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Por Germán Celesia / El “Clarín trucho” fue un elemento de propaganda política, de denuncia dirigida a dirigentes opositores conducidos, según la visión de La Cámpora, por un diario con características hegemónicas e influencias sobre el debate político. La respuesta desde Clarín – y también de la Nación – no fue acorde con los principios periodísticos que dicen defender, ya que sin evidencia alguna acusa a la agrupación de haber financiado el material de difusión con fondos públicos.
Esa acusación va en línea con una idea que tratan de instalar en imaginario colectivo y que consiste en quitarle a la agrupación su propia esencia, que es la de participar en los debates políticos, y adjudicarle un sentido mezquino, que sería el de transformarse en un parásito del poder, en oficialista por mera conveniencia. Además, esa respuesta le evita a Clarín y su principal socio de la responsabilidad que conlleva participar directamente del debate político que diariamente tratan de direccionar hacia determinados temas y con los “buenos y malos” de la película concebidos de antemano.
El primero en sentar posición fue Pablo Sirven en la edición web del diario La Nación, pero su nota luego fue reproducida por Clarín, con lo cual se puede deducir que se trata prácticamente de la posición editorial de los dos medios. Allí en el primer párrafo trata de instalar una “verdad mediática” para desarticular las críticas implícitas en la parodia de La Cámpora.
“Fue una travesura casi estudiantil, aunque con un costo millonario para el erario público, en momentos en que las reservas caen, avanza la recesión y la presión alcista del dólar parece imparable”, dice Sirvén. Así, lanza sin evidencia alguna la versión de que la publicación se habría financiado con dinero público que para colmo podría utilizarse para atender todas las calamidades difundidas por los medios, e insiste en la tesis de que la “inmadurez” política del oficialismo, contrapuesta a la supuesta seriedad de los opositores que, como Mauricio Macri, proponen “sentarse en el tribunal de Griesa y lo que él termine diciendo, hacerlo”.
Clarín critica a su vez al dirigente Eduardo “Wado” De Pedro – quien fue víctima de una “operación” de ese diario n hace menos de una semana – por fotografiarse leyendo un ejemplar del falso matutino. “Más graves resultaron los cables de la agencia oficial de noticias Télam –que conduce el camporista Santiago Alvarez– que celebraron la ocurrencia, con una inusual y desmedida cobertura”, afirma el matutino.
Además, “El Grupo Clarín repudió la publicación del Clarín trucho que asoció a las acusaciones públicas contra el diario que la mismísima Presidenta lanzó esta semana por Cadena Nacional y Twitter”. Es decir, trata de vincular a la Jefa de Estado, que no está relacionada con el asunto.
“Esta parodia se inscribe en los periódicos ataques que organiza el Gobierno contra el Grupo Clarín y la prensa independiente”, afirma el diario, tratando de redundar en esa afirmación, en la que se coloca como “independiente” pese a la animosidad manifiesta contra el gobierno, y trata de vincular al Ejecutivo con la parodia.
Sergio Massa y Julio Cobos aparecen objetando la parodia en la que fueron incluidos, pero ninguno de ellos adelanta qué posición adoptarían respecto del os fondos buitres en caso de resultar electos para suceder a Cristina Fernández de Kirchner la presidencia. Incluso Cobos adopta el punto de vista de la prensa hegemónica, marcada por Sirvén. “¿Cuántas escuelas se equiparían, cuantos libros y revistas para chicos, becas de boletos estudiantiles se podrían cubrir con ese dinero?”, dijo Cobos, como si se tratara de fondos públicos el utilizado en esa publicación.
Según Ricardo Roa, imaginar a esos presidenciables como Jefes de Estado sería “un reconocimiento de que fuera quien fuese, el candidato propio será derrotado por la oposición. Scioli no aparece. No se sabe si esto lo beneficia o lo perjudica. Sí se sabe que de haberlo puesto”, afirma.
Luego, insiste en tratar de instalar que fue el Estado y no una agrupación política quien financió el proyecto “El Clarín trucho de La Cámpora es una estudiantina financiada con dinero público”, acusa, renunciando al uso de fuentes periodísticas. Lo cómico es que en otro artículo que lleva su firma se contradice a sí mismo: “La edición está cuidada. Nadie sabe quién la hizo y ni donde fue impresa ¿Habrá sido en Ciccone?”. Es decir, no tiene ni idea de dónde se imprimió ni como se pagó la edición, pero por las dudas acusa.