El presidente electo de Moldavia, Igor Dodon, ya ha anunciado el inicio de las negociaciones con Moscú para establecer una asociación estratégica. En Bulgaria abogan por “relaciones pragmáticas con Rusia”, mientras que en Hungría, Serbia y parte de Bosnia y Herzegovina también crece esta tendencia.
“Para explicar la nueva rusofilia en el este de Europa hay muchas razones que difieren de un país a otro. En Moldavia, se explica principalmente por la insatisfacción con el corrupto y dividido Gobierno prooccidental y el recuerdo de los ‘buenos viejos tiempos soviéticos’. La pobreza y el estancamiento económico han rebajado las esperanzas de un futuro mejor europeo y, en algunos casos, las han ahogado totalmente”, señala Boris Kálnoky, corresponsal en Budapest del diario austriaco Die Presse.
El líder del Partido Socialista de Moldavia, Igor Dodon, quien basó su campaña en proponer un mayor acercamiento con Rusia y renegociar los términos del tratado de asociación con la Unión Europea (UE), se convirtió el domingo último en el presidente electo, al imponerse en el balotaje frente a Maia Sandu, ex ministra de Educación y dirigente de Acción y Solidaridad, que contaba con el visto bueno de Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
En Bulgaria, otro socialista, Rumen Radev, triunfó en las últimas elecciones y abogó por “relaciones pragmáticas con Rusia”, tras el incumplimiento de las promesas europeas.
Según Kálnoky, existen dos factores cruciales que Moldavia y Bulgaria tienen en cuenta a la hora de determinar su política exterior: la energía y el comercio. Las sanciones de la UE contra Moscú perjudican a la región, y los países pobres del Este están sufriendo más que el “rico” Occidente.
Por otra parte, estos países son mucho más dependientes del gas natural ruso, particularmente Bulgaria. Durante mucho tiempo, Sofía estuvo interesada en el proyecto South Stream, que implicaba la construcción de un gasoducto para Europa Suroriental que rodearía a Ucrania. El proyecto sufrió fortísimas presiones por parte de EE.UU. y la UE, que lo condujeron al fracaso.
Mientras los países de la región soportaban las presiones de Occidente para hacer fracasar la conexión gasística directa, Alemania disfrutaba del gas ruso sin que este tuviera que pasar por Ucrania. “Esta situación generó frustración en la zona, que consideró que este comportamiento era hipócrita”, agrega el periodista de Die Presse.
Mientras tanto, Rusia ya tiene un nuevo proyecto llamado Turkish Stream, que prevé transferir gas a Turquía y a Grecia evitando Bulgaria, probablemente por la “alianza” de Sofía con Bruselas y Washington. Una situación altamente desfavorable para Bulgaria que podría revertirse si las nuevas autoridades deciden mejorar sus relaciones con Rusia.
Entre los líderes mundiales que apoyan a Vladimir Putin está también el primer ministro de Hungría, Viktor Orban. Pero el apoyo a Moscú no se limitaría a ese país, y el presidente ruso también podría contar con un fuerte respaldo en Serbia y en la parte serbia de Bosnia y Herzegovina, concluye Kálnoky, cuyo artículo fue consignado por el portal internacional Sputnik.