¿Nuestro destino es y será discepoleano? Es deseable que no; que alguna vez no sea lo mismo ser sabio que chorro, burro que aplazado; sobre todo que alguna vez, más temprano que tan tarde, el banquete sea para todos, o para ninguno, y que entonces, de no haber más remedio, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda. Pero a veces, cierto escepticismo puja por hacerse un lugar. Trump es un maldito facho – pero no hace otra cosa que llevar adelante el programa original de Lincoln -; los indignados progres de Estados Unidos deberían poner el grito en el cielo cuando su país despliega genocidios por el mundo a bombazo limpio; entre nosotros, la confusión reinante en el llamado campo popular hace que sus voces mediáticas más resonantes –sostenidas con la pauta oficial del macrismo – ahora le canten loas a los TLC cuando hasta hace días nomás recordaban con cariño a Chávez y su “ALCarajo” marplatense, y en nuestra tele aparecen chantas de diverso pelaje, sean estos “nacionales y populares” despistados o desembozados gurkas del neoliberalismo, que mezclan todo, NAFTA con TPP y Alianza del Pacífico; limones y negociaciones comerciales, que siguen sin resolverse aunque haya pasado el tiempo del GATT hacia la OMC hace ya tanto, con necesidades de decir cualquier cosa con tal de pegarle al facho nativo llamado Macri, y no se dan cuenta que cuando se dice cualquier cosa ganan los malos (clase uno sobre Comunicación y Política). Y no bastaba con todo ello que los indeseables de la AFI o SIDE, lo de la sigla es lo de menos, con la banda judicial y mediática entre sus sábanas de complicidad, lanzan otra andanada operativa contra el kirchenerismo, ahora con la grabación esa del “no seas pelotudo Oscar” o cosa parecida; y duele, más que la operación, que se haya cometido la pelotudez de darle pasto a las fieras: ¡pibes, desde la época de Espartaco (bueno exagero un poco, pero se entenderá), que hay cosas que por teléfono no se dicen!; o acaso no saben que desde el nazismo para acá el verbo pinchar es de conjugación eterna e infinita. Y para el final: “se dice” está prohibido entre nosotros, los periodistas, pero la verdad es hay usinas de rumores que ya están haciendo correr la siguiente idea: si se pudre todo, ¿acaso los argentinos no tienen a su propia T como reemplazo de la política, tan facha e impresentable como Trump, pero que se llama Tinelli?; o dicho de otro modo: el rating por el voto y la reality show política al poder.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / No podía ser otro el primer párrafo a partir de ahora mismo: “¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor! ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador! ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón! (…). Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón (…)”.
Aclarado el punto, propongo la lectura atenta de dos textos, uno de hoy y otro de, adjudicados el primero al diario La Nación y el segundo al The Wall Street Journal, para llerlos en clave de acertijos pues ellos mismos demuestran que, en el planeta Donald Trump, no todo lo que es parece ni todo lo que parece es, que el fulano sigue con una obsesión que le hizo ganar fortunas, el rating en TV, y por ahí se manda, pues al fin de cuentas la técnica puede servirle para ejecutar en tiempos de Siglo XXI, Twitter y Facebook aquello que tan bien alguna vez definiera el intelectual brasileño Theotonio Dos Santos – uno de los pensadores de la Teoría de la Dependencia -: Estados Unidos, desde la victoria de Abraham Lincoln en la Guerra de la Secesión (1861 y 1865) hasta nuestros días, tiene un política de Estado estratégica a inamovible, promover el proteccionismo en casa y el libre cambio o libre comercio afuera; primero los limones de california, o las uvas y lo que fuere, pero que Argentina –primer exportador mundial del amarillo cítrico y su jugo – compre limones, sí limones, en el exterior. En varias verdulerías de la ciudad de Buenos Aires ya se los ve, traídos de España y de Estados Unidos, lo mismo que para ésta época los pomelos Haifa, importados desde Israel; por ejemplo.
