Se trata de algo así como “el órgano oficial del comité central del capitalismo imperial”. En un artículo divulgado este jueves, la revista británica que sin duda expresa con versatilidad periodística los interés más estratégicos del sistema de poder mundial, no trepida a la hora de alertar acerca de las necesidades políticas concretas de las elites. La nota “Donald Trump busca un gran acuerdo con Vladimir Putin” es un texto indicativo de hacia dónde apunta en serio la derecha mundial. Por eso lo tradujimos y reproducimos, para su lectura crítica.
George W. Bush miró los ojos de Vladimir Putin y creyó ver su alma. Él estaba equivocado. Barack Obama trató de «resetear» las relaciones con Rusia, pero hacia el final de su gobierno de Rusia anexionó Crimea, suscitado conflictos en otras partes de Ucrania. Donald Trump parece querer ir mucho más allá y forjar una nueva alineación estratégica con Rusia. ¿Puede tener éxito, o va a ser el tercer presidente estadounidense en fila para en ser pasado por alto por Putin?
Los detalles del proyecto de realineación de Trump siguen siendo vagos y cambiantes. Eso es en parte debido a los desacuerdos en su círculo más cercano. A pesar de que su embajador ante la ONU ofreció «condena clara y fuerte» a las «acciones agresivas de Rusia», en Ucrania, el romance del presidente con Putin seguía en pie. Cuando un entrevistador de Fox News le dijo a Trump esta semana que Putin es «un asesino», él replicó: «Hay un montón de asesinos. ¿Qué? ¿Piensas que nuestro país es tan inocente? »
Que un presidente estadounidense sugiera que su país es tan asesino como Rusia es un hecho sin precedentes y un regalo para los propagandistas de Moscú. Para el señor Trump pensar que Putin tiene mucho que ofrecer a EE.UU. es un error de cálculo, no sólo sobre el poder y los intereses de Rusia, sino también sobre valor de lo que Estados Unidos podría tener que renunciar a cambio.
A juzgar por lo que se charla alrededor de Trump, al guión de Rusia se lo percibe de la siguiente manera: Estados Unidos formaría un equipo con Putin para destruir al «terror islámico radical», y en particular al Estado islámico (EI). Al mismo tiempo, Rusia podría estar de acuerdo en abandonar su colaboración con Irán, un viejo enemigo de Estados Unidos en Oriente Medio y una amenaza a sus aliados, entre ellos Bahrein y Arabia Saudita. En Europa, Rusia detendría conflicto en Ucrania, se comprometería a no hostigar a los miembros de la OTAN en sus propias puertas y, posiblemente a entrar en conversaciones sobre el control de armas nucleares.
A más largo plazo, los lazos estrechos con Rusia también podrían ayudar a frenar la expansión china. Stephen Bannon, el asesor más alarmante del señor Trump, dijo el año pasado que no tenía «ninguna duda» de que «vamos a la guerra en el sur del Mar de la China, en cinco a diez años.» Si es así, Estados Unidos necesitará aliados y Rusia es una potencia nuclear con una frontera de 4.200 kilómetros con china.
Rusia pudo haber ayudado al Sr. Trump en las urnas, pero eso no quiere decir que éste puede confiar en el señor Putin. Los intereses del Kremlin y de Washington son mundos aparte.
En Siria, por ejemplo, Putin hace un gran ruido sobre la lucha contra los terroristas, pero no ha hecho ningún esfuerzo real. Su precio para trabajar con Estados Unidos podría ser asegurar una presencia militar permanente de Rusia en el Medio Oriente, por apuntalar a Bashar al-Assad.
Nada de eso es bueno para Siria, ni para la estabilidad regional ni para Estados Unidos. Incluso si Putin y el Sr. Trump comparten un objetivo común (no lo hacen) y a los estadounidenses no les importa convertirse en cómplices de las atrocidades de Moscú, las fuerzas estadounidenses y las rusas no pueden combatir fácilmente una al lado de la otra. Sus sistemas no funcionan juntos y deberían compartir secretos militares en los cuales el Pentágono gasta una fortuna, sobre todo para su protección.
Rusia no tiene intenciones de enfrentar a Irán. Allí, las tropas de ese país son el complemento de la fuerza aérea rusa. Irán es un mercado prometedor para las exportaciones rusas. Todo indica que más que luchar entre sí, los dos países vecinos quieren trabajar juntos para gestionar el Medio Oriente.
La idea de que Rusia sería un buen aliado contra China es aún menos realista. Rusia es mucho más débil que China, con menos población y una economía y un ejército con una economía y una disminución de la población y un ejército más endebles. Putin no tiene ni el poder ni la voluntad de protagonizar una disputa con Pekín. Por el contrario, valora el comercio con China, teme su poder militar y tiene mucho en común con sus líderes, al menos en su tendencia a intimidar a los vecinos y rechazar lo occidental. Incluso, si fuera conveniente para los Estados Unidos escalar en una confrontación con China – qué no lo es en absoluto- Putin no sería de ayuda; para nada.
El riesgo de cálculo que corre Trump es, sin embargo, en Europa. Ahí, los deseos de Putin se dividen en tres clases: el levantamiento de las sanciones de Occidente; Ucrania y el socavamiento del orden mundial basado en normas, basado en el debilitamiento de la OTAN.
A Putin le encantaría que el señor Trump desguazase las defensas antimisilísticas de Estados Unidos en Europa y detuviese la ampliación de la OTAN con otros miembros, como Montenegro, que se prevé este año. Y Trump parece no darse cuenta de lo gigantescas que serían esas concesiones, pues da señales confusas sobre el valor de la OTAN, a la que calificó de obsoleta el mes pasado, para comprometerse a apoyar esta semana. A algunos de sus asesores parece no importarle que la Unión Europea se desmorone si la UE se desmorone y se abrazan con líderes como Marine Le Pen. El Sr. Bannon admitió que Rusia es una cleptocracia pero ve a Putin como parte integrante de una revuelta mundial de los nacionalismos contra las elites liberales, y por consiguiente contrarias a Trump.
La búsqueda de un gran acuerdo con el Sr. Putin es delirante. No importa cuán grande sea Trump como negociador. Podría terminar en un proceso desestabilizador y de caída peligrosa.