EE.UU. Barack Obama decidió renovar su apoyo militar al Gobierno del presidente Salva Kiir, a pesar de la petición de la comunidad internacional de imponer un embargo de armas a la nación por el uso de niños soldados.
Esta decisión provocó fuertes críticas por parte de la oposición de Sudán del Sur, que acusó a EE.UU. de apoyar a un Ejército que supuestamente «viola, tortura y asesina» a civiles en el país.
Aunque hay otros factores —como las condiciones climáticas— que contribuyen a los desastres humanitarios, la causa principal de que millones de personas estén al borde de la inanición parece ser, otra vez, el hombre y no la naturaleza.