Publicaba entonces La Nación: “La ola proteccionista de Donald Trump cobró impulso y se potenció con una batería de medidas y señales en el mismo día. En cuestión de horas firmó un decreto por el que directamente retiró a los Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), impulsado por la anterior gestión de Barack Obama para contrarrestar el peso comercial de China” (¿Cómo, no era que Trump va contra China?)
«Si reducimos los impuestos y subimos los aranceles, no habrá razón para que las empresas de Estados Unidos se instalen en otros países», razonó ante los periodistas” (¡UUUU, Lincoln proponía lo mismo!)
“La catarata de decisiones adoptadas ayer se suman al paso que dio en la tarde del domingo, cuando anunció la renegociación del Acuerdo Comercial del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) que elimina aranceles en las fronteras con México y Canadá. Con el paso del domingo, Trump anunció la renegociación de ese acuerdo. Con el que dio ayer, directamente eliminó la posibilidad de que Estados Unidos se una al acuerdo comercial con otros 11 países de la cuenca del Pacífico (…). La retirada de Estados Unidos del acuerdo fue una de las promesas electorales de Trump. «Eso no tiene sentido ni sirve para nada», sostuvo. Desde una perspectiva formal, el paso dado ayer no tiene efecto real, ya que para la confirmación era indispensable el voto del Congreso, algo impensable poco menos que imposible con el dominio republicano del Congreso. En esa misma línea, el FMI señaló que la retirada «no tiene impacto relevante» en la economía de los países de la región que lo han firmado. Pero en los hechos es la ratificación pura y dura de la política comercial de Trump, que quiere deshacer todo lo hecho por Obama en esa materia y que apunta a demorar la globalización a base de proteccionismo. El acuerdo, que posiblemente quede gravemente herido, asociaba una población de 800 millones de personas, un 40% de la economía mundial y una cuarta parte del comercio mundial”.
Vayamos por partes: El TPP aun no está en vigencia para Estados Unidos, por lo tanto lo de Trump al respecto, sólo es humo por ahora. ¿El “patriota” que viene a salvar al pueblo de Homero Simpson le va a dejar a los chinos el control del 40 % del comercio mundial? Permitan que ría: ¡Ja Ja Ja”. Y lo más contundente, muchísimo más que mi risa por lo menos, lo que el lunes publicaba The Wall Street Journal: “Donald Trump ha decidido redoblar el proteccionismo norteamericano. Su discurso de asunción como 45° presidente de Estados Unidos fue reflejo de su retórica de campaña y pintó el sombrío cuadro de un país en decadencia, en el que los norteamericanos serían víctimas de una ‘carnicería’. Esa retórica le sirve para justificar su receta de cortar toda asistencia a los países extranjeros para enfocarse en el crecimiento interno. Sin embargo, es muy probable que muy pronto esa idea se tope con las crudas realidades de la economía global. Mientras le tomaban juramento, su personal daba vuelta el sitio web de la Casa Blanca para reflejar esa postura nacionalista: la estrategia de comercio internacional arranca con el retiro de Estados Unidos del pacto de cooperación económico firmado por 11 países y conocido como Acuerdo Transpacífico, y también va camino al recorte el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado con México y Canadá, ‘si nuestros socios se niegan a una renegociación que implique un trato justo para los trabajadores estadounidenses’. La trampa, sin embargo, es la siguiente: el objetivo de Trump de devolverle a Estados Unidos su grandeza se basa fundamentalmente en fomentar las exportaciones, como repitieron en la última semana los principales exponentes de su gabinete económico durante las audiencias en el Senado. En el tercer trimestre de 2016, el comercio internacional hizo que la economía norteamericana registrara su mayor crecimiento de los últimos dos años, alcanzando una tasa anualizada del 3,6 por ciento, en parte, gracias al aumento del 10 por ciento de las exportaciones a China y otros países. China, uno de los blancos favoritos de la ira de Trump, es el tercer mercado en importancia para los productos estadounidenses, después de Canadá y México. Si bien Estados Unidos tiene un déficit aproximado de unos 300.000 millones de dólares en su balanza comercial con China, las exportaciones norteamericanas hacia el gigante asiático han crecido más de un 300 por ciento en el último decenio. Además, muchas importaciones se fabrican con partes hechas en Estados Unidos. Las manufacturas norteamericanas, por ejemplo, constituyen un 40 por ciento de los componentes de los productos que luego se importan desde el vecino México”. ¡Qué tal!
