De los que viven en áreas contaminadas con arsénico. Un estudio revela que cinco provincias del Centro y el Norte del país tienen los valores más altos; la exposición a través del consumo aumenta la posibilidad de padecer enfermedades crónicas o graves, entre ellas cáncer. Uno de cada 10 argentinos vive en una zona donde el agua está contaminada con arsénico y su consumo en el tiempo puede causarle enfermedades, como cáncer, anemia o problemas de la piel. La falta de inversión en el suministro de agua potable agrava este escenario. Sólo en la provincia de Buenos Aires, la más poblada del país, hay 31 localidades con niveles por encima de los 10 microgramos por litro (mcg/l) que aconseja la Organización Mundial de la Salud, de acuerdo con los resultados de la primera revisión de investigaciones y registros de los últimos 15 años. En esos documentos, el 87% de las muestras obtenidas en municipios bonaerenses en ese período superaban los valores seguros para la población. Hasta hace poco, seis o siete empresas agroalimentarias competían por el mercado de las semillas y los productos químicos. Pero si los entes reguladores de Estados Unidos y la UE permiten que se concreten una serie de fusiones, en pocos meses sólo tres empresas controlarán casi el 60% de las semillas del mundo, casi el 70% de los pesticidas y productos químicos necesarios para cultivar alimentos y casi todas las patentes de los alimentos transgénicos del mundo.
Las mega-fusiones que en este momento están analizando los gobiernos y la Unión Europea incluyen la compra por 59.000 millones de euros de Monsanto, la empresa de productos químicos, semillas y biotecnología de Estados Unidos, por la alemana Bayer; la intención de la empresa química estadounidense Dow de fusionarse con su rival, el conglomerado DuPont; y el plan de ChemChina de comprar el grupo suizo de semillas y genética Syngenta por 38.000 millones de euros. Si tenemos en cuenta las fusiones de algunas de las empresas de fertilizantes más grandes del mundo, y las intenciones de las empresas de equipamiento agrícola más grandes del mundo de invertir en big data, robótica y tecnología agrícola, todos estos movimientos empresariales llevarán a la agricultura global a una nueva era, afirmana EcoPortal Net el 19 de octubre pasado.
Este martes, el diario La nación informa sobre el riesgo que corren cuatro millones de argentinas pero se cuida muy mucho de mencionar a los responsables de semejante depredación, la que llevan a cabo los grandes productores y exportadores granarios, los niños mimados por el gobierno de Mauricio Macri, quien apenas asumió su mandato los benefició con la quita de retenciones, de la misma manera que lo hizo a favor de otros predadores, las multinacionales mineras.
“Nuestro país es uno de los 12 en el mundo con mayor concentración de arsénico en el agua, según informa el equipo coordinado desde el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS). «Encontramos vacíos importantes en las investigaciones publicadas sobre el impacto del arsénico en la salud, En América Latina, por lo menos más de una decena de países comparten el problema, con unos 14 millones de personas en riesgo por la falta de plantas de tratamiento y distribución de agua segura para el consumo. «Las zonas más críticas están en la Argentina, Chile y México. Se estima que la población que vive en áreas con agua contaminada con arsénico en la Argentina alcanza a los cuatro millones de personas», publica en la revista Science of the Total Environment el equipo del instituto designado Centro Cochrane Argentina. La arsenicosis o hidroarsenicismo crónico regional endémico (hacre) es la intoxicación causada por el consumo de agua con valores superiores a los recomendados. El 10% de los argentinos viviría expuesto a esa amenaza hídrica sin color ni sabor”, reconoce La Nación
Un 2,6% de la población ya padece arsenicosis. Reside, principalmente, en el norte de La Pampa, el este de Tucumán, 31 localidades de la provincia de Buenos Aires y el sur/sudeste de Córdoba, Santa Fe, Chaco, Santiago del Estero y Salta, de acuerdo con el análisis de muestras de sangre u orina, el hisopado bucal o el examen de la piel de habitantes con seis meses o más de residencia en esas zonas.
Y, de acuerdo con los estudios del agua revisados, las provincias del noroeste, Cuyo y la llanura chacopampeana concentran los valores más altos en el agua subterránea. En la provincia de Buenos Aires, 9 de cada 10 muestras de agua de la red pública y los pozos superan los valores seguros recomendados.
