Por Germán Celesia / “Sin luz y con protestas, hubo caos en las calles”, anuncia Clarín en su edición del sábado 28. Luego aclara: «se registraron “más de 40 piquetes durante el día.”. Según el diario, “miles de vecinos siguen sin luz y sin agua, la mayoría sin respuesta para sus reclamos y con palabras poco sensatas de los –pocos– funcionarios que intervienen en el conflicto”. Ni una línea del diario sobre las empresas prestadoras del servicio
En su columna del domingo, Julio Blanck insiste en establecer un paralelismo del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el de Fernando de la Rúa, con la obvia intencionalidad de sostener la posibilidad de un finar similar caótico del actual gobierno. «Al clima de época, donde el espíritu destituyente o los intentos de desestabilización suelen dominar el relato kirchnerista», afirma.
Alcadio Oña también alude al 2001. «La primera impresión es que nadie desempolvará las viejas cuasi monedas, aunque un hombre de consulta de varios gobernadores dice: ‘Entre dejar de pagar sueldos y sacar bonos, más de uno elegirá sacar bonos‘. Pero el hecho de que ahora se hable sobre algo que sucedió en 2001, significa una vuelta atrás en la historia de doce años».
También el domingo, La Nación, en una nota que no incluye ninguna fuente reconocible, y que firma Mariano Obarrio, el matutino afirma que «preocupados por los cortes, en el Gobierno apuntan a De Vido». Según el columnista, «En el gobierno de Cristina Kirchner crece el desconcierto para revertir el malhumor social por los cortes masivos de luz en el área metropolitana desde hace dos semanas. Un sector del gabinete le pasó facturas por ‘falta de previsión‘ al ministro de Planificación, Julio De Vido, a quien le atribuyen fracasos en casi todas sus planificaciones: transportes, energía eléctrica, comunicaciones y combustibles».
Joaquín Morales Solá agrega al relato mediático «Vecinos enfurecidos. Empresas públicas que andan a su antojo. El Estado tratando de desviar la furia social hacia otros culpables. Es el recurso de la desesperación”.
En su portada de este lunes, Clarín habla de «colapso energético» y titula Pese al éxodo, siguen los cortes y hay cruces dentro del gobierno». El diario también habla de supuestos «pases de factura entre Kicillof, De Vido y Capitanich».
Dentro de su edición, divide el tema en dos artículos. Uno titulado «Pese al éxodo, no ceden los cortes de luz y los piquetes» y otro «Pases de facturas y cruces en el Gobierno por los cortes». Según el diario «Kicillof apunta contra la gestión de De Vido y propone un cambio tarifario. Capitanich también mostró diferencias con el ministro de Planificación. Otros reclaman alguna renuncia para oxigenar».
Para el diario, «es al ministro de Economía, Axel Kicillof, a quien más se escuchó despotricar contra De Vido y su fracaso en la gestión. La enemistad entre ellos no es una novedad, tampoco los tironeos por espacios de poder. Esta vez, Kicillof le reclama a De Vido por la falta de previsión y planificación que derivó en esta la crisis social por falta de luz. Pero también es mérito del propio ministro de Economía el fracaso en la política energética. Siendo secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, en agosto del año pasado, Kicillof intervino el área energética».
Según el matutino, «pese a las propuestas de unos y otros, el Gobierno no toma ninguna definición de fondo y los cortes y el calor siguen. Así, aunque la crisis y las críticas no amenazarían, por ahora, el sillón del ministro, cerca del Gobierno advierten que debe haber un “fusible” que pague el costo político por la crisis energética, un costo que, de lo contrario, afrontaría solo la presidenta. Por eso, varios apuntan a que si no es De Vido quien pega el portazo, tendrá que ser uno de sus hombres, como el secretario de Energía, Daniel Cameron. Este funcionario, criticado en los últimos días por mostrarse distendido jugando al golf, insiste en que él ya advirtió lo que podía suceder, presentó planes para resolver el problema y nadie lo escuchó».
Asimismo, «también el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se convirtió en una pieza clave del equipo de Cristina y mostró diferencias de criterio con De Vido. Pese a que ambos se mostraron con agendas compartidas, recorrieron las instalaciones de Atucha II y supervisaron el funcionamiento del call center dispuesto para recibir reclamos por la falta de luz, las diferencias entre ambos funcionarios son conocidas por todos y quedaron expuestas en los primeros días del colapso. Fue cuando el jefe de los ministros habló de la posibilidad de cortes programados y De Vido lo desautorizó».
En La Nación, según Jorge Oviedo, «las fallas en la distribución esconden el problema de generación». El columnista busca quitar responsabilidad a los distribuidores privados y adjudicarlas al gobierno. Además, «Siguen los cortes de luz y la demanda exigirá más importaciones de energía», afirma el diario.
En sintonía con este panorama, Eduardo Aulicino habla de «Agotamiento K y pelea acelerada por el 2015». Allí dice que «la crisis de los cortes de luz, como unos días antes la sucesión de los conflictos policiales, provocaron algunos roces que se difunden: Carlos Zannini marcándole el terreno a