Por Germán Celesia / “El Gobierno apura la hipótesis del suicidio”, es el título central de Clarín. Se trata de una mentira flagrante sustentada, según el diario, en “fuentes judiciales” que “revelaron presión oficial” para reafirmar la “versión” de que efectivamente Alberto Nisman se quitó la vida en la soledad de su casa, como indicaban hasta anoche las primeras pericias realizadas por la Justicia.
En realidad, lo que parece hacer el matutino opositor, que viene desarrollando una campaña contra el gobierno, es tratar de sustentar acusaciones diversas contra el gobierno, casi todas ellas contrarias a las evidencias públicas. En una línea temporal, hay que resaltar que primero acusó a la Presidenta, Cristina Fernández, de haber “prohibido” al Canciller argentino, Héctor Timerman, de participar en una marcha contra el terrorismo, en París, de la que en cambio participó. El sentido de esa acusación era sustentar una supuesta indiferencia del gobierno ante actos de esa naturaleza. Sobre esa presunción, el diario montó la acusación de Nisman, que adelantó su regreso de las vacaciones que estaba tomando en Europa ara presentar – sin pruebas – una denuncia contra la Jefa de Estado, funcionarios del gobierno y otras personas. El fiscal las acusaba de haber realizado un pacto paralelo con Irán que incluía el levantamiento de las “alertas rojas” en Interpol para que personas de ese país dejen ser buscadas y el intercambio de petróleo por granos. No hubo canje de comodities y el propio Secretario General de Interpol, Roland Kennet Noble desmintió el cambio de estatus sobre los iraníes.
Incluso sin esperar el resultado de la autopsia, en los diversos formatos el multimedios y varios de sus columnistas contratados o afines, como Jorge Lanata, responsabilizaban a la propia Presidenta de ser cuanto menos “cómplice” de lo que la Justicia comenzó a investigar como “muerte dudosa”, e incluso de convocar a manifestaciones contra el gobierno en el mejor de los casos pidiendo la “justicia” que se estaba dando al caso, y en el peor una suerte de remoción de facto de las autoridades legales y legítimas de la Nación Argentina.
Clarín, por ejemplo, dio gran despliegue a lo que presentaba como “Las dudas de Lanata”, resumidas en la frase: «¿El tipo antes de declarar se mata? Vamos, chicos…», que sugiere que fue asesinado por orden del gobierno. Según Lanata, es «muy difícil de creer que Nisman se suicidó». Para Clarín, “aseguran que hubo un solo disparo y no actuaron terceros”, pero no da por certero ese resultado de las pericias de la Justicia.
Según Leonardo Míndez, el Secretario de Seguridad, Sergio Berni, “se había apurado a instalar públicamente” la hipótesis del suicidio, aunque sugiere que de alguna manera adulteró el lugar de los hechos. “El omnipresente secretario jura que fue para preservar la escena del crimen”, afirma Míndez.
De la misma manera, el hombre de Clarín asegura que “Nisman había prometido revelar más datos en el Congreso. Si el kirchnerismo se lo permitía”, lo que sugería que el oficialismo buscaba impedirlo “por haber encubierto la responsabilidad de Irán en el atentado a la AMIA”, según el diario. En otro de los análisis disparatados, Ricardo Roa habla de Nisman no como suicida sino como “sospechoso de su propia muerte”, ya que “tenía muchas más razones para vivir que para matarse. Pero también tenía miedo de que lo mataran”.
Además, “nadie que lo haya visto o hablado con él en los últimos días vio la más mínima señal de un hombre que estaba pensando en suicidarse”, dice. Y luego replica sin evidencias a la Presidenta: “Para Cristina fue un regreso sospechoso. Ahora resulta que el sospechoso es Nisman”. Según Roa, desde el gobierno “embarran la cancha para invertir la prueba”, cuando hasta el momento no fue presentada prueba alguna que avale toda esta historia relatada por Clarín.
La Nación habla de “estupor y protestas por la muerte del fiscal que denunció a la Presidenta”. Luego diversos columnistas apuntan contra el gobierno. Para Carlos Pagni, el gobierno se encontraría “más cerca de tocar fondo”. Joaquín Morales Solá habla de “la página más oscura de la nueva democracia”, aunque no está claro por qué habla de “nueva”. Y afirma que el funcionario judicial “no era suicida” o “al menos no parecía”. Jorge Fernández Díaz habla de “una Argentina que mete miedo” y habla de “la impotencia o complicidad de muchas instituciones débiles de esta democracia ya degradada”. Los mensajes se parecen peligrosamente a los que durante el siglo XX precedieron a interrupciones del orden institucional.