Por Germán Celesia / El 15 de mayo de 2003, luego de que Carlos Menem, repudiado por la mayoría de la sociedad, desistiera de competir con Néstor Kirchner en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, José Escribano, Subdirector y principal editorialista del diario La Nación, afirmaba en la tapa de la edición impresa, citando a supuestos empresarios y políticos norteamericanos, que en los comicios “los argentinos habían resuelto darse un gobierno débil”. Y como resultado de esa “debilidad” de origen, sentenciaba: “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”. Se trató de una proclama golpista apenas disimulada, realizada en nombre de los poderes fácticos internos y externos que se habían beneficiado durante la “década” menemista.
Con algo más de sutileza, Joaquín Morales Solá sentenció el 28 de diciembre de 2008, citando otra “fuente secreta”, en este caso un “gobernador” provincial: “El kirchnerismo, como ciclo político histórico, está terminado”. La teoría del “fin de ciclo” fue repetida varias veces más, nunca con éxito, por lo cual para La Nación parece haber llegado el momento de doblar la apuesta, en este caso a través de una columna de opinión firmada por Jorge Fernández Díaz y cuyo título es: “El fantasma de un presidente transitorio”, el cual obviamente hace referencia a Daniel Scioli.
“El país podría asomarse a un De la Rúa peronista, que debe pagar la fiesta y que a la vez no podrá desobedecer a la líder del Frente para la Victoria sin correr el riesgo de romper la gobernabilidad”, sentencia en su columna de este domingo 27, con lo cual remite a las imágenes de 2001, matizadas con referencias a la presidencia de Héctor Cámpora. El artículo anticipa una suerte de complot interno para destituir a quien, implícitamente, reconoce como más que probable ganador de los comicios presidenciales de este año.
También alude a un supuesto “dogma” kirchnerista, a “herejías” sciolista respecto de ese supuesto “dogma” y a una reacción de los “sumos sacerdotes” del kirchnerismo. Así, el columnista despliega varios recursos a la vez: agita fantasmas destituyentes que coloca no de su propio lado sino en la cabeza de quienes sostienen la candidatura de Scioli; pronostica el regreso al 2001, pero no de la mano de políticas neoliberales sino estatales; y retoma esta obsesión por referirse a los partidarios del oficialismo como integrantes de una secta de fanáticos que no aceptan la “religión” oficial dictada por el “mercado”.
Ricardo Kirchbaun, en Clarín del domingo, se pronuncia en el mismo sentido: “Estela de Carlotto rebajó un eventual triunfo de Scioli de la categoría de Presidente de la Nación a una nueva de Presidente de transición. Y aclaró: »A la espera del regreso de Cristina». La pretendida candidez política de Carlotto no es tal. Todo lo contrario. Habla de lo que realmente piensa el kirchnerismo duro, que descalifica a Scioli asignándole un papel menor al de un albacea. Y lo advierte, indirectamente, sobre lo que podría pasar si se aparta de lo que está obligado a cuidar porque »lo ha prometido», según Carlotto”. No obstante, advierte el columnista: “Quizá en su afán de condicionar a Scioli los duros del kirchnerismo terminen arruinándolo”.
Ahondando en esa línea, dice Eduardo van der Kooy: “Scioli no sabe qué hacer con Cristina”, a quien Osvaldo Pepe, en su columna del lunes, denomina maliciosamente “la presidenta maleva”. Un “malevo” es un “maleante, matón y pendenciero”, según la Real Academia Española, por lo cual el exabrupto del hombre de Clarín bien podía considerarse una calumnia contra la Jefa de Estado, no una opinión porque nadie puede “opinar” que otra persona es una asesina, por ejemplo.
Según Pepe, “luego de la muerte de Kirchner, tomó la decisión de gobernar como un hombre. Mejor dicho: »A lo macho». Con temperamento »barra brava» si hiciese falta y con un lenguaje más cercano a las prepotencias barriobajeras que a los usos y costumbres de un jefe de Estado, sea hombre o mujer”. Es decir, “masculinizó su estilo”. Así, el hombre de Clarín no duda en insultar a la Presidenta por su condición de mujer.
