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En la enorme explanada de esta zona militar, ante un espectacular retablo elaborado con miles de semillas y mazorcas, un tributo a la cultura guaraní, Francisco se dejó inspirar para su homilía por la palabra «hospitalidad», de la que habló la lectura de hoy. Hospitalidad, dijo, «es una de las características fundamentales de la comunidad creyente» y agregó que «el cristiano es quien aprendió a hospedar, a alojar», aseguró.
Respecto a esto, lamentó que a veces la «misión, la evangelización» de la Iglesia «se base en proyectos y programas» y «se entienda en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos».
Para Francisco evangelizar, no es convencer con argumentos o estrategias sino «aprendiendo a alojar». El papa habló de una Iglesia que debe ser «una madre de corazón abierto y que sepa acoger, recibir, especialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad».
El pontífice dijo que la Iglesia debe mostrar «hospitalidad» con el hambriento, el perseguido o el desempleado, pero también «con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido» y a «las culturas diferentes».
También se refirió a la soledad «como otro de los males que hacen mucho daño, y que va haciendo nido en nuestro corazón y comiendo nuestra vitalidad». «Dios nunca cierra los horizontes», señaló a los fieles, y agregó que «nunca es pasivo a la vida y al sufrimiento de sus hijos y siempre tiene atención «para tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, de aislamiento».
Es cierto, consideró, «que no podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos», pero también es cierto «que nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro pueblo».
«Qué lindo es imaginarnos nuestras parroquias, comunidades, capillas, lugares donde están los cristianos, como verdaderas centros de encuentro entre nosotros y con Dios», expresó.
A pesar de la lluvia de los últimos días, más de medio millón de personas pasaron toda la noche para poder asistir a la misa y música y oraciones amenizaron la espera durante toda la madrugada. La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, participó de la jornada y tras la misa saludó al Papa.