Estadísticas sobre pobreza y marginación. Razias policiales. Delincuencia y narcos. Miles de familias de trabajadores que forman parte del escenario completo de nuestras villas. Manipulaciones políticas. Intereses inmobiliarios. Punterismos cómplices del sistema de poder. El mapa de las villas. Ubicándolo en su tiempo y contexto político resulta pieza para el debate el siguiente texto sobre el pensamiento y práctica del padre Carlos Mugica, cura militante de los ’70.
Por Iciar Recalde (*) / La lectura de la obra del Padre Mugica está poco difundida. Suele recordarse su asesinato por la Triple A y no mucho más. Derrotero complejo el de este cristiano de ley. Espejo de las contradicciones de los sectores medios ilustrados en el país semicolonial. Itinerario que va del antiperonista que aplaudió la caída de la “tiranía” en 1955 pero que ya camina hacia una comunión con los pobres que escriben en la puerta del conventillo al que iba a predicar: “Sin Perón no hay patria ni Dios. Abajo los curas.” Su aprendizaje político sucede territorialmente y hace del desprendimiento su piedra basal. QUIZÁ POR ESA RAZÓN SU PRODUCCIÓN TEÓRICA ES LA SÍNTESIS DE LOS YERROS QUE LOS SECTORES MEDIOS NO DEBEN COMETER EN LA APREHENSIÓN DE LA CULTURA POPULAR QUE ES REASEGURO PARA CUALQUIER ACCIÓN POLÍTICA CORRECTA. Los años 60 lo posicionan como guía espiritual de una generación juvenil que, aconteciendo el proceso de nacionalización de los sectores medios, se incorpora paulatinamente al peronismo. Los ´70 del Luche y Vuelve lo encuentran apoyando políticamente a Montoneros-JP. El ´73 es doloroso para Mugica: expresando su lealtad a Perón, acontece la ruptura con los sectores juveniles a los que había coadyuvado a formar. Y digo dolorosa, porque Mugica al igual que el General Perón, se desesperan por contener a la juventud dentro del movimiento nacional a vistas de su corte de marras con el pueblo peronista. Todo este derrotero está marcado por la misma apreciación: LA ACCIÓN POLÍTICA ERRADA ES LA QUE SE DISTANCIA DE LOS SENTIMIENTOS Y PESARES DEL PUEBLO EN CADA COYUNTURA HISTÓRICA. Porque en Mugica, la opción política por los pobres no se hace “en nombre de”, sino como parte de un experiencia que logra dar por tierra el egoísmo de “mis ideas” a favor de la comprensión de lo popular en todas sus opacidades. En el arranque de 1974 se produce el quiebre político definitivo a raíz de la apreciación del rol del plan de viviendas del Ministerio de Bienestar Social, que ofrece a los villeros de Retiro el traslado a un barrio obrero en Ciudadela. Plan que contaba con el aval del General y en el contexto de confrontación con el líder, la Tendencia promovía su rechazo bajo el concepto de “erradicación como avasallamiento”. Mugica reflexiona y lanza la pregunta del millón: «¿Qué opinan los villeros?»
Escribe: “Hay dos maneras de encarar esta agitación prefabricada en torno al traslado. La primera, elemental, es saber cómo ha reaccionado el villero ante la iniciativa oficial. Puesto que él es el destinatario de un programa semejante, su opinión es entonces la que debe importarnos. Hablando con la gente, nos damos cuenta de que está contenta, porque se le brindan cosas dignas, hermosas. Este plan del gobierno popular no se parece en nada a los planes que surgieron durante la dictadura. Al respecto, yo pienso que el plan puede tolerar correcciones, puede ser mejorado, lo cual no significa cuestionar el plan en su totalidad ni ignorar sus muchos méritos. No es ideal. Es bueno, simplemente, lo que no es poco decir. Por lo tanto, nosotros estamos a favor de este plan, porque nosotros queremos erradicar las villas y no eternizarlas. (…) Erradicar la villa significa sustraer a sus pobladores, a las numerosas familias que la habitan, de condiciones ofensivas para su dignidad, para la salud moral y física de niños de adolescentes. De ahí que apoyemos la erección de barrios y viviendas higiénicas, ventiladas, dotadas de los imprescindibles servicios sanitarios, luz, gas. Porque el villero no quiere seguir siendo villero, no quiere seguir viviendo como un condenado (…) Quien comprenda realmente al villero tiene que comprender sus legítimas ansias de liberarse de una situación que lo transforma en paria.” Y agrega refiriéndose al accionar de la Tendencia en el conflicto: “Aunque invoque al villero, en realidad no se ha asomado a sus problemas. (…) Nuestro pueblo es cristiano, es justicialista, no acepta las formulaciones falsamente revolucionarias de quienes, en definitiva, no son sino una expresión del liberalismo europeo. (…) Los que claman por la revolución son casi siempre gente de afuera, activistas que no viven ni han vivido en el lugar.. Hay una muestra típica de este irrealismo político, de este prejuicio de superioridad presuntamente revolucionaria, que se comprueba en las reuniones o asambleas promovidas por la ultraizquierda. Apenas un compañero de la villa cuestiona un argumento, discrepa con una iniciativa, manifiesta sus diferencias con algún dirigente, enseguida se le imputa que carece de conciencia política y se lo excluye. De este modo, muchas organizaciones o grupos han perdido representatividad, la gente los abandona, abandona a quienes no entienden sus reales necesidades y la subestiman políticamente.” (“La ultraizquierda en las villas”)
Es casi obvio reafirmar a la luz de lo sucedido, por ejemplo, tras algunas opiniones esgrimidas por sectores del campo nacional en torno al rol de la Ley de emergencia social, la actualidad que reviste el pensamiento de Mugica si queremos realmente afrontar una política popular seria y sin mezquindades.
(*) La autora es Licenciada en Letras por la UNLP. Docente y militante peronista.