El Tribunal Oral 3 de Mercedes condenó hoy a perpetua al peluquero y patovica Marcelo Vicente «Boli» Gamella, quien había llegado al juicio con prisión domiciliaria y varias irregularidades en el cumplimiento de esa medida.
Si bien la justicia no le revocó el beneficio, retiró el permiso de trabajo que tenía Gamella y le colocó una pulsera de seguridad para evitar que vuelva a violar la detención, como denunció la querella en varias oportunidades.
“Estamos contentos con el veredicto. Sabemos que tarde o temprano irá a la cárcel, pero vamos a apelar la no revocatoria de la prisión domiciliaria”, indicó Pablo Harguindeguy, abogado de la familia de la víctima, Sandra Villalba, asesinada el 10 de diciembre de 2011.
El letrado explicó que «Gamella fue encontrado culpable de ‘homicidio agravado por el vínculo‘», aunque aclaró que «no pesó sobre él la figura de femicidio por ser el delito anterior a la promulgación de la ley que introdujo esa figura penal».
Durante el juicio oral y público, que se realizó entre el 7 y el 9 de abril, los familiares de la víctima denunciaron numerosas irregularidades en el proceso.
El Tribunal de Mercedes había recusado el pedido de prisión domiciliaria, pero la defensa interpuso durante la feria judicial un habeas corpus en la Cámara de Apelaciones, y los jueces concedieron el beneficio.
«La Cámara otorgó al prisión domiciliaria sin realizar el informe socio ambiental ni la pericia psicológica del imputado», denunció Harguindeguy.
Desde entonces, la familia y los vecinos de Sandra relataron que el asesino de la mujer salía de su casa todo el tiempo. Incluso fue sin custodia policial a la primera audiencia del juicio en su contra.
«En este aspecto lo que hizo el Tribunal Oral 3 fue anular los permisos de salidas laborales y la colocación de una pulsera que es inviolable y que da anuncio al sistema penitenciario si la persona sale del domicilio en el cual cumple su arresto», explicó la querella.
Sandra tenía 40 años cuando fue asesinada a golpes de puño y con un objeto contundente en la casa donde convivía con Gamella, un peluquero de 46 años que además trabajaba como «patovica», y su hijo, quien encontró el cuerpo y alertó a la policía.