Cavalié, quien estuvo privado ilegalmente de su libertad en La Cacha entre el 12 de diciembre de 1977 y el 12 de febrero de 1978, recordó que cuando salió de ese centro clandestino «estaba destruido y pesaba 30 kilos».
Al prestar declaración en el juicio que se sigue por los delitos de lesa humanidad cometidos en La Cacha sostuvo que fue detenido por policías vestidos de civil cuando salía junto a dos compañeros de la fábrica de vidrios Rigolleau, en Berazategui.
«Era diciembre de 1977. Se notaba que había tensión y gente que vigilaba la fábrica. Afuera había una manifestación y tiraban panfletos. Salimos caminando y a los 200 metros, cuando levantamos un papel para mirar qué era, nos apuntaron y nos detuvieron a los tres», explicó ante el Tribunal Oral Criminal 1 de La Plata.
Precisó que los llevaron hasta la Comisaría Primera de Berazategui, donde pasaron la noche en el patio, dijo que al día siguiente los trasladaron al Regimiento 601 de City Bell y contó que luego los militares los llevaron a la Comisaría Octava de La Plata.
Recordó que allí «había presos comunes y presos políticos» y relató que después supo que «cuando hacían la lista a los presos políticos les hacían una marca, un asterisco».
Manifestó que en su paso por la Comisaría Octava compartió celda con Laura Carlotto y dijo que «cuando me fui de ese lugar, ella seguía allí».
«Unos días después nos llevaron encapuchados en un Dodge 1500 a La Cacha. Nos sentaron en un comedor grandísimo. Había un tabique de chapa y gente recostada de un lado y del otro, con esposas», narró y recordó que les «daban de comer papa una sola vez por día, que no se podía ni comer de lo feo que era».
«Estábamos como los perros o peor», relató y agregó que les daban «una pastilla, vitaminas o algo» que les causaba sueño y no tenían noción del tiempo porque estaban siempre encapuchados.
Al ser consultado sobre las sesiones de tortura, afirmó que los interrogatorios se realizaban en un galpón que se encontraba afuera de La Cacha, «desde donde siempre se escuchaban los gritos de horror de los chicos y chicas que estaban torturando».
«El que nos cuidaba te llevaba desnudo y encapuchado ahí, te recostaba en una cama sin colchón y te ponían un cable en el dedo gordo del pie», manifestó Cavalié y añadió que «había una maquina que daba corriente».
Sostuvo que «te preguntaban de dónde sos, qué hacés, a qué te dedicás, qué ideología tenés, en qué partido estás. Y si no respondías lo que ellos querían decían `dale más máquina, más corriente`», graficó.
«Fue una situación terrible. No te da hambre. Salí de ahí destruido y pesando 30 kilos» aseveró. Contó que tiempo después lo liberaron junto a sus dos compañeros, dejándolos semidesnudos en el Parque Pereyra, en Berazategui.
«Mucho tiempo tuve psicosis. Pensaba que me seguían, que me vigilaban. Yo antes era sano, pero me costó superarlo. Me cambió la vida. Perdí la inocencia. Yo creía que toda la gente era color de rosa. Pero después de esa experiencia vi la vida de otra forma»,
finalizó.