Por Germán Celesia / Daniel Scioli fue el precandidato presidencial más votado en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, y el Frente para la Victoria el más elegido incluso sumando los tres precandidatos de Cambiemos. No hubo denuncias de fraude en la Junta Electoral, pese a las declaraciones de Mauricio Macri y el postulante a diputado nacional Fernando Miembro. Resultaba muy complicado entonces sostener que el postulante del oficialismo ganó por “robo” de boletas u otras maniobras similares, como anticipaban desde el PRO y el diario La Nación. La opción más sencilla fue tratar de relativizar el triunfo manipulando las cifras en lo posible, dando por sentado que los votos logrados por Lilita Carrió y Ernesto Sanz se sumarán automáticamente a Macri, y minimizando las chances de que Scioli logre el apoyo de los votantes de otros candidatos de origen popular o peronista que quedaron fuera de las PASO, como José Manuel de la Sota.
“Scioli ganó las PASO, Macri quedó cerca y Massa entró en la pelea”, titula Clarín, aunque los resultados oficiales relativizan bastante el “quedó cerca”, que sería de más de 3 millones de votos de distancia, unos 14 puntos porcentuales midiendo candidato contra candidato. Incluso por fuerza política, la diferencia es más de 8,5 puntos de distancia, escrutado el 96% de los votos
La Nación opta por comparar candidato con frente político en el propio título central de su edición: “Scioli supera por sólo cinco puntos a Cambiemos en un lento escrutinio”, dice, aunque el escrutinio marcó una diferencia mayor entre los dos frentes políticos y aún más alta entre candidatos. “Scioli y Cristina esperaban un resultado mucho mejor”, agrega Joaquín Morales Solá para completar la idea de que la diferencia habría sido pequeña, idea relativizada a medida que iba avanzando el recuento de votos. Carlos Pagni se atreve incluso a más, y afirma: “quedó al desnudo la crisis del Gobierno”. En tanto, Jorge Fernández Díaz vuelve a apelar al exabrupto al denunciar una hipotética “dictadura del dinero”.
Morales Solá empieza su columna con una acusación “vieja” de fraude en el conurbano en favor del oficialismo, aunque sin evidencia alguna que lo respalde, como acostumbra a hacer. Luego se entusiasma con que “los números de Daniel Scioli no le permiten pronosticar un triunfo en primera vuelta en octubre”. Y lo atribuyen a la última operación de prensa contra el oficialismo: “La supuesta vinculación de Aníbal con el tráfico y la comercialización de la efedrina, un precursor para la fabricación de drogas sintéticas, alejó a Scioli de aquel proyecto para seducir a los independientes”, que hipotéticamente le habrían permitido superar el umbral del 40% de votos.
Luego hace una matemática para sostener la idea de un triunfo de las fuerzas opositoras sumadas y reitera la opción conservadora, pese a que la fuerza de Sergio Massa sacó más votos que lo que le pronosticaban las encuestas “Macri se convirtió ayer en la alternativa más clara al kirchnerismo”.
Como corolario, “Scioli no alcanzó los números que se proponía, aunque conservó claramente el primer lugar entre los elegidos. Todavía le queda la carga de sobrellevar un gobierno condenado a saltar entre un escándalo y otro, del que él, para peor, no se puede alejar mucho sin el riesgo de perderlo todo”.
Según Pagni, el gobierno “obtuvo una victoria problemática”, ya que “vaticina ballotage” y “desnudaron la crisis que enfrenta el Gobierno en su distrito principal”. Además, afirma que “sigan abiertas” las conversaciones para que Massa retire su candidatura presidencial, pese a que el resultado de su fuerza político superó las expectativas que impusieron los medios hegemónicos.
El artículo de Fernández Díaz reitera la desmesura habitual de ese hombre enceguecido contra el gobierno, que se lamenta porque, según dice, sin Scioli “el kirchnerismo habría perdido de manera directamente catastrófica”. Y coincide con Morales Solá en adjudicar a Jorge Lanata haber reducido el caudal de votos del oficialismo.
El editor de Clarín, Ricardo Kirschbaum, se preocupa por sostener la idea de que “la elección de octubre está abierta”, con lo cual implícitamente otorga las mismas oportunidades a un candidato que logró un 50% más de votos que el segundo. “Lo que Scioli no logró anoche es llegar con una diferencia rotunda sobre Cambiemos”, sostiene, lo que implica imitar la estrategia de La Nación.
Eduardo van der Kooy insiste: “La elección dejó la moneda en el aire”, y sugiere que “Scioli, tal vez, deba redefinir hacia adelante su vínculo con los sectores ultras del kirchnerismo”, lo cual parece un mensaje al gran ganador de las PASO de parte del Grupo Clarín. Además, supone – como también lo hace Eduardo Aulicino – que sería “una bendición” para la oposición el triunfo de Aníbal Fernández en la interna del oficialismo para la gobernación, debido al impacto que adjudica a las denuncias de Lanata. Además, advierte que “no murieron” las “conversaciones” para bajar a Massa de la contienda electoral.
Julio Blanck suma todo – desde el macrismo hasta la izquierda trotkista – para sostener la idea de que “poco más del 60 por ciento de los votantes de ayer en las PASO eligieron distintas propuestas de cambio” y que con lo logrado por Scioli “no se gana la elección presidencial”.
Para eso, sin embargo, haría falta que se cumplan estrictamente las órdenes de la prensa opositora. “La polarización se demostró hasta aquí más como una expresión de deseos que como un hecho palpable. Pero sigue siendo un escenario posible. El eventual reagrupamiento de votantes en torno del opositor mejor posicionado puede darse naturalmente, o inducido por acuerdos políticos. O incluso no producirse, y dejar las cargas electorales repartidas como están hoy. Eso equivaldría a asfaltar el camino de Scioli hacia la Casa Rosada”, advierte.