Delia Rosa Moyano fue finalmente absuelta. Imputada por matar a su pareja, en agosto de 2013, el fiscal Martín Pizzolo había solicitado perpetua por considerar que el crimen estaba agravado por el vínculo. El defensor oficial, Martín Marcelli, había pedido la absolución porque el caso se enmarcaba en el de violencia de género, ya que el marido la apaleaba permanentemente. Finalmente, los jueces del Tribunal Oral 1, de Azul; Gustavo Borghi, Martín Céspedes y Joaquín Duba, decidieron absolver a Moyano por considerar que se trató de un caso encuadrado como de legítima defensa. Hasta acá, una síntesis extrema del final de juicio, ocurrido ayer en Azul.
Delia Moyano, de 34 años, es de condición humilde y vivía en Espigas, una pequeña localidad rural del partido de Olavarría. La mujer se crió en el campo y a los 20 años se fue a vivir con su pareja, Jorge Cuello, por entonces de 48 años. Tuvo tres hijos que hoy tienen 9, 6 y 3 años.
En varias ocasiones, Delia se presentó en el destacamento policial de Espigas, que se encuentra a unos cien metros de la humilde casa donde vivían, para denunciar que Cuello, totalmente ebrio, la golpeaba casi cotidianamente. Durante el juicio, que comenzó la semana pasada, dos uniformados del destacamento confirmaron que existían esas denuncias y recordaron que en una oportunidad la trasladaron a dormir, una noche, al hospital junto a sus tres hijos, ya que la mujer no quería regresar a su hogar por los golpes que le había dado. No solamente el destacamento, también los vecinos sabían que Cuello la golpeaba, que pesaba 100 kilos y que la dominaba fácilmente con su fuerza.
La cantidad de presentaciones que hizo Delia es innumerable. Cinco están comprobadas: una en la Comisaría de la Mujer, en Olavarría; otra en el Tribunal de Familia, en el hospital y otras dos en el destacamento de Espigas. No fue citada y nunca se llegó a una instancia judicial en la que se prohibiera el acercamiento y se lo expulsara del hogar. Durante el juicio, la mujer recordó que “hice la denuncia cuando me agarró con un fierro, me golpeó toda, por todo el cuerpo, me puteaba, siempre me daba trompadas”.
También quedó en claro que la amenaza que sentía la mujer, además de los golpes reales y el miedo a seguir recibiéndolos, era el de que la echara de la casa, con los tres chiquitos, como había ocurrido más de una vez.
El fiscal Martín Pizzolo en su alegato pidió perpetua por considerarlo un homicidio agravado por el vínculo. Estaba presenciando otro juicio. Sostuvo que “tenía a mano muchísimas alternativas antes que agredir a su agresor, como irse de su casa”. Dijo que “la comisaría quedaba a cien metros de la casa, ¿por qué no fue al destacamento?” Y recordó que en la casa no se habían encontrado señales de violencia y que no hubo agresión, ya que la mujer había declarado que no le había alcanzado a pegar. “¿Dónde está la agresión? No hubo agresión legítima, ella dijo: ‘me levantó la mano’, pero no le pegó”.
El defensor Martín Marcelli en su alegato respondió a la acusación del fiscal. “La fiscalía tiene que analizar 12 años de relación, no un momento, ella no tenía adónde ir esa noche, ¿qué iba a hacer? ¿Ir a la comisaría para que los policías la devolvieran a la casa donde le pegaban?”, y agregó que “hay que ver la cantidad de veces que ella denunció a Cuello por pegarle”, pero “el Estado la abandonó a Delia, no la protegió, estuvo ausente cuando le pegaban”. Y fue gráfico con las soluciones al paso que recomendó el fiscal: “Cuello pesaba 100 kilos, la doblaba en peso y en edad. Albañil, acostumbrado a tareas pesadas”.
El 24 de agosto de 2013 se de- sató la escena que se repetía habitualmente desde hacía al menos una década. Cuello intentó atarla a una silla. Moyano se defendió con lo que pudo: tomó un cuchillo Tramontina y se lo clavó. Tres días después, sin atención, el hombre falleció. No se entendió por qué había muerto hasta que se descubrió el apósito que cubría la herida. Delia fue detenida y estuvo presa un tiempo en la U52 de Azul y sus hijos internados en un hogar. Llegó al juicio con detención domiciliaria.
Ayer, los jueces la absolvieron por haber actuado en legítima defensa. De existir alguna indicación a los fiscales sobre cómo actuar en casos de violencia de género desde la Procuración bonaerense, el fiscal la eludió olímpicamente.