Aunque esta información no es un secreto para los responsables de resolver el problema y mejorar el acceso al agua saludable, «es un tema difícil por un lado y que se prefiere mantener en secreto. No hay voluntad y nunca la hubo para solucionarlo», dice Marta Litter, de la Unidad de Actividad Química del Centro Atómico Constituyentes. «Como con cualquier enfermedad, sin dudas tiene un impacto en el sistema sanitario. Pero es totalmente evitable. En eso, soy categórica», sostiene la coautora del estudio.
Hace años que Litter advierte que hay cuatro millones de argentinos en riesgo de intoxicación. «Siempre digo que la población tiene que estar informada, que las autoridades deben contactar a médicos o docentes de cada lugar, personas en las que la población confía, para tomar alguna medida, y que hay que reforzar el estudio de tecnologías económicas», enumera. Afirma que «no hubo ni hay» un plan oficial de intervención. «Sólo es necesario que nos convoquen -insiste-. Lo principal es que las autoridades suministren agua segura o que instalen algún sistema económico, que antes hay que probar en cada localidad. Para eso, se necesita voluntad política.»
Los estudios locales sobre las enfermedades que puede causar coinciden con el escenario en la región. Crece el riesgo de desarrollar cáncer de colon/recto, pulmón, mama, próstata, piel e hígado. Lo mismo sucede con las lesiones cutáneas, las alteraciones genéticas y el riesgo de muerte fetal y neonatal a través de la exposición materna.
«La contaminación con arsénico en la Argentina está asociada con un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas graves, incluido el cáncer, lo que demuestra que es necesario implementar medidas adecuadas y oportunas», afirma el equipo dirigido por Ariel Bardach, investigador del Centro Cochrane Argentino IECS.
Un cuerpo multidisciplinario de gobierno «que enfrente el problema» desde distintas áreas ayudaría a controlar el problema. El equipo afirma que «la mayor parte del agua de la corteza terrestre de la provincia de Buenos Aires supera el límite de 10 mcg/l, con lo que no es apta para el consumo. Hay concentraciones mayores (más de 50 mcg/l), sobre todo en el norte de la provincia, como Suipacha, 9 de Julio y Chacabuco».
Agustín Ciapponi, coordinador del Centro Cochrane Argentina-IECS, indica a través de un comunicado que en Bolívar se detectaron niveles de hasta 100 mcg/l, mientras que en Suipacha, Lobos y Chivilcoy los valores superan los 100 mcg/l. «Hay regiones de Santiago del Estero donde se superan los 1000 mcg/l» dice Ciapponi.
Coincide con Litter en que la población más afectada es la rural, donde falta información.
«El arsénico es un enemigo invisible porque es un elemento de origen natural que está en la corteza terrestre», explica Bardach en diálogo con La Nación. Eso, según continúa, hace que las aguas subterráneas y superficiales del planeta estén contaminadas por esa sustancia.
«El desconocimiento sobre este tema es muy grande. La gente no sabe que, en algunos lugares, el agua que sale al abrir la canilla tiene altas concentraciones de arsénico», sostiene Bardach.
El arsénico es un metaloide de origen natural presente en la corteza terrestre. Proviene de la disolución de minerales, la erosión, la desintegración de rocas y la deposición atmosférica. Contamina el agua subterránea y también las aguas superficiales. Ingresa en el cuerpo al tomar agua de pozo en áreas con sedimentos ricos en arsénico. Al comer alimentos contaminados con agua extraída de esos pozos. Al inhalar el aire en áreas como las zonas mineras. Puede producir hidroarsenicismo crónico regional endémico; estrías blancas en las uñas y verrugas, daños irreversibles en órganos, problemas gastrointestinales, EPOC, diabetes, bronquitis crónica, neuropatía periférica, alteraciones de la memoria, entre otros males.
