Antonio Sanguino pasaba sus noches en el interior de una estufa para tabaco en la finca El Carmen, en la localidad saltña de Chicoana. Su vida terminó abruptamente cuando la precaria construcción de adobe y paja se vino abajo en la madrugada del lunes.
Hace sólo tres semanas, Luis Batallanes murió por una hepatitis fulminante corolario de la intoxicación que sufrió en la finca El Tránsito, en Rosario de Lerma, y cuatro de sus compañeros de trabajo ingresaron al hospital San Bernardo con los mismos síntomas: náuseas, dolores de estómago, cefalea y calambres. Así da cuenta un informe del periódico La Izquierda Diario.
Batallanes trabajaba en un “predio comunitario”. Con este nombre se conocen a los “Fideicomiso de Centro de Estufado”, una política de inversiones que llevó adelante el gobernador Juan Manuel Urtubey para subsidiar abultadamente a las patronales del sector tabacalero. Estas estufas ubicadas en finca El Tránsito son propiedad de la empresa “Tabaco Virginia – Tambosco Nicolino STA”.
Mientras se intenta encubrir la muerte de Batallanes y la intoxicación de sus compañeros, tratándolas de hacerlas pasar como defunciones que nada tuvieron que ver con las condiciones laborales y como casos aislados, en el Valle de Lerma es conocido el nombre del agente tóxico que los envenenó: Furadán. Un potente fosforado que se prende a la ropa y las hojas del tabaco e invade la piel y las vías respiratorias. Simples camisas y barbijos de tela eran las únicas prendas de trabajo entregadas por la empresa para los peones.
Para el gobierno y la patronal, la vida de un peón rural no vale nada. Ante esto, el representante de los peones rurales, Momo Venegas, no deja de dar su apoyo al presidente Mauricio Macri, quien aseguró millonarios subsidios para los terratenientes tabacaleros.
Los favores de Urtubey hacia el sector campero estuvieron en el tapete de los medios nacionales en el 2008. Mientras los ruralistas tomaban las rutas salteñas, Urtubey se mantuvo al margen de la pulseada por la 125 y su senadora nacional, María Inés Diez, votó contra las retenciones.
Pero la identidad de Urtubey con el campo data de mucho antes. Su madre, Licha, es parte del clan Mera Figueroa, socios del club 20 de Febrero, identificado con lo más rancio de la aristocracia salteña.
Mientras las patronales agrarias se la llevan en pala, a los peones rurales les toca la peor parte: trabajan en jornadas extenuantes, reciben salarios de miseria y ponen sus vidas en constante peligro ante la exposición a peligrosos agroquímicos.
Al tiempo que Daniel Solano, joven golondrina tartagalense, continúa desaparecido, la precarización laboral y la desidia patronal se llevan la vida de otro hermano de clase.