Y si se descuidan también que, más allá de las buenas intenciones de cara al cuidado de la salud sexual, pensar en la “prevención entre todos con la esperanza de poner la patria en lo más alto” a la hora del mágico retozo de los amantes, es como navegar entre la estupidez y el higienismo moral del fascismo, casi un homenaje al bobalicón sentido del pecado con que las iglesias martirizan a la humanidad. ¿Y se lo imaginan al ya envejecido Alain Delón, “el tulipán negro” de la película, chiflándole al oído del pobre Daniel acerca de hashtages, comunicación, mercado y política?
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Resumen y punto aparte. El ex gobernador de la más grande provincia argentina durante ocho años, ex vicepresidente de la Nación y ex candidato frustrado a la Casa Rosada por el Frente para la Victoria (FpV) se condolió con la empresa fabricante de preservativos Tulipán. «Cuando hay depresión económica, hay depresión anímica. Y esto hace que se incentive menos. Las personas, cuando se deprimen, son más vulnerables. Se genera una desmotivación en todo sentido”, dijo ante las cámaras de la TV al referirse a la caída en la venta de preservativos, que por otra parte viene registrándose desde hace ya algunos años y como consecuencia de varios motivos, que, aunque no sea éste el momento apropiado para enumerarlos, sí vale la pena aunque sea mencionar algunos: su paulatino encarecimiento, la debilidad de las campañas oficiales en prevención del SIDA y otras enfermedades, como así también ciertas tendencias culturales entre los argentinos y las argentinas de distintas franjas etarias y clases sociales. La empresa Tulipán le contestó en Twitter con un grafico de ventas y el texto “con optimismo y con gel”; ¡tan sutiles los muchachos! El ex candidato replicó en un acto de impunidad ante la estupidez, «con prevención, cuidándonos entre todos, con la esperanza de poner la patria en lo más alto»; y los fabricantes de “forros” no se privaron de nada: lanzaron el siguiente hashtag: #ConLaEsperanzaDePonerla.
¿Y si tienen razón aquellos quienes dicen que Argentina corre el riego de disolverse con una sonrisa trágica? Esperemos que no. Hagamos lo imposible para que no. Pero a veces resulta difícil.
La película: “En la Francia de 1789, un enmascarado apodado ‘el Tulipán Negro’ reparte entre los pobres lo que roba a los nobles. El jefe de policía, convencido de que el terrible bandido no es otro que el conde Guillaume de Saint Preux, le tiende una trampa y consigue herirlo en una mejilla, lo que facilitará su reconocimiento y detención”. El Tulipán Negro, de 1964, dirigida por Christian-Jaque e interpretada por Alain Delon”.
También la novela de Alejandro Dumas, editada por primera vez en 1850, La tulipe Noir: “en 1672, el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por un vecino envidioso. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos”.
Los dos últimos entrecomillados son resúmenes afanados de Internet.
Ni los de la película ni los de la novela se hubiesen atrevido a explicarle a Scioli ninguno de los puntos que paso a ensayar en forma breve, mínima o micro, en la que los márgenes de error se amplían hasta el infinito.
La “petit mort” o pequeña muerte refiere al instante refractario que sobreviene al orgasmo, al clímax, al tiempo divino, al acabé, al me vine, al silencio estremecido. Se sabe de coincidencias con alucinaciones misticas, pero poco, mejor dicho nada (espero) sobre invocaciones patrióticas, himnos nacionales o marchas militares. Y toda asociación del jolgorio y el retozo con el deber ser y ciertas solemnidades marciales saben a culpa y pecado, que es disciplinamiento; a higienismo moral que es algo más, fascismo. Si Scioli leyó a Michel Foucault seguro que lo entendió al revés. Hay algunas impunidades que calan hondo.
Los ejecutivos de Tulipán, los de la fábrica de forros digo, sí saben de comunicación contemporánea y mercados. De ahí esa delicadeza de hashstag, porque consideran que una manifestación de semejante registro ayudará a “viralizar” la marca. Es decir convirtieron a Scioli en un eficaz visitador médico, especializado en la promoción de preservativos de industria nacional.
Para el final. Las palabras, las imágenes y los sonidos, con lo que enuncian y con lo que ocultan, terminan componiendo una estrategia de la lengua, de la comunicación misma. Esperemos que las estrategias vigentes no incluyan tan triste final para un país que, dijeron con humor – lo recordamos y ahora lo reitero -, podría disolverse en una risa trágica.
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y Escritor. Director de AgePeBA.