En junio de 2007 Eco Portal Net informaba: El agua es la necesidad más urgente para el ser humano, a pesar de ello, son muy pocas las poblaciones que disponen de este elemento en cantidad suficiente, ya que su distribución en el mundo es despareja. Las aguas pluviales no se reparten equitativamente, sino que se concentran en zonas templadas y en los trópicos húmedos. Ayuda a que la vegetación prospere en algunos países y deja que sólo los desiertos prosperen en otros. Mientras existen regiones donde se precipitan hasta cinco metros de agua anuales, otras, reciben 1.000 menos. Gran parte de las aguas dulces están bajo forma de hielos o son subterráneas y de difícil acceso. Sólo el 0.008% se hallan en lagos o ríos y circulan por napas de fácil acceso. Los problemas del agua se centran tanto en la calidad como en la cantidad. La comunidad debe conocer la importancia de la “calidad” de la misma y esa misma comunidad de encargarse de su cuidado y preservación. Los primeros en contaminar las aguas son los pesticidas y funguicidas como al arsénico, llevados hasta los ríos por la lluvia y la erosión del suelo, cuyo polvo vuela hacia los ríos o el mar y los contamina. Además, los campos pierden fecundidad por abuso de las técnicas agrícolas. La sal acarreada en el invierno desde las rutas hasta los ríos es otro factor envenenante. Lo mismo que los diques y las represas, que “barren” amplias franjas de cultivo. La agricultura da cuenta de alrededor del 70% del uso global del agua. Si tomamos el ejemplo de la Argentina, observaremos que casi toda el agua que consumen, proviene de los mismos cuerpos de agua en los que son evacuados los residuos cloacales e industriales. La concentración de diversos elementos de contaminación –materiales pesados, bacterias, nitratos e hidrocarburos- que se producen en diferentes lagos, lagunas y ríos de la Argentina, superan largamente las cifras consideradas peligrosas. No es casual que los ríos Paraná, Salado del Norte, Salado del Sur, Carcarañá, de la Plata y Colorado se inscriban entre los más contaminados del Planeta. La Argentina no posee medidas de control adecuadas para el tratamiento y disposición de aguas servidas, residuos peligrosos sólidos y desechos industriales domiciliarios, que finalmente terminan contaminando cuerpos de agua superficiales y subterráneos. Se cuenta con información que determina que importantes y numerosos cuerpos de agua se encuentran afectados por aguas servidas, con intensos procesos de eutrofización debido a la falta de depuración. El mayor problema son las áreas urbanas que reciben contaminantes al por mayor desde todas partes. Una de cada cuatro camas de un hospital está ocupada por pacientes que tienen enfermedades contraídas por el agua. La contaminación del agua actúa lentamente y genera enfermedades de todo tipo, no sólo trastornos infecciosos. El agua transporta metales y sustancias tóxicas que van acumulándose en los organismos hasta afectar de diferente manera los diversos tejidos corporales. La contaminación de las aguas de superficie provenientes de las aguas residuales industriales y de aguas negras sin tratar es una de las causas principales de daños a la propiedad (en combinación con las inundaciones), pérdidas de espacios para recreación y daños ecológicos alrededor de las principales áreas urbanas y de varios lagos interiores. En varios lugares del interior del país –como Rosario y Córdoba- los cuerpos de agua se han contaminado hasta el punto de afectar los trabajos de las plantas para su tratamiento.
La cuenca Riachuelo-Matanza en la Provincia de Buenos Aires, con sus 2.240 kilómetros cuadrados y sus tres millones de habitantes, de los cuáles sólo el 45% posee cloacas y el 65% tiene agua potable (1.700.000 personas utilizan pozos negros o cámaras sépticas), es uno de los símbolos nacionales de la polución. Tres mil empresas vuelcan a diario y desde hace años sus residuos tóxicos o no tóxicos, sólidos o líquidos, sin ningún tipo de tratamiento o con tratamiento insuficiente. Las industrias farmacéuticas, químicas y petroquímicas aportan el 30% de la contaminación, la industria de las bebidas alcohólicas y curtiembres el 3%. A estos volcamientos se agregan los afluentes cloacales. En conjunto, recibe a diario 368.000 metros cúbicos de residuos industriales, nada menos que el doble del caudal mínimo promedio del río; esta carga constituye una peligrosa que destruye cada gota de agua transformándola en una explosiva gota de contaminación. Los lodos del Riachuelo poseen grandes concentraciones de cromo, cobre, mercurio, cinc y plomo. Las mayores concentraciones de cromo y plomo se encontraron en los límites de los municipios de Avellaneda y Lanús en la Provincia de Buenos Aires.
