Mientras la familia de un menor abusado por el cura Juan Escobar Gaviria denuncia aprietes, el arzobispo de Paraná se “solidariza” y les ofrece dinero. En los últimos años Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná, en Entre Ríos, fue acusado en reiteradas oportunidades de encubrir y ser cómplice de sacerdotes denunciados de cometer abusos sexuales contra menores de edad.
“Este diario viene siguiendo uno de esos casos, el del cura Justo José Ilarraz, quien este año será sometido a juicio oral por haber abusado de, al menos, medio centenar de chicos de entre 10 y 14 años. El proceso, iniciado en 2012, tuvo muchas idas y vueltas producto de las maniobras y presiones del poder eclesiástico. Tanto las víctimas como sus abogados y familiares insisten en que Puiggari fue un actor central de esas maniobras y presiones. El de Ilarraz es uno de los casos más emblemáticos, pero no es el único. Y en todos la actitud del arzobispo de Paraná fue similar: silencio, silencio y más silencio. Y, obviamente, hacerle el aguante a sus colegas de sotana. A tal punto ése es su patrón de conducta, que el año pasado el mismo Puiggari fue acusado de encubrir a un párroco entrerriano por una paternidad no asumida”. Así informa La Izquierda Diario este martes, que pasamos a reproducir.
Sin embargo el arzobispo de Paraná parece haber cambiado de actitud respecto de uno de los casos, que desde fines de octubre de 2016 viene haciendo mucho ruido en Entre Ríos. Se trata de cuatro denuncias contra el cura Juan Diego Escobar Gaviria por abusos sexuales a menores de edad cometidos en la Parroquia San Lucas Evangelista, ubicada en el pueblo Lucas González de la localidad entrerriana de Nogoyá.
El caso se tramita en la Unidad Fiscal de esa ciudad, a cargo de Federico Uriburu y Rodrigo Molina, y se abrió el 27 de octubre tras una presentación que hicieron ante el defensor oficial Oscar Rossi monjas del colegio Castro Barros San José. Allí llevaron la denuncia que previamente realizó ante ellas la madre de uno de los menores abusados.
Pocos días después de que el escándalo trascendiera al pequeño pueblo y fuera levantado por algunos medios locales (como Entre Ríos Ahora), monseñor Puiggari decidió apartar a Escobar Gaviria de la parroquia en la que llevaba doce años “trabajando”. Es más, el arzobispo le pidió que abandonara Lucas González y se refugiara lejos de las víctimas y sus familias.
Hasta ahí, la actitud de Puiggari podría interpretarse como un cambio “saludable” en favor de las víctimas. Pero sólo hasta ahí. Es que desde entonces el arzobispo de Paraná se dedicó a continuar maniobrando para intentar dejar lo mejor parada posible a la conducción de la Iglesia Católica, más allá del sufrimiento y los daños ocasionados a sus feligreses.
Hace pocos días, a fines de año, el periodista Ricardo Leguizamón relató en Entre Ríos Ahora la compleja trama de silencios y encubrimientos a la que se vieron sometidos quienes fueron manoseados, obligados a desnudarse y tener sexo con quien es considerado por muchos un “representante de Dios en la tierra”. Una de la víctimas (ya mayor) debió irse de Lucas González a Buenos Aires escapando de las miradas y la desconfianza propinadas por pueblerinos que veían (y siguen viendo) en Escobar Gaviria a un “sanador” enviado del cielo.
El caso se fue convirtiendo en un verdadero problema para Puiggari. Y el arzobispo decidió arrancar el año con un rol un poco más activo. Así fue que la tarde del martes 3 de enero viajó desde Paraná a Lucas González. A eso de las ocho menos cuarto golpeó la puerta de la casa de una de las víctimas de Escobar Gaviria, por cuyo caso justamente se abrió el expediente contra el cura. Según relató Silvia Muñoz, madre de la víctima de 11 años, el arzobispo no dudó en manifestarle su solidaridad e incluso llegó a calificar al párroco como un “pedófilo manipulador”.
Consultada por medios locales sobre la charla con el monseñor, Muñoz dijo que Puiggari les pidió perdón por lo que están pasando y que a su vez les ofreció dinero. “Dijo que sabía que somos laburantes y que no estamos económicamente bien, que nos quería ayudar con lo mínimo, que es la atención psicológica del nene. Yo le comenté que a la última sesión del nene no la pude pagar porque no tenía los 500 pesos. Por eso mismo, me dice, porque es algo que pasó en la Iglesia, nosotros nos tenemos que hacer cargo, entonces yo quiero reparar algo, me dijo, para que ustedes no estén gastando. Le dije que no quería plata. Que acá todo el mundo dice que yo quiero sacar plata de la Iglesia. Yo no quiero plata. Yo quiero, le dije, que usted haga algo para que Escobar Gaviria vaya preso”, relató la madre.
Horas después de esa visita a la familia del niño abusado (dicho sea de paso, con las otras tres víctimas nunca se comunicó) Puiggari hizo declaraciones por una radio del pueblo. Fiel a su estilo, no desmintió ni confirmó el relato de Muñoz. Consultado por algunos pormenores de esa conversación (de una hora cuarenta y cinco) el arzobispo respondió que, por tratarse de “una conversación privada”, su “ética” lo obligaba a “no revelar lo que se habló”.
Acto seguido Puiggari lanzó una definición contundente, acorde a la política extendida en todo el mundo por la Iglesia Católica. “La Justicia está actuando, somos respetuosos”, dijo, y agregó: “Mientras tanto, yo guardo silencio”. Y por si no quedaba claro explicó que “la mejor colaboración a la Justicia es guardar silencio y estar a disponibilidad. Y lo que tengo que hacer, porque me lo manda la Santa Sede, es esperar si la investigación arroja luz sobre la culpabilidad o la inocencia del sacerdote”.
Decidida a combatir hasta el final esa trama de silencio cómplice, Silvia Muñoz comenzó a dar entrevistas a medios cada vez más masivos. Este fin de semana el caso de su hijo fue expuesto en el programa Cámara del crimen del canal TN, con ella en el piso. Mal que le pese a Puiggari, el caso de su antiguo protegido Juan Diego Escobar Gaviria ya se nacionalizó.
Justamente por eso será que la familia del niño ahora comenzó a sufrir amenazas y hasta ataques. Horas después de hablar por TN, Silvia anunció por las redes sociales que el perro de la familia había desaparecido. Ayer lunes la mascota apareció por sus propios medios, pero con su cuerpo lleno de balazos y una soga al cuello que lo estaba ahorcando.
Inmediatamente la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina repudió “los actos de carácter mafioso perpetrados contra la familia denunciante del cura abusador de menores Juan Diego Escobar Gaviria en Entre Ríos”.
Puiggari dice que su accionar se ajusta a las directivas que, sobre este tema, lanzó desde Roma Jorge Bergoglio el pasado 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Será por eso que, así como el exarzobispo de Buenos Aires mira para otro lado en tantos casos denunciados ante sus narices, el arzobispo de Paraná hace lo suyo en Entre Ríos.
Silvia Muñoz ya se integró a la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, cuya referente a nivel nacional es la platense Julieta Añazco. Uno de las consignas centrales de la Red es, precisamente, eso que a Puiggari tanto le molesta: no resguardarse en el silencio y hablar, hablar, hablar.