¿Y con los limones qué? Siendo principal exportadora del fruto y su jugo, la economía argentina solo recibe por esas exportaciones globales unos 700 millones de dólares. Cuando Trump era un incipiente agente inmobiliario que aprendía a hacer negocios con los mafiosos del “real state” neoyorkino – una confusión más: él no pertenece al entramado corporativo de “la pesada” estadounidense -, Argentina y otros muchos países de pujantes agriculturas negociaban en el viejo GATT cómo abrir fronteras para sus productos; el problema siempre pasaba por el proteccionismo de Estados Unidos y de los países de la Europa rica, los mismos que le hacían la vida imposible a China -. Luego, en el ’94, en Marrakech, el GATT pasó a la historia y quedó conformada la OMC, y la lucha de los limones argentinos sigue y sigue, y lo que ahora sucede es que los nuestros empresarios limoneros y el Estado argentino (esperemos que los muchacho de Macri sepan algo de todo eso) tendrán que sentarse a negociar con Washington porque lo que el flamante okupa de la Casa Blanca hizo es lo que hicieron todos sus predecesores cuando se alteró el signo republicano o demócrata: suspender los efectos de las tratativas comerciales en curso, para ver qué más se logra. ¡Y sí, es el Imperio!
En medio de toda esta marabunta, en las últimas horas los dizque periodistas opositores – ¡tan bien viven los medios desde lo que actúan y muchos de ellos también, con la pauta que reparte Mauricio Macri! – intentaban de pegarle al patrón de Cambiemos con lo que sea, hasta defendiendo los espíritus más perversos entre todos los que invocaba el ALCA, con tal de sostener que Trump está contra “el Mauri”, cuando el facho rubio de allá al Norte poco debe saber siquiera dónde queda Argentina, no así Punta del Este porque allí tiene sus buenos negocios, que a su vez son buenos porque mucho garcaje nuestro hizo del balneario yorugua una especie de meca del “dolce far niente”.
Y en ese berenjenal están metidos los nuestros dizque opositores al confundir TPP con Alianza del Pacífico. Acaso toda esa supina chapucería puede hacernos recordar cuando, siendo la entonces URSS el principal socio del comercio granario argentino, los principales diarios de este país se negaban a tener corresponsales que siguiesen semejante fuente de información calificada, simplemente porque era aquella una “sucia comunista”. ¡Y sí, Discépolo!
Todo ello sacudía la mata cuando otra provocación de la trama política, mediática y judicial gorila se ponía en acción: la opereta que pasará a la historia como “no seas pelotudo Oscar” o cosa parecida. Sí, lo de siempre, pero esta vez sería oportuno pensar en qué se hizo mal para que semejante conversación telefónica – una pelotudez redonda y universal, por cierto – pueda quedar allí, bollando, para que los malos tengan la oportunidad de hacer mermelada. ¡Recordad que desde el nazismo para acá, el verbo pinchar es de conjugación infinita!
Sí, llegamos al final. Por ahora no hay material suficiente para abundar. Pero en la Embajada (de Estados Unidos) en la lista de globos a tener en cuenta para lanzar al firmamento mayor de la política argentina se barajan los nombres de siempre, Sergio Massa y la gobernadora Vidal; más ahora también el de Rogelito Frigerio, sí el de la obra pública, ¡atención!, y tras el síndrome Trump nuestro capo del reality y del rating: ¡Ay, Marcelo Tinelli!…Que alguien, divino o de la tinieblas se apiade de los argentinos.
(*) El autor es doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor.