Por Ariel Spini / El fútbol es una de las pasiones más poderosas de los argentinos. Esa creación de los británicos tuvo su rebautismo en las profundidades del Río de La Plata y se generó aquí una nueva manera de vivirlo, jugarlo y sentirlo. Vivió como suyos cada uno de los momentos cruciales del país y así fue que no quedó ajeno a la irrupción de Néstor Kirchner en 2003, con su proyecto de políticas públicas inclusivas y en confrontación con los años de plomo del neoliberalismo, signados por la fuga de capitales, la privatización de todas las empresas estatales y la destrucción del tejido social.
El futbol también fue víctima de esa tragedia y cabal expresión de esa tragedia fue lo que muchos denominaron “la privatización del gol, de sus imágenes y sonidos”. Fue entonces cuando al aparato mediático concentrado, comandado por el Grupo Clarín, tomó por asalto el negocio de la televisación de los partidos, para destrucción de clubes y anulación del sentir popular. Fue el kirchnerismo, gracias a una idea de Gabriel Mariotto, por aquél entonces al frente del proceso político cultural que devino en la sanción de la Ley de Medios, el que rompió la trama expropiatoria de la pasión deportiva: Fútbol para Todos, pensado por el actual vicegobernador de la Provincia se convirtió en una poderosa herramienta de de distribución social de cultura.
Esta nota tomará algunos casos testigo o pilotos, que mucho aluden al proceso de destrucción del neoliberalismo y al de posterior recuperación, inscripta ésta en el contexto del modelo político desplegado a partir de 2003.
Instituciones como Colegiales, Racing Club y Temperley, por ejemplo, fueron víctimas de la mano privatizadora y, guiados por dirigentes alineados con el menemismo, llegaron hasta la quiebra. Clubes que perdieron su razón social para transitar el camino de las especulaciones diarias y dejar de lado el trabajo en inferiores, la formación y educación del patrimonio más importante.
La llegada de Néstor Kirchner y las políticas públicas de emancipación social y empoderamiento de los sectores castigados por el capitalismo salvaje trajo un nuevo horizonte para las instituciones. Asimismo, la creación del ya mencionado programa estatal Fútbol para Todo otorgó la posibilidad latente de contar con un verdadero respaldo para llevar a cabo políticas sociales a los equipos argentinos.
Por primera vez, tras años de acuerdos empresariales que favorecían el vaciamiento del fútbol para que sean pocos los beneficiados, el Gobierno tomó una decisión sin precedente: la pasión más grande del país estaba al alcance de todos y con la generación de dividendos para la sociedad y no para intereses privados. Junto con estas decisiones estratégicas la razón social de las instituciones volvió a tener rol predominante.
En ese sentido el relator del Fútbol para Todos e integrante del Colectivo Rodolfo en Proyecto Nacional, Javier Vicente, se refirió a la situación que vivió Racing Club tras la quiebra alcanzada por la gestión del menemista Daniel Lalín. “La solución que proponía el neolibearalismo para Racing sólo fue la panacea de un título que a Racing no le redundó en ningún beneficio. Después volvió la noche, volvió la sombra”, sostuvo el periodista.
“Se produjo un cambio significativo en Racing Club, que fue el fin del gerenciamiento y la llegada de los socios a hacer del club lo que siempre debió ser, una institución con sentido social, sin fines de lucro y que se puede dar el lujo de ser el que mejor está económicamente y que menos deuda tiene”, consideró Vicente. A su vez remarcó que el reciente campeonato alcanzado por el equipo de Avellaneda “es el campeonato de los socios” ,y explicó que La Academia “volvió a su historia, es un camino que no tiene marcha atrás, las decisiones la toman los socios y no un empresario”.
Temperley fue una de los ejemplos más fuertes del impacto del neoliberalismo en la vida social de los clubes de fútbol, fue el primero en declarar la quiebra a principio de los noventa y no logró permanecer en la competencia. Al respecto, Vicente aseguró que “Temperley es el ejemplo acabado de un club devastado por el neoliberalismo y hoy recuperado por los socios y un modelo de país que le permite a la comunidad volver a darle vida”.
En la misma línea, Rodrigo González, presidente del club Colegiales, que en la década del noventa ingresó en concurso de acreedores, dialogó con esta agencia y remarcó que “si bien se volvió a la B Nacional, tuvo un vaciamiento, la cancha se fue abandonando y acumuló una deuda que llegó casi a un millón de dólares”. “Fue una década complicada para el club, que con los socios se empezó a normalizar”, abundó.
A su vez señaló que “los pilares para recuperar el club fueron los socios y los hinchas. Ahí está el valor más importante que puede tener cualquier club y ahí es donde se deben tomas las decisiones, que rumbo va tomando el club, cuando se pierde ese eje todo corre peligro”. Además, González destacó la labor social de las instituciones deportivas en paralelo con un Estado que apuesta a la inclusión social: “desde el 2003 el Gobierno empezó a interactuar fuertemente con las organizaciones sociales”, expresó. Agregó que “si el Estado brinda las condiciones para poder fortalecerse, el club tiene una mayor posibilidad de cumplir con su objetivo social”.
Desde hace dos años Colegiales apuesta a la educación, no sólo de los juveniles, sino de la región con la implementación del Plan Fines en las instalaciones, asimismo tiene el objetivo de realizar un colegio en el mediano plazo. “El club es un faro para la comunidad”, sostuvo el Presidente e infirió que “da la posibilidad de salir de la calle, tener un norte vinculado al deporte, formar pibes”.
Entre las instituciones que sufrieron el vaciamiento del patrimonio y hoy apuestan a la inclusión, la educación y la equidad, se encuentra el ejemplo de Banfield. Desde la asunción de Eduardo Spinosa como residente, bajo el título de “El club de los Socios”, la histórica institución del Sur del Conurbano logró revalidar su condición social, convirtiéndose en una herramienta para beneficiar a los vecinos de la región. En esa línea profundizó la política pública con la llega de Gabriel Mariotto a la Dirección de Fútbol y la propuesta de “que todos los pibes de las inferiores estudien y aprendan idiomas”.
El Taladro da muestra de un cambio en la manera de relacionarse con la ciudadanía. Tras gestiones desbastadoras, como la de Carlos Portell con el apoyo del intendente Martín Insaurralde, Banfield comenzó a recuperarse y ya se ubica entre los modelos a seguir en tanto instituciones al servicio de la comunidad.
Hay ejemplos de que el fútbol puede dejar atrás al neoliberalismo de los noventa para revalorizarse como cultura popular, como instancia de organización barrial con sentido social.