Es difícil esconder las lágrimas, confesaban la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y la senadora Isabel Allende Bussi, al término de la ceremonia solemne para recordar al 11 de septiembre de 1973.
Fecha luctuosa que dejó sumido a Chile en la tristeza, el dolor y la impotencia ante los desmanes de la dictadura de Augusto Pinochet, con más de tres mil crímenes, mil 200 detenidos desaparecidos y 33 mil torturados.
La fría pero soleada mañana recibió a unas tres mil personas en el Palacio de La Moneda para una vez más, no dejar en el olvido un hecho que cambió la historia del país austral, según publica Prensa Latina. En primer plano se llevó a cabo el tributo a Salvador Allende y sus colaboradores.
Aunque el protocolo en este tipo de actos ofrece pocos márgenes, hubo mucha intensidad este año, en especial en el recorrido por la instalación de Gobierno encabezado por Michelle Bachelet.
La jefa de Estado acompañó a la familia más cercana de Salvador Allende, fallecido el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda junto a 38 colaboradores, que perdieron sus vidas en defensa de la sede del Gobierno.
En el trayecto estuvieron las hijas de Allende, Isabel y Carmen Paz, sus nietos Maya, Marcia y Alejandro, y otros parientes cercanos, que depositaron flores en el despacho y en el rincón especial del ex dignatario en el Palacio.
«Cuesta contener la emoción al repasar, uno a uno, los nombres de 38 compatriotas nuestros, muertos o hechos desaparecer desde este Palacio de La Moneda», dijo Bachelet en su discurso, quien agregó: «Cuesta, pero es nuestro deber hacerlo. Porque sin memoria no hay presente con sentido ni futuro con esperanza».
La gobernante remarcó que al conmemorar 42 años de una tragedia «que desgarró el alma de Chile», se comprende que un país de todos sólo se construye si es capaz de reconocer su propia historia y de tener un juicio moral compartido.
«Y ese juicio es uno solo: Âínunca más el poder de la muerte, sólo el de la vida!», enfatizó.
Varias veces ovacionada, Bachelet, al referirse a la crisis humanitaria en Europa y el Mediterráneo, subrayó que en el pasado muchas manos acogieron a quienes fueron perseguidos y salvaron vidas en un Chile sitiado.
«Seremos nosotros quienes tenderemos nuestras manos y abriremos las puertas del país para socorrer a quienes lo necesitan. Lo que el mundo hizo por Chile, hoy Chile lo hace por el mundo», sentenció.
También aprovechó la ocasión para referirse al futuro papel de la subsecretaría de Derechos Humanos, que será creada con el aval del Congreso próximamente.
Cuando se ponga en marcha, liderará las tareas de verdad, justicia y reparación, además de consagrarse a defender los derechos humanos de nuevas amenazas y hacer de ellos una cultura que impregne todas nuestras relaciones, señaló.
En las afueras de La Moneda, miles de ex prisioneros políticos y familiares de víctimas de la dictadura se concentraron alrededor de la estatua de Salvador Allende, con fotos y lemas en reclamo de justicia y verdad.
Exigimos el fin de la impunidad, que terminen los privilegios y los pactos de silencio, denunció Lorena Pizarro, Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
Diversas actividades seguirán en la fecha hasta el final de la tarde, cuando significativamente Santiago de Chile se recoge, los comercios cierran y pocos centros recreativos permanecen abiertos.
Una sensación de toque de queda virtual que remarca el miedo y la pesadumbre, aún 42 años después del Golpe de Estado.