Por Martín Granovsky* / “Si esperamos la igualdad por la economía de mercado sentémonos a tomar mate y recemos”, dijo ayer un Pepe Mujica expansivo en la inauguración del curso internacional sobre Derechos Humanos e Igualdad. En lo que pareció un mensaje para sus amigos y amigas de Sudamérica afirmó en otra parte de la conferencia: “Tenemos que ser exigentes con los cuadros de la nomenclatura, porque nos tienden la mesa y por urbanidad nos tenemos que sentar. Pero tenemos que saber que esa mesa no es nuestra. Es de ellos. Y has de vivir como piensas o terminarás pensando como vives”.
El curso internacional está organizado por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, Clacso y Flacso-Brasil. El dirigente sindical Víctor Santa María, miembro del Consejo Superior de la UMET y presente junto al rector, Nicolás Trotta, presentó a Mujica y reivindicó a Lula: “Lo castigan a él y castigan a los trabajadores porque, como dice Lula, puso un plato de comida en la mesa de un pobre”. En el teatro de la Sociedad Hebraica Argentina, donde se realizó el acto, Santa María recordó a las víctimas del atentado a la embajada de Israel cometido en 1992.
Pablo Gentili, secretario de Clacso, subrayó la importancia de la formación de dirigentes y militantes “en esta etapa de América latina”.
A tono con el lugar, Mujica dijo que “los judíos que salieron al mundo a ser agricultores protagonizaron una epopeya en el campo de las ideas que merece ser conocida y discutida, porque nada peor que el pensamiento esquemático que pone a todos en la misma bolsa y se conforma con definiciones sencillas”. A tono con los anfitriones, bromeó con un “reconocimiento a este sindicato raro al que se le ocurrió fundar una universidad”. Dijo que “los trabajadores no solo tienen el derecho sino el deber de desarrollar su propia inteligencia con sentido de clase”.
El ex presidente uruguayo enfocó la cuestión de la igualdad desde diferentes costados. Uno de esos costados es la lucha por menos horas de trabajo sin olvidar la lucha por el salario, porque “no se puede hablar de derechos sociales si no se entiende que el reparto salarial está por encima de todas las otras formas de reparto”.
Aventuró que parte de las desigualdades de hoy vienen de que “la colonización de América Latina fue hecha por dos naciones todavía feudales”, España y Portugal. “Y no es que nos volvamos anglófilos”, aclaró textualmente. Pareció un desafío a la murga La Mojigata, que cuando Mujica asumió la presidencia en 2010 le dedicó el inolvidable “Civilicemos al Pepe”. “Es que un reparto feudal generó un capitalismo raquítico, y cuando salimos a la independencia se estaba dibujando el mercado mundial, así que cada puerto de América terminó construyendo un hinterland llamado país.”
Se quejó de que durante siglos la región le vendió al mundo pero los países no vendieron lo suficiente entre ellos. Como símbolo de la desigualdad, recordó sin nombrarlo al mexicano Carlos Slim, a quien definió como “el hombre más rico del mundo dentro de un proceso de pasaje de la democracia a la plutocracia”. “Los bancos de los Estados Unidos se fundieron y entre todos levantamos el muerto que dejó la joda de las hipotecas”, ejemplificó sobre la crisis de Lehman Brothers de 2008 que fue el primer capítulo de la catástrofe actual.
Siguiendo el principio de que “la gente no aprende por consejo, aprende por lo que vive”, dijo que “los trabajadores tienen el derecho y el deber de conocer la rentabilidad de las empresas, incluida su ganancia real y el abuso en las ganancias”. Afirmó: “Entrar en la contabilidad es más revolucionario que nacionalizar las fábricas. Ya que es hoy es todo cristalino y todos quieren saber todo de todos, pongamos las cosas a la vista y sepamos lo que se gana”.
“La igualdad tiene que ser un derecho de largada, no de llegada”, proclamó. “Todos sabemos que hay una multitud de gente con derecho de largada casi condenado, pero políticamente hay que aprestarse a ponerle límites a la acumulación de la riqueza, porque es malsana e injusta.”
“La lucha por la democracia impone a la larga estas cosas”, según Mujica, que también se preguntó, sobre los megamillonarios, “para qué quiere tener un tipo tanta guita” y también “de dónde sacamos que tiene derecho a tenerla”. “La concentración excesiva de la riqueza no puede ser un derecho inmaculado que surge poéticamente de la propiedad privada.”
No se privó de sus habituales criterios humanistas.
Uno: “No se le puede pedir solidaridad a otro sin una práctica de solidaridad”.
Otro: “Vos llevás un juez adentro, y ése te tiene que alumbrar lo que está bien y lo que está mal”.
El tercero: “No comprás cosas con plata, comprás con el tiempo de tu vida que tuviste que conseguir para obtener esa plata, pero no podés comprar tiempo de tu vida”.
Un cuarto: “Que el único horizonte de tu vida sea trabajar y consumir es bastardear la vida humana”.
Autodefinido como un tipo de izquierda pero lejos de un izquierdismo plano, dijo que “un mundo más justo no es automático, es una posibiidad entre otras; una posibilidad a ganar, o a perder”.
Hasta se metió con la doctrina republicana. “Las repúblicas aparecieron en el mundo para suscribir que somos iguales, contra los abusos monárquicos, la nobleza y el feudalismo, pero llevaban adentro de la maleta la diferencia de clases.” Sin embargo habría otro republicanismo: “La expresión republicana de los partidos progresistas es andar con las grandes mayorías”.
El aplauso final llegó cuando, tras su reclamo de ser exigentes con la dirigencia política y no confundirse de mesa, este montevideano de 80 años dejó una frase: “Venirse viejo sirviendo una causa es sentirse joven al borde de la muerte”.
* Artículo publicado este viernes por Página/12