Los errores judiciales tienen más posibilidades de ser detectados en el caso de las penas capitales porque los condenados a muerte disponen de una mayor atención, concluyó una investigación publicada en la revista la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias.
La pesquisa analizó la situación de unos siete mil 500 condenados a muerte entre enero de 1974 y diciembre del 2004, de los cuales un 12,6 por ciento fueron ejecutados.
Cerca de dos tercios de los condenados a muerte ven conmutada su pena durante el proceso de apelación y cuando los jurados dudan de la culpabilidad del acusado eligen la cadena perpetua, con lo cual quienes son inocentes sufren prisión permanente y por lo general, son olvidados, añadió el estudio.
De acuerdo con un informe del Registro Nacional de Exoneraciones, durante 2013 fue anulada en la nación norteña una cantidad récord de condenas equivocadas.
De los casi mil 300 sentenciados exculpados en los recientes 25 años, 87 fueron librados de cargos en 2013, pero no son más que «una pequeña parte de los errores que de hecho ocurren y que en la mayoría de las veces, nunca son descubiertos», afirmó Samuel Gross, profesor de leyes en la Universidad de Michigan.
Para algunos entendidos la gran interrogante consiste en saber cuántos inocentes más siguen presos o cuántos han sido ejecutados injustamente.
A inicios de abril, investigadores descubrieron amplias pruebas de la inocencia de Jonathan Fleming, quien permaneció casi 25 años en prisión por un delito que no cometió y fue finalmente puesto en libertad.
Fleming cumplía una condena por un supuesto asesinato ocurrido en 1989 en Brooklyn, Nueva York; sin embargo, al momento del hecho se encontraba a más de mil 600 kilómetros de distancia, en Florida, con su familia. Un mes antes, otra afroestadounidense, Mary Virginia Jones, salió de prisión al cabo de 32 años, cuando un juez anuló su sentencia al corroborarse su inocencia.
Jones, de 74 años, fue condenada en 1981 por asesinato, secuestro y robo.
A finales del propio marzo Glenn Ford, de 64 años, volvió a ser un hombre libre cuando una jueza anuló su condena ante el hallazgo de pruebas que lo exoneraron de culpabilidad por el homicidio del joyero Isadore Rozeman, en 1983.
Ford, también afroestadounidense, ingresó en el corredor de la muerte en agosto de 1988 luego de ser juzgado por un jurado compuesto exclusivamente por caucásicos, y llegó a convertirse en el prisionero con más tiempo en el corredor de la muerte que haya sido exonerado en la historia de Estados Unido