En las zonas urbanas y rurales del noroeste de la Provincia de Buenos Aires, el acuífero Puelche –reconocido como uno de los más grandes del mundo- presenta diferentes niveles de contaminación con nitratos y bacterias coliformes. La sección superior arde de basura tóxica. La descarga es meteórica y el agua puede transportar sustancias asociadas con los pozos ciegos, los basurales y los nitratos residuales. El partido del conurbano bonaerense, densamente poblado, el agua del Puelche presenta concentraciones de nitratos hasta tres veces mayores a los límites permitidos. El canal oeste de los municipios Beriso y Ensenada, Provincia de Buenos Aires, languidece. En ningún caso las plantas depuradoras son suficientes, los tratamientos que debieran efectuar las empresas antes de volcarlos a los cauces son entre deficientes e inexistentes. El conjunto de basuras es letal: metales pesados, compuestos orgánicos e inorgánicos.
Por otro lado, la empresa Aguas Argentinas estimaba en 2007 que fluyen 2.300.000 de m3 de aguas negras sin tratar –por día- en el río de la Plata. A ellas, se suman 1.900.000 de m3 diarias de descargas industriales del Área Metropolitana de Buenos Aires. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la repercusión principal recae en que las normas de calidad del agua ambiental se exceden constantemente de la franja de los 300 metros continuos a la costa del río de la Plata, impidiendo el uso recreativo (por insalubre) de las playas que antaño fueron tan importantes para sus habitantes.
La mayor parte del agua que consume la población proviene de los mismos cuerpos en los que son evacuados los efluentes cloacales e industriales. Dada la falta de tratamiento de los mismos, la población termina consumiendo agua potable de calidad dudosa o a un alto costo de purificación.
La contaminación de las aguas subterráneas debe considerarse como el problema de contaminación más importante de la Argentina, más que nada debido a la exposición a los riesgos de salud de una gran parte de los hogares -incluyendo una gran proporción de los de bajo recursos- que dependen del agua subterránea para sus necesidades diarias.
No por estar escondidas bajo tierra las aguas subterráneas están liberadas de las descargas, el área más crítica es la Metropolitana de Buenos Aires, por la gran cantidad de gente afectada y por la baja cobertura de infraestructura en las municipalidades más apartadas. La principal fuente de contaminación son los tanques sépticos y, en menor medida, las aguas residuales industriales. Las aguas poseen contaminación bacteriológica y salina por nitrato.
La solución más efectiva es promover la extensión de servicios de saneamiento y agua potable a los barrios de bajos ingresos y áreas suburbanas que actualmente no lo reciben.
La presencia de arsénico en las aguas se puede explicar como resultado de la utilización, a veces excesiva y sin control, de productos relacionados con actividades agrícolas, la jardinería y limpieza de malezas, como son los fungicidas, insecticidas y plaguicidas en general. Muchos de ellos tienen arsénico como compuesto tóxico, porque su utilización está indicada para erradicar diversas plagas.
Las principales rutas de exposición de las personas al arsénico son la ingesta e inhalación. El arsénico es acumulable en el organismo por exposición crónica y superados ciertos niveles de concentración. Puede ocasionar afecciones como alteraciones de la piel (relajamiento de los capilares cutáneos y la dilatación de los mismos), lesiones dérmicas (neoplasias de piel), vasculopatías periféricas («enfermedad del pie negro»), además de enfermedades respiratorias; neurológicas (neuropatías periféricas), cardiovasculares y diversos tipos de cáncer (pulmón, rincón, hígado, vejiga y de piel).
Algunos estudios de toxicidad del arsénico indican que muchas de las normas actuales basadas en las guías de la OMS son muy altas, y plantean la necesidad de reevaluar los valores límites basándose en estudios epidemiológicos; por ejemplo, en Argentina se estima que el límite se debe reducir de 0,05 mg/l a 0,01 mg/l. En otros casos, podrían aumentarse dichos valores de acuerdo a las condiciones regionales. En América Latina ha podido apreciarse que a niveles similares de arsénico en diferentes condiciones (climatológicas, de nutrición y otros) el nivel de afectación es diferente.