La verdad es que ambos candidatos usaron a China como un “punching ball” durante la campaña. Culpar a alguien de afuera por los problemas internos siempre sirve en épocas electorales, es de manual. Los funcionarios chinos dieron muestras de que conocen el paño a pesar de que no tienen elecciones al estilo occidental: “No se puede tomar en serio lo que se dice durante una campaña”, repiten. Así que tanto Hillary como Trump quedan perdonados por estos excesos.
Por Guillermo Santa Cruz (*) / Pero mientras Trump es una incógnita, a Hillary los chinos la conocen muy bien. Y el pasado es una carga pesada, especialmente con gente tan memoriosa como los chinos. Para resumir la cuestión, Hillary encarna lo que a los chinos les cae peor de los Estados Unidos: la supuesta superioridad moral y su rol hegemónico en el mundo.
Con respecto a lo primero, Hillary desde que era primera dama critica a China por los derechos humanos, la libertad de expresión, la democracia y todo el set de valores occidentales. Esto no fue solo retórica, se vio en hechos concretos. Por ejemplo cuando protegieron en la embajada estadounidense al abogado disidente Chen Guangcheng, mientras Hillary era secretaria de Estado.
En cuanto a lo segundo, Hillary es vista como la principal promotora de la estrategia de los últimos años de pivotear hacia el Asia, y que en Pekín se percibe como una amenaza. Hablo del Transpacific Partnership (TPP) y la fuerte presencia en el Mar del Sur de China. Al TPP lo ven como un instrumento para excluirlos de su propia región, y a las cuestiones marítimas como un medio para crear conflicto entre China y sus vecinos.
Pero sería injusto decir que lo preferían a Trump sólo porque no era Hillary. Preferían a Trump también por todo lo que él representa. La idea de que la democracia -como la conocemos- obliga a los candidatos a decir cualquier barbaridad con tal de ganar el voto de la gente, este modelo así presentado, sin considerar sus ventajas, es inferior a la tecnocracia que existe en China. Una breve recorrida por los foros chinos de internet permite ver que el triunfo de Trump da aliento al sistema chino de gobierno, que frente a los excesos norteamericanos puede aparecer como más eficiente y civilizado.
Lo hecho, hecho está. Hillary perdió y Trump será el próximo presidente de los Estados Unidos. ¿Qué se espera de la relación EE.UU-China? Siguiendo con el paralelismo entre los dos candidatos, se puede hacer el siguiente análisis. Dijimos que Hillary encarnaba la supuesta superioridad moral y el rol hegemónico estadounidense que tanto molesta a los chinos. Si nos basamos en las declaraciones de Trump que tanto escandalizaron al mundo, no parece que el nuevo presidente vaya a confrontar con China en el terreno de los valores.
El otro tema que no queda tan claro es si Trump promete poner a EE.UU. primero (America First), volver a hacer cosas grandes y maravillosas, ¿podrá realmente replegarse sobre sí mismo o, por el contrario, eso le exigirá reforzar su rol hegemónico? La respuesta será, tal vez, lo que defina la relación entre las dos potencias y consecuentemente, nuestro siglo.
(*) Texto publicado en el blog China, el mundo y el futuro. Economista argentino graduado en Beijing, especialista en el “gigante asiático”. Disertó en la Cátedra (II) de Historia del Siglo XX de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.