El primer conflicto nuclear en nuestro planeta puede estallar no entre EE.UU. y Rusia, sino entre la India y Pakistán, debido a los crecientes problemas en torno al acceso al agua potable en el subcontinente y las fricciones relacionadas con las aguas del río Indo, destacan científicos de la Universidad de las Naciones Unidas. ¿Y en nuestra Triple Frontera qué?
«La piscina del río Indo es la bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento, aumentando la escasez de agua en la región y provocando cambios irreparables en el clima. Hay otros conflictos relacionados con el acceso al agua, y los analizamos hoy para que la Tierra se ponga en el camino de un uso pacífico y sostenible de los recursos hídricos», explicó Vladímir Smajtin, director del Instituto para el Agua, el Medio Ambiente y la Salud de las Naciones Unidas (ONU), en Hamilton (Canadá).
Según el científico, el conflicto por los recursos hídricos en el subcontinente indio se ha intensificado en los últimos años. Hace apenas un mes, la India anunció la terminación del funcionamiento de la Comisión bilateral del río Indo que gestiona las relaciones de agua entre India y Pakistán desde 1960, cuando estos países firmaron el Tratado de Aguas del Indo. En septiembre del año 2016 el Gobierno de la India por primera vez expresó su intención de revisar el acuerdo o retirarse de él, lo que Islamabad calificó de una acción hostil por parte de Nueva Delhi y recalcó que esa medida sería considerada como «un acto de declaración de guerra». Expertos de la Universidad de las Naciones Unidas analizaron la situación y llegaron a la conclusión de que la falta de agua potable en el subcontinente indio es un problema muy grave, que, en ausencia de cooperación entre la India y Pakistán podría conducir a una guerra entre ellos en un futuro próximo.
En tanto, científicos estadounidenses de la Universidad de Delaware revelaron que todos los depósitos de agua potable de Daca, la capital de Bangladés, muy pronto podrían estar envenenados con arsénico.
Al analizar la dinámica de aguas subterráneas de Daca, Holly Michael y sus colegas de la Universidad de Delaware llegaron a la conclusión de que en los próximos 10 años, Bangladés podría quedarse sin sus fuentes de agua potable.
De acuerdo con su estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature, los flujos de aguas subterráneas, que transcurren cerca de la superficie de esta metrópoli asiática, contienen una alta dosis de arsénico y otras sustancias tóxicas, provenientes en la mayor parte de ríos como el Brahmaputra y el Ganges. Además, el problema se agrava por una intensa extracción de agua de los pozos privados de Daca. Este hecho contribuyó al cambio de la dirección de los flujos acuáticos que ahora transcurren en el subsuelo de una manera vertical.
Si en un futuro próximo el nivel de aguas subterráneas disminuye en unos pocos metros, casi toda el agua potable se filtrará todavía más sin obstáculos. A menos que no se emprendan medidas urgentes, no solo Daca y otras regiones de Bangladés, sino Birmania y la India, corren el riesgo de quedarse con sus depósitos inutilizados. Actualmente, el delta formado entre los ríos Ganges e Indo está considerado como una de las zonas más pobladas del mundo. Al menos 750 millones de personas viven en esta área, especialmente afectada por la contaminación.
Ya en torno a Sudamérica. “Muy recientemente estuve en la Triple Frontera, tuvimos un encuentro internacional para denunciar justamente ese proceso de militarización porque lo que están buscando es adueñarse del Acuífero Guaraní que es la gran reserva de agua en esta región latinoamericana para poder ejecutar un proyecto del Banco Mundial. Las grandes transnacionales quieren apropiarse de una de las más importantes reservas de agua potable en el mundo. Por eso es que Estados Unidos quiere levantar un sofisma señalando que se han detectado en la Triple Frontera células del terrorismo islámico, incluso le ponen nombre, como si el Islam fuese el terrorista”, decía ya en octubre de 2004 el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, en una nota publicada por la pagina Rebelión.
En diciembre de 2013, el Grupo de Estudios sobre Seguridad Internacional, de la Universidad de Granada sostenía: “El Sistema Acuífero Guaraní (SAG) es una gigantesca reserva subterránea de agua dulce que se extiende bajo territorio de Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil. Su extensión es de 1.200.000 Km² aproximadamente, distribuidos la mayor parte entre Brasil (840.000 Km²) y Argentina (225.000 Km²), correspondiendo en menor medida a Paraguay (70.000 Km²) y Uruguay (45.000 Km²). Según un estudio llevado a cabo por el Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA), el Acuífero Guaraní tendría una capacidad de unos 50.000 Km³, con una recarga de entre 160 y 250 Km³ al año, de forma que explotando unos 40 Km³ anuales podría abastecerse a 360 millones de personas a unos 300 litros de agua al día por habitante. De acuerdo con el mismo informe, en total, en la región sobre la que se extiende el SAG habitan unos 15 millones de habitantes divididos entre los cuatro países, que se abastecen de sus aguas para uso urbano, industrial y agrícola, sobre todo en Brasil, donde unas 300 ciudades beben del acuífero. Además, el SAG cuenta con varios puntos de recarga, lugares donde el agua se renueva, coincidiendo uno de los más importantes con la zona que nos ocupa, la Triple Frontera”.
Y añadía: Estados Unidos ha mostrado un gran interés en la Triple Frontera durante la pasada década, sobre todo a raíz de los atentados del 11-S. Reiteradamente, distintos organismos estadounidenses han alertado de la existencia de terrorismo, o de la financiación del mismo, en la zona de la Triple Frontera, aun sin aportar pruebas incontestables sobre estas acusaciones.
Por ello, desde Latinoamérica se ha venido defendiendo que el discurso antiterrorista estadounidense respondía en realidad a la necesidad de este país de ganar presencia (militar o diplomática) en la zona para dar cobertura a otro tipo de intereses, a la sazón, los siguientes: Asegurar el flujo de hidrocarburos de los países exportadores de la región, sobre todo de Bolivia. Mantener bajo control el conflicto colombiano, la actividad de las FARC y el narcotráfico
Contrarrestar la creciente doctrina anti-estadounidense que se instauraba en América del Sur, sobre todo a raíz de la inclusión de la Venezuela chavista en el Mercosur, de las crecientes relaciones comerciales y diplomáticas de los países bolivarianos (y no bolivarianos) con Irán, y de la pujante inversión china en la región. Es aquí donde el Grupo 3 + 1 cobraría una importancia significativa al suponer un foro político propicio para que Estados Unidos extendiera su influencia.: Tener un acceso privilegiado a la biodiversidad que proporciona la Amazonia con fines investigativos para su uso farmacológico. Suplir sus carencias de agua dulce explotando el Acuífero Guaraní. De entre estos, el que más atención ha suscitado ha sido el último. Debido a su enorme potencial, se ha sugerido que el SAG es un codiciado objeto de deseo para Estados Unidos, cuyas reservas de agua dulce se encuentran en unas no muy halagüeñas condiciones. La mayor preocupación en este aspecto venía de la combinación de dos factores. En primer lugar, del ya citado Proyecto de Sostenibilidad del SAG, coordinado por el Banco Mundial, institución sobre la cual se sembraba la duda de si emplearía la información privilegiada que le reportaran los informes del Proyecto para fomentar la privatización y las concesiones a multinacionales de la explotación del agua. Este razonamiento se combinaba con un segundo elemento: las negociaciones sobre la instauración del ALCA, o Área de Libre Comercio de las Américas, tratado con el que Estados Unidos pretendía conectar a todos los países del continente americano y crear un área de “libre comercio”, eliminando progresivamente los aranceles. Esto les permitiría importar el agua del SAG libremente, quedando únicamente sujetos a la legislación del propio ALCA”.
Pasaron más de 10 años, se modificaron algunas variables, como en Colombia y sobre todo respecto de lo realizado durante la primera década y media por gobiernos contradictorios con el modelo neoliberal; pero la contraofensiva de la derecha está teniendo éxito y el escenario es cada vez desde el punto de vista de la paz regional y global. Estados Unidos refuerza su estrategia de control. Las misiones desde el ministerio de Seguridad que encabeza Patricia Bullrich, vinculadas a trazar acuerdos logísticos y de inteligencia con Washington y con Israel, y el desempeño al frente de la cancillería argentina de un empleada de la CIA y el MI5, como Susana Malcorra, hablan a las claras de la estrategia de sometimiento adoptada por el gobierno de Mauricio Macri. No puede descartarse que, si para Estados Unidos se convierte en una necesidad, el escenario en torno al Acuífero Guaraní pude convertirse en similar al que ahora está entre los alertas de los científicos de la ONU.