Por José Luis Ponsico/ En una entrevista concedida a la revista «El Gráfico», en la antigua casa de calle Gorostiaga. Allí, el célebre «Pulpo», apodo que trajo de la otra orilla del Río de la Plata, aparecía como algo «retraído, seco».
Ardizzone lo describió como una persona «lacónica» cuando el jockey con 60 años por entonces confesó: «Corro todos los caballos con el mismo amor que tengo a la profesión».
Habían pasado treinta años de otra nota de la decana revista deportiva. Allí, aludía al récord de Leguisamo. Bajo el título:»Caso único en la historia del turf».
Irineo Leguisamo asombró al mundo del turf en Capital Federal, cuando ganó siete de ocho en la misma reunión. Daba cuenta la leyenda que Carlos Gardel hizo pública su admiración por aquel entonces.
Al punto que la publicación «Pólice Gazette» de Nueva York hace ocho décadas remitía al «acontecimiento en el mundo delturf» en la Capital Federal. Algo inédito.
«El Maestro -puntualizaba Ardizzone- en la octava carrera entró segundo». Y cerraba el párrafo: «Un fenómeno del turf «Leguisamo montó hasta los 72 años.
Ardizzone, destacado periodista en las décadas de los 60 y 70, también ensayista, poeta, músico, abonado a todos los rincones de la bohemia porteña, destacó al pequeño jockey por otras pasiones
«Le gusta música de ópera, va seguido al Teatro Colón y también practica golf», puntualizó Osvaldo afamado personaje en «Hombre común» en célebres comentarios radiales.
«El peor momento ocurrió en la rodada del´48 con el caballo “Criollo”. Allí, estuve parado ocho meses», relató el jockey. Ardizzone argumentaba la pasión en Buenos Aires por el turf, las carreras de caballos estaban en varias páginas de los diarios, el cine, la música popular como el tango; actrices como Tita Merello ganando fama en el espectáculo de revistas.
«En la raya lo esperamos» título de la obra en tiempos que Gardel cantaba «Leguisamo solo», quizá la más famosa de todas las letras.
La continuidad con la farándula la heredó «Palito» Ortega,amigo de Irineo desde los´60 hasta su deceso el 3 de diciembredel´85. La leyenda del turf lo inmortalizó: «No habrá ninguno igual, no habrá ninguno», todavía repiten en las arenas del Hipódromo de Palermo.