Así lo analizó el docente de la Maestría en Comunicación y Derechos Humanos de Periodismo, Martín Gras, al brindar una charla sobre el poder en los medios hegemónicos. Además, se refirió a las prácticas comunicacionales iniciadas con la última dictadura cívico-militar en la Argentina y que persisten hasta la actualidad.
El docente de la Maestría en Comunicación y Derechos Humanos de Periodismo, Martín Gras, brindó la charla «De las ficciones orientadoras a las construcciones hegemónicas: las prácticas genocidas como delito comunicacional», en el marco del seminario de Posgrado «La Argentina de la Normalidad fraguada: narrativas de impunidad post genocidio 1976-1983: subjetividad, prácticas sociales e institucionalidad», coordinado por Andrea Holgado.
Gras habló sobre la construcción del poder y, en relación al reciente resultado electoral de Estados Unidos que definió al presidente electo Donald Trump, criticó la “visión simplista de que poder es sinónimo de la cantidad de medios de prensa de los que se dispone”.
En esta línea, sostuvo que el triunfo del candidato republicano es una muestra de lo contrario a ese supuesto, teniendo en cuenta que una gran mayoría de medios hegemónicos de comunicación se pronunciaron a favor de su oponente, Hillary Clinton, y ello no impidió que fuese elegido como el próximo presidente. Además, sobre este tema afirmó que “uno de los grandes elementos de predilección en el sistema democrático, como lo son las encuestas, han comenzado a ser cuestionadas”.
En segundo lugar, el abogado retomó el concepto de hegemonía de Antonio Gramsci, en el cual la combinación de los elementos consenso y coerción constituyen la base del poder. En esta línea, sostuvo que “cuando un sector dominante ejerce poder sobre un sector dominado hay hegemonía”, aunque destacó que “la fuerza por sí sola no constituye la base del poder. Gramsci sostiene que el discurso del sector dominante tiene que estar basado en una supuesta autoridad moral o intelectual”, afirmó.
En tercer lugar, Martín Gras habló de las ficciones orientadoras y dijo que “todo país se construye en base a un conjunto de valores, a un relato de sí mismo, de sus orígenes, de sus particularidades, de su excepcionalidad; aunque es producto de una construcción cultural, de qué es lo correcto e incorrecto en una sociedad y, fundamentalmente quiénes participan y quiénes no; quiénes somos ‘nosotros’ y quiénes son los ‘otros’. Las ficciones orientadoras tienen que ser porosas, flexibles, porque cada tanto están sujetas a pruebas, teniendo en cuenta que las sociedades tienen conflictos. Son más eficaces cuando tienen mayor capacidad de adaptación”, agregó.
Para reflexionar acerca del concepto de genocidio, Gras retomó a Daniel Feierstein, quien sostiene que “los genocidios son teleológicos y tienen como fin disciplinar a la sociedad. Un genocidio es una máquina de destruir y reconstruir subjetividades”.
En relación a este punto, sostuvo que existen dos niveles en los que actúa el genocidio: por un lado, el exterminio en sí y, por el otro, operando a través del miedo, que se constituye como el “efecto mayor” a lo que se desconoce.
Sobre la relación entre el contexto político actual y la última dictadura cívico-militar, Gras consideró que “cuando hay una destrucción de lazos subjetivos; cuando se piensa en la salvación individual, en la meritocracia, en algún punto, lo que se ha roto es esa idea de construcción colectiva. Y, en ese sentido, entiendo que hay una continuidad en la actualidad, cuando apelan a un individualismo extremo”.