La teoría del “caos”
Por otro lado, para consolidar la profecía del caos en materia económica, los diarios más influyentes siguen martillando en sus portadas con la cotización del “dólar blue”, las supuestas reacciones adversas de los inversores ante medidas del gobierno y otras historias similares. Según dice este domingo La Nación, “preocupan los índices para la futura gestión”, según Luis Coritina.
El periodista habla de la “incertidumbre que inquieta a todos los operadores sobre los problemas inmediatos que deberá resolver la gestión que asume el 10 de diciembre”. Y afirma que “la estampida de las cotizaciones los últimos días contribuyó a que los temas económicos se metieran de lleno en la agenda electoral”. También vuelve a dar por hecho que el próximo residente hará un “ajuste” a expensas de los trabajadores y los más necesitados. Habla de una “peligrosa situación fiscal, con un déficit que no para de profundizarse y que obligará a tomar medidas urgentes”, obviamente un “ajuste”.
Santiago Dapelo profundiza en esa línea discursiva y dice: “Inquieto por las medidas, Scioli prevé ser menos gradual”. Es decir, hasta ahora la prensa hegemónica presentaba como “inevitable” que el próximo gobierno perjudique a los sectores menos pudientes, pero admitía que mientras Mauricio Macri tomaría medidas antipopulares de manera inmediata, Scioli actuaría de manera gradual. Según el artículo, que no incluye ninguna fuente cuya existencia pueda ser verificada por el lector, el “culpable” sería Kicillof: “Las alarmas se encendieron. Daniel Scioli y su equipo económico miran perplejos las decisiones que tomó en la última semana el ministro de Economía, Axel Kicillof. Cuando resta un mes para las elecciones, nadie esperaba en el sciolismo que las complicaciones vinieran del propio Gobierno”, dice. Nadie corrobora sus palabras. De hecho, este lunes el propio Kicillof desestima esa hipótesis, para La Nación con una “excusa”. Es decir, una fuente periodística que habla con nombre y apellido tendría menor valor que otra que se escuda en el anonimato. Fernando Laborda, en su nota dominical, apunta en la misma dirección en la nota titulada:” La caza de dólares y la sensación de que todo puede suceder”.
En la tapa del lunes, el diario insiste en la cuestión y reitera una “verdad a medias”: la de los supuestos “créditos” chinos que no son tal cosa sino un intercambio de monedas. “Para evitar que caigan las reservas, le pidieron más crédito a China”, es el título central de La Nación. En realidad, los yuanes depositados en el Banco Central son un “pago a cuenta” de futuras compras de productos argentinos por parte del gigante asiático, mientras que los pesos recibidos por el país asiático como contraparte tienen la misma función pero en sentido inverso.
Más allá de esa cuestión, lo central es tratar de interferir en la campaña de Scioli con alguna mala noticia en materia económica, que justifique la exigencia de “ajustes” futuros. Clarín se alinea esa sintonía y dice: “El dólar caliente puso a la economía en la agenda del tramo final de la campaña”. Según afirma en una nota del domingo: “El dólar paralelo por encima de los 16 pesos obligó a los candidatos presidenciales y sus equipos a hablar de economía y a brindar más precisiones sobre sus planes para después de diciembre con el objetivo de mostrarse confiables ante los votantes”.
Julio Blanck, por su parte invierte la carga de la prueba en cuestiones económicas. Reconoce que pese a toda la campaña mediática, “la sensación extendida, de acuerdo a las mediciones de opinión pública, es que no hay crisis. Mérito del equipo de Kicillof, que estaría logrando disimular a ojos de la mayoría que su política de despilfarro dejará al gobierno que viene una situación de altísima complejidad”. Es decir, si la prensa hegemónica dice que hay “crisis”, no habría porqué dudar. Y si los indicadores económicos lo niegan, entonces se los estaría “maquillando”. Así, la campaña mediática parece no tener fin.