Por Germán Celesia / El “fin” del kirchnerismo ya había sido sugerido en 2003 por Claudio Escribano, en la tapa de La Nación, antes de que se denominara de esa manera al ciclo político en curso. El augurio actuaba sin embargo como amenaza velada en caso de que el gobierno no se readecuara al Consenso de Washington, influyente en las políticas económica y sociales de la década del 90. Hubo que esperar hasta la derrota legislativa en la provincia de Buenos Aires, en 2009, para que Joaquín Morales Solá diera por probada la finalización de la etapa kirchnerista, que pese a su certeza tampoco se concretó en 2011.
Los pronósticos de fin de ciclo se renovaron a partir de la victoria de Sergio Massa en las legislativas bonaerenses de 2013, pero la prensa hegemónica viene preparando excusas frente al a posibilidad de que no se concreten sus deseos. Dos son las vías que viene explorando en los últimos días, en coincidencia con nombramientos de funcionarios en los poderes Ejecutivo y Judicial.
La llegada de Oscar Parrilli a la Secretaría de Inteligencia es mostrada como parte de un plan para presionar al Poder Judicial, mientras que la cobertura provisoria de un juzgado con competencia electoral – el Federal 1 de La Plata – es presentada como si el Gobierno Nacional se dispusiera a tomar decisiones reñidas con la voluntad popular en los comicios de 2015.
El nombramiento del Secretario de Juzgado Laureano Durán como subrogante en el juzgado que quedó vacante por el fallecimiento de Manuel Humberto Blanco fue votado ayer por la mayoría del Consejo de la Magistratura, quien tomó nota de la opinión favorable de la Cámara Federal de La Plata. Pero Clarín coloca esa decisión del órgano colegiado – donde el Ejecutivo no tiene mayoría – como “otro avance sobre la Justicia”. El diario pone de relieve que desde allí “se controla las elecciones en la Provincia” y que llega al cargo “sin haber recibido la aprobación de los senadores, como marca la Constitución”, aunque la Carta Magna no se refiere explícitamente a la cobertura transitoria de funciones judiciales sino a las definitivas y que el “control” es de legalidad del proceso, lo cual no debería incluir en la voluntad popular, como parece sugerir Clarín.
Ya el 22 de septiembre pasado, el “gran diario argentino” daba por resuelta la cuestión, en el mismo sentido. “Nombran a un secretario cercano al Gobierno en el juzgado electoral de La Plata”. Lo decía a partir de la decisión de la Cámara Federal.
La Nación opta hoy por condicionar la información utilizando una palabra que actúa como “comodín” para expresar su rechazo. “Polémica designación de un kirchnerista en un juzgado electoral clave”. El mensaje implícito se refiere también a la eventual manipulación de la voluntad popular. Dentro de la edición se lo considera a Durán “cercano al gobierno” y no propiamente “kirchnerista”, y se pone el énfasis en cuestionamientos técnicos. En otra nota se lo caracteriza como un “joven de vínculo directo con Alak”, lo que teniendo en cuenta la animosidad del diario respecto de la franja etaria denominada de esa manera – al menos en lo referido a cargos públicos – podría considerarse como un desmérito hacia Durán. En tanto, “la oposición se unió para rechazar la designación”, dice, en consonancia con Clarín.
Otros diarios son menos extremistas en sus juicios, aunque destacan la disputa con la oposición. Por ejemplo, El Día habla de “controvertida designación de secretarios al frente de juzgados federales de La Plata”, lo que suena más suave que “polémica designación”.
La “inteligencia” en función política
Otro tema planteado con mucha virulencia por los diarios opositores está vinculado con la renovación de la cúpula de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Hoy Fernando Laborda acusa al actual y a gobiernos anteriores de “la utilización de la ex Side como instrumento de control político y judicial, como herramienta de presión y de espionaje interno contra legisladores, dirigentes opositores, empresarios y periodistas”.
Según el columnista de La Nación, “en la concepción kirchnerista, los organismos de inteligencia deben funcionar de acuerdo con una peculiar lógica basada en el garrote para perseguir a los indóciles y en la caja para premiar a los complacientes con el Gobierno. En otras palabras, ante todo, deben estar al servicio de las necesidades coyunturales de los funcionarios, cuya principal inquietud de cara a los próximos años es evitarse problemas en las causas judiciales abiertas y por abrirse a raíz de presuntos casos de corrupción”. Así, se arroga el derecho de teorizar sobre “la concepción kircherista” de los organismos de inteligencia sin que exista ninguna elaboración teórica que lo avale, mientras que desliza que sería utilizada para evitar las consecuencias del “fin de ciclo” teorizado por los medios opositores o bien para evitar la finalización del ciclo político. De otra manera no hubiera mencionado a los políticos de la oposición.
Según Laborda, “el mayor enojo de Cristina Kirchner con Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher, quienes conducían la Secretaría de Inteligencia hasta principios de esta semana, obedecería a su supuesta incapacidad para sofocar la rebelión de varios jueces federales que hoy tienen en vilo al kirchnerismo con sus investigaciones. Como si ésa fuese una tarea del principal organismo de inteligencia del Estado”, dice. Nadie dice que lo sea, pero el hombre de La Nación lo da por probado.
Julio Banck, en Clarín, acusa al gobierno de utilizar a la ex Side para ser vehículo de “generosas atenciones personales, presiones, promesas, advertencias sobre apariciones fantasmagóricas de carpetas secretas, satisfacción de necesidades de los magistrados”, de manera de adecuarlos a las necesidades del Ejecutivo, aunque tampoco presenta evidencia alguna que avale sus acusaciones.
Pese a esas supuestas presiones, “la Justicia reaccionó ante los continuos avances del kirchnerismo para ponerla bajo estricto control político. Con el boleto de salida de Cristina marcado para el 10 de diciembre de 2015, era de lógica pura que jueces y fiscales establecieran sus propias barricadas de contención. Pero el Gobierno no lo vio venir”, dice.
Luego anticipa hechos más graves. “En el laberinto oscuro de la Inteligencia se abre ahora el interrogante acerca de qué acciones está dispuesta a ordenar la Casa Rosada en el marco del plan estratégico de Cristina, que consiste en retener todo el poder posible, todo el tiempo posible. Nadie debería asustarse demasiado, nadie debería estar demasiado tranquilo”, afirma. ¿En qué consistiría “retener todo el poder posible, todo el tiempo posible?” ¿Será que el “fin de ciclo sigue siendo sólo una expresión de deseos de la prensa opositora?