Liliana Rodríguez, terapeuta de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico, habla “del poder de las sotanas”, señala al Papa y a un sistema de complicidades entre la Iglesia y el Estado. El caso del Instituto Antonio Provolo, de Luján de Cuyo, Mendoza, donde se denunció que alrededor de 60 niños hipoacúsicos habrían sido abusados por el sacerdote italiano Nicolás Corradi, quien fue detenido junto con otro cura, Horacio Corbacho, un monaguillo y un empleado.
Nicola Corradi (82), o más conocido como el padre Nicolás, arrastra denuncias de abuso sexual a menores hipoacúsicos desde 1955, en Verona. Aquél caso fue presentado por Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico en Washington, en 2015. Sin embargo, el cura estaba trabajando en Mendoza, con decenas de niños y niñas sin posibilidad de defenderse y a su entera disposición.
«Es el octogenario, Corradi. Desde Italia nos habían consultado a ver si en Argentina podrían estar residiendo este sacerdote. Esto fue hace dos años. Era una averiguación de un colega italiano, en 2009 se denuncia a más de 50 curas del instituto Próvolo en Verona por abusos sexuales que datan de la década del 50 y del 80 y recién en 2009 tuvieron la valentía de denunciar a estos curas. Los religiosos se fugaron y entre ellos, Corradi vino a Argentina», contó el abogado de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico, Carlos Lombardi.
En la Conferencia Internacional de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico realizada en julio del año pasado en la capital estadounidense se presentó un informe sobre el gran número de denuncias contra curas pederastas. En él, había datos concretos sobre el cura Corradi y otros diez religiosos argentinos acusados de abuso infantil.
«Está acusado de abusar, entre 1955 y 1984, en el Instituto Próvolo, de Verona (Italia), para niños y jóvenes sordos. Ante las autoridades eclesiásticas fueron presentadas denuncias de violaciones, masturbaciones obligadas por curas y relaciones de sodomía cometidas en los dormitorios. Los curas involucrados fueron aproximadamente 130. Algunos de ellos fueron trasladados a la Argentina, particularmente a La Plata y Mendoza. En esta última ciudad recaló el cura Corradi, actualmente octogenario, quien cometió abuso de poder contra docentes y alumnos. Extraoficialmente se sabe que hubo abuso sexual contra algunos alumnos. Cuando reclamaron los padres se les «compró» el silencio con indemnizaciones», dice el informe.
El sacerdote hoy está preso junto a otro religioso, el cura Horacio Corbacho (56), un monaguillo y un empleado del Instituto. Los casos en contra de Corradi en Verona ascenderían a 60. «No me sorprende en absoluto lo que pasó porque todo lo que hace la Iglesia Católica está tapado, está oculto, la Iglesia encubre todo», opinó Lombardi al diario UNO., de Mendoza.
El fiscal Fabricio Sidoti, a cargo de la investigación, confirmó que los cuatro sospechosos están imputados por los delitos de «abuso sexual agravado por la guarda y la convivencia preexistente con menores, en concurso real con corrupción de menores».
«Los chicos en su relato dicen que los llevaban a la Casa de Dios, un lugar que hay en el instituto, donde los metían y las víctimas veían a través de las rendijas de la puerta lo que pasaba», dijo el funcionario judicial.
Se cree que Corradi y otros sacerdotes fueron enviados a sedes del Instituto Próvolo de Mendoza y La Plata, en el marco de un «pacto de silencio» interno de la Iglesia.
Horacio Hugo Corbacho es el otro sacerdote acusado. Se trata de un hombre de 56 años, profesor de Teología y oriundo de Castelar. Está en Mendoza desde 2001.
Según lo definió la agencia católica de noticias AICA, Corbacho «es el primer sacerdote argentino de la Compañía de María para la Educación de los Sordomudos».
El sacerdote fue ordenado por José María Arancibia, cuando era arzobispo de Mendoza. La ceremonia se hizo en el Instituto Próvolo de Mendoza.
“De acuerdo con el fiscal de la causa, Fabricio Sidote, la investigación se remontará a 1998: ‘Estoy mirando los legajos de los chicos que iban al colegio desde el 98 para ubicarlos y tomarles testimonial. Esta escuela se creó en el 98 y si están los mismos sacerdotes, tengo que empezar a partir de ese mismo año’”, destaca La Izquierda Diario
“Consultada a partir de lo sucedido en Mendoza, Liliana Rodríguez, la terapeuta que asesora a la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico en Argentina, precisó que el “abuso de poder a partir de la investidura de un cura, por un lado, le asegura impunidad. Por el otro, imposibilita aún más el animarse a contar, por terror a que no se le crea. Porque el rol del cura representa la fe y la institución Iglesia. ¿Cómo creer que la misma persona que absuelve los llamados pecados y que en el nombre de Dios perdona, es el mismo que comete uno de los delitos más aberrantes?”, informa La Izquierda Diario.
El daño postraumático que provocan esos hechos es grave para la víctima. Genera mucha confusión, miedo, parálisis, vergüenza, terror a que no le crean, ira, dificultades en la puesta de límites, en poder decir que no, comportamientos autoagresivos, represivos. Por eso es muy importante la realización de un proceso terapéutico, el cual va a ser mucho más rico para esa persona si le creyeron, si fue apoyado. Si pudo contar lo que le pasó.
En el caso del Instituto Provolo, Rodríguez sostiene que “a mayor vulnerabilidad, mayor impunidad. La condición de que sean sordos no aumenta el riesgo, lo que lo incrementa es la actitud social que se tiene frente a la discapacidad. Hay que hacer visibles las deudas que el Estado tiene con la comunidad sorda, que es marginada. El Estado no ha formado ni ha impuesto que haya intérpretes de lenguas de señas en todos los estamentos del Estado, como el Poder Judicial, hospitales, etc. Eso generaría igualdad y accesibilidad”.
“¿Qué particularidades registra que sean cometidos por sacerdotes? El cura abusador no lo hace una vez, lo hace sistemáticamente, porque tiene impunidad. Lo hace en los momentos de la confesión, en los campamentos, convocando a niñas y niños a charlas “íntimas” bajo el argumento de que son para contener. Aprovechando de esos momentos que luego complican tanto a la víctima para darse a sí misma credibilidad de esos momentos que recuerdan. No son ni enfermos ni inimputables, porque tienen plena conciencia de sus actos. Los planifican y utilizan la manipulación afectiva, emocional y el secreto para captar a sus víctimas”, añade La Izquierda Diario.
Para la terapeuta Rodríguez, la responsabilidad de Jorge Bergoglio, el actual Papa Francisco, es tal que “en su país llega al punto de que no le ha quitado todavía la condición de sacerdote a Julio César Grassi. Su actitud ante el abuso eclesiástico no es diferente a la actitud que Bergoglio tuvo en la dictadura”. Asimismo, señaló que “poder llevar adelante la condena social ayuda a reparar y a hacer visible lo que sucede y que la comunidad pueda comprometerse”.