“¿Son o se hacen? Después del decreto del 24 de marzo y de Gómez Centurión, Macrì envía a la CIDH a un miembro del Opus Dei, defensor de represores, banqueros corruptos, políticos golpeadores, agentes de inteligencia y abusadores sexuales. Cree que el derecho no dimana del hombre (y menos de la mujer) sino de Dios y rechaza el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay y la libertad de prensa sin límites. ¿Insensibilidad o astucia para desplazar de la agenda tarifazos, inflación, cierres de empresas y despidos?”
Así comienza la nota de Página 12 de este domingo en la que se da cuenta de la propuesta de Carlos Horacio De Casas “un hombre de las cavernas” a la CIDH, por porte del presidente Mauricio Macri, para quien los derechos humanos son “un curro”, según sus propias palabras.
El texto del colega Horacio Verbitsky sostiene que “la Cancillería notificó a la CIDH la elevación de la candidatura para integrarla del abogado mendocino Carlos Horacio de Casas. Es más probable que se genere un nuevo apasionado debate a que su postulación culmine con éxito. Si bien los candidatos son propuestos por los Estados, una vez electos por el voto de los países que integran la OEA en la Asamblea General se desempeñan en forma personal como miembros independientes, por lo que en su designación se toman muy en cuenta las características personales. Las de Carlos Horacio de Casas no son las más apropiadas para el puesto. Abogado penalista, su curriculum oficial en la página del estudio EDPB, no incluye un solo ítem vinculado con los Derechos Humanos. Egresado de la Universidad Nacional del Litoral en 1977 y de la Escuela de Negocios de la Universidad privada Adolfo Ibáñez de Chile, en 1997, fue director de Asuntos Penales y abogado de la Asesoría de Gobierno del gobierno radical mendocino de Santiago Llaver y apoderado en Mendoza del Banco Central. Como docente en universidades privadas, ha enseñado derecho penal, un posgrado de especialización para abogados de empresas y una Maestría en Derecho Empresario. Su vinculación más notoria con los Derechos Humanos fue desde el otro lado del mostrador, como defensor del oficial del Ejército Enrique Gómez Saa. En noviembre de 2013, De Casas consiguió la suspensión del juicio en el que su cliente estaba procesado por la privación ilegal de la libertad y tormentos agravados de tres personas en la Compañía de Comunicaciones de Montaña Nº 8, en 1976. Para suspender el juicio, De Casas alegó que horas antes de la audiencia Gómez Saa había padecido un repentino estado confusional. Los abogados y familiares de las víctimas denunciaron constantes maniobras dilatorias. Una de sus víctimas, Roberto Vélez, dijo que otra vez Gómez Saá pidió autorización para viajar a Chile por razones de salud, pero en realidad se fue de vacaciones. “Perteneció al núcleo duro de la represión en Mendoza, ya que fue el segundo Jefe de Inteligencia después de Orlando Dopazo, responsable de todo el proceso represivo en la provincia de Mendoza, el que posibilitó la desaparición, tortura y muerte de centenares de ciudadanos”, añadió. El abogado del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Pablo Salinas, recordó al tribunal que ya dos veces antes Gómez Saa había prorrogado el inicio del debate. Entre otras articulaciones defensistas, De Casas recusó al juez del Tribunal Oral Juan González Macías, uno de los pocos que ya en 1987 declaró nulas las leyes de punto final y obediencia debida, aduciendo que había mencionado a su defendido en los fundamentos de la causa nº 076-M “Menendez”. En la recusación a González Macías, que el tribunal rechazó, De Casas objetó la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, la aplicación de la teoría de Klaus Roxín en los delitos cometidos por el Estado como aparato organizado de poder, la asociación ilícita y las agravantes. Esta es la opinión del abogado, contra la estructura de juzgamiento seguida en el país desde 1985, no la de su defendido. Gómez Saa eludió la condena, porque fue separado del juicio por demencia senil y hoy Salinas, quien está ternado para un tribunal oral, se ha convencido de que De Casas no es el peor candidato posible, aunque no parece que su revelación sea contagiosa. Menos cuando se conozca todo lo que sigue y que él no se preocupó por investigar, pese a que integra la red de abogados en causas de crímenes de lesa humanidad”.
Y añade: “De Casas ha presentado dos casos ante el Sistema Interamericano. El primero en 2004 conjuntamente con el abogado Carlos Varela Álvarez, quien sí tiene experiencia ante la CIDH y que en la década de 1990 fue el abogado defensor del traficante sirio de armas Monzer Al Kassar. Se trata del caso 12.553, de 2004, por violación del derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, el derecho a la libertad durante el proceso judicial, el derecho a ser oído en condiciones que garanticen el debido proceso y el derecho a un juicio justo e imparcial de los banqueros uruguayos del Opus Dei Jorge, José y Dante Peirano Basso, quienes fueron acusados por insolvencia societaria fraudulenta. El cuarto hermano, Juan Peirano Basso, se refugió en Estados Unidos, de donde fue extraditado al Uruguay. Por medio del Trade and Commerce Bank (TCB) de las Islas Caimán, los Peirano captaron ahorros millonarios de clientes paraguayos, argentinos y uruguayos, que transfirieron a otras empresas de su grupo Velox, que manejaba el Banco de Montevideo. Según cables de la embajada de Estados Unidos en Uruguay filtrados por WikiLeaks, la extradición de Juan Peirano fue “una gran historia de éxito contra la corrupción”. Es ilustrativo que el mismo gobierno que ignora la solicitud de los órganos supranacionales de protección a los derechos humanos de poner en libertad inmediata a Milagro Sala, por violaciones al debido proceso y ausencia de jueces independientes e imparciales, postule como comisionado a quien defendió ese derecho para tres poderosos banqueros. Que éste es el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos no es novedoso. Que pretenda exportar su justicia de clase al Sistema Interamericano de protección de los Derechos Humanos parece excesivo, por decirlo con los términos de Gómez Centurión. En 2015, De Casas volvió a la CIDH, esta vez en compañía de los abogados Lucas Gómez y Javier Teitelbaum y de su socio en el estudio, Ignacio A. Boulin Victoria, quien sí obtuvo un diploma en Derechos Humanos en la American University de Washington y fue pasante en la CIDH. Solicitaron medidas cautelares en resguardo de la vida de Damián Pachter, quien cerca de la medianoche del 18 de enero de 2015 informó en las redes sociales que el cuerpo sin vida del ex fiscal general Natalio A. Nisman había sido hallado en un charco de sangre en el baño de su departamento, cosa que había sucedido dos horas antes. Luego de ello viajó a Israel alegando que había sido amenazado. A ninguno de sus compañeros de trabajo en la web del diario Buenos Aires Herald le había hablado de la presunta amenaza. De Casas y sus copatrocinantes informaron a la CIDH que Patcher fue entrenado durante tres años por el Ejército israelí para “actuar en circunstancias extraordinarias”. A sus compañeros del Herald les dijo que había sido vocero de aquel Ejército. Pachter narró en el diario israelí “Haaretz” que el viernes 23 de enero de 2015 estaba trabajando en la redacción del Herald cuando un colega de la BBC “me dijo que mirara un cable de la agencia estatal de noticias sobre la muerte de Nisman”. Pero sus jefes y compañeros afirman que ese día ya no fue a trabajar. Agregó que en ese cable, Telam “citó un supuesto tuit mío que nunca escribí”, de lo que dedujo que se trataba de un mensaje en clave. Según replicó la agencia lo que nunca se escribió fue el presunto cable de Telam. El amigo que llamó a Pachter le indicó que fuera a Retiro para salir de la ciudad. Agregó que por suerte cuando llegó a la terminal estaba por salir un colectivo hacia un destino que se negó a revelar. “Después de varias horas en la ruta, llego a otra estación de colectivos, donde estuve un par de horas. Eso se convirtió en un gran error: creo que ahí fue donde alguien comenzó a observarme”. Para salir de ese lugar su amigo le dijo que lo esperara en una estación de servicio. Luego de dos horas “entró una persona muy extraña. Tenía jeans, una campera de jean y anteojos Ray-Ban. Me percaté de su presencia enseguida. Estaba sentado a dos mesas de distancia de la mía. De repente sentí un dedo en mi cuello y salté como nunca lo hice en toda mi vida”.