Un fin de clases para reivindicar el “derecho a la palabra” y a la educación en situación de encierro, más de un centenar de internas participaron de una “radio abierta” desde la cárcel. Docentes universitarios denunciaron la violencia penitenciaria y exigieron que faciliten el traslado a las facultades.
Por Gabriela Calotti (*) / Detrás de cada uno de los rostros de las mujeres que la tarde del miércoles fueron poblando poco a poco un salón de usos múltiples de la Unidad 8 de Los Hornos, hay una historia de vida, de dolor, de injusticia por las condiciones carcelarias, por los motivos que hasta ahí las llevaron o simplemente por la fatalidad, pero también había motivos de esperanza y confianza en sí mismas: celebrar el fin del ciclo lectivo 2016 para aquellas que este año fueron a la escuela primaria, al secundario o las que ya están cursando en las facultades de Derecho o de Periodismo y Comunicación Social e invitar a las que aún no se sumaron al desafío de volver a estudiar o sencillamente de empezar.
Después de ingresar al penal, de dejar documentos, llaves y celulares, de pasar tres puertas enrejadas y una de metal, alumnos y docentes de las facultades de Humanidades, de Derecho y de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) entraron al salón decorado por las chicas con globos y guirnaldas lilas y violetas, con afiches con fotos de los talleres que desarrollaron durante el año, como el de radio bautizado “Guerreras de Pie”, impulsado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social que dirige la agrupación Rodolfo Walsh, el de escritura, impartido éste último por alumnos de Humanidades que integran el colectivo de educación en cárceles “Atrapamuros” vinculado al movimiento Patria Grande y el de música.
Coloridas, maquilladas, engalanadas, alegres de ver otras caras, algunas más serias, pensativas, charlatanas, todas, se dispusieron a presenciar una “radio abierta” que tuvo lugar durante casi tres horas con Gabriel Morini y Gabriela Wahnon, docentes y periodistas de Radio Universidad. Por el micrófono pasaron la titular del Centro de Estudiantes de la U8, las chicas que participaron de los talleres y que fueron recompensadas con un sencillo diploma de un valor inestimable por el esfuerzo con el que llevaron adelante su año educativo.
Organizado por el Centro Universitario “Juana Azurduy” de esa unidad penitenciaria que preside Viviana Blanco, más de un centenar de “chicas” se fueron ubicando en las sillas y bancos de madera dispuestos en el salón que lograron decorar pese a los obstáculos del personal penitenciario, que en pequeños grupos entraba y salía por puertas que llevan a los pabellones de la cárcel Tras entonar el himno nacional en una versión folclórica y tanguera, lejana de la oficial de corte militar, fue una de las muchachas en situación de encierro, Mariela, quien arrancó los primeros aplausos y ovaciones: “¡la unión hace la fuerza chicas!”.
“La forma y la herramienta para irnos lo más rápido posible a casa es capacitarnos”, exclamó Viviana, estudiante universitaria, que invitó a sus compañeras de encierro a animarse a tomar el sendero de los libros porque “en esos momentos somos libres”, les aseguró.
“Pensamos en una radio abierta desde el programa ‘Grasa Capital’ para reivindicar el derecho a la palabra”, sostuvo Wahnon. “Hablar es un acto de libertad. Bienvenido sea derribar muros a través de la palabra desde un lugar de encierro”, dijo poco después Morini.
A su turno, el secretario de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo, Jorge Jaunarena aprovechó la radio abierta para denunciar la “violencia del Servicio Penitenciario Bonaerense”.
“Qué importante sería tener radios desde acá. Desde adentro”, sostuvo con indignación y emoción ese responsable, antes de reclamar que “de una vez por todas se respete la dignidad humana y se deje de golpear y de torturar. Estas cosas se tienen que terminar”, insistió ante el aplauso cerrado de las mujeres.
Sin lugar a dudas todas se acordaron de la noche del 25 de noviembre pasado, cuando las autoridades de esa unidad penitenciaria ordenaron una requisa violenta, denunciada al día siguiente por el Observatorio contra la Violencia de Género (OGV) de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, y suspendieron el festejo de cierre de fin del ciclo lectivo previsto para el día 26, provocando no sólo la angustia del episodio que tuvieron que vivir las mujeres allí alojadas, sino generando en ellas una gran desazón.
Silvia Navarro, coordinadora del Programa de Educación en Contextos de Encierro de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP, una de las más elegidas por quienes están detenidos en la provincia de Buenos Aires, reclamó al Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) “el cumpliminto del convenio para facilitar el traslado de los estudiantes a las facultades”.
“Deben ser llevados a las facultades. Tienen que vivir el ambiente de la facultad”, insistió la docente.
Desde 2001, el SPB firmó diversos convenios con la Dirección General de Escuelas de la provincia y con Universidades y tienen la obligación de otorgar a los internos posibilidades de formación educativa, que van desde planes de alfabetización hasta la obtención de títulos universitarios.
Sin embargo, según datos del Sistema Nacional de Ejecución Penal de diciembre de 2015, sólo un 2% de los reclusos y reclusas pudieron acceder a la universidad y el 79% no participó de ningún programa educativo.
Justamente la idea de impulsar estos convenios fue que los internos no sólo puedan tener acceso al aprendizaje de oficios manuales sino de otras carreras en un contexto de igualdad de derechos.
Gladys, que este año participó del taller de escritura en la U8, también integra el equipo de fútbol ganador del torneo anual y como si fuera poco es autodidacta en pintura. El miércoles aprovechó para mostrar su trabajo, empezando por un cuadro de la Sierra de Comechingones, en su Córdoba natal.
“A través de la pintura expreso mis estados de ánimo”, explicó a Contexto mientras señalaba cada una de sus pinturas realizadas sobre las maderas que puede conseguir porque cada vez que hay requisa le sacan todo.
Falta mucho por hacer. Por eso Gladys quiere que se abra un taller de pintura, que podría estar a cargo de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, por ejemplo, donde hay tantos docentes artistas de calidad.
“Este es la vida acá adentro”, cuenta, mostrando un cuadro donde se ven rectángulos de colores pegados como si fueran una pared. “Acta tenemos que ser fuertes, tenemos que ser como ladrillos”, asegura, esta madre de dos hijas y abuela de dos nietos.
Como en la radio, no faltaron temas musicales que arrancaron de sus asientos a varias muchachas entusiasmadas con canciones de los Redonditos de Ricota, de Los Caballeros de la Quema y de Gilda.
El cierre del año educativo coincidió con el día en que “La Colo” una compañera querida, salió en libertad. Las chicas que se quedaron adentro la recordaron en varias ocasiones, aplaudieron y cantaron a grito pelado “Resistiré”, su himno, que entre otras estrofas dice: “Cuando sienta miedo del silencio/cuando cueste mantenerse en pie/cuando se rebelen los recuerdos/y me pongan contra la pared… Resistiré, para seguir viviendo/soportaré los golpes y jamás me rendiré/ Y aunque los sueños se me rompan en pedazos/Resistiré, resistiré”.
(*) Tomado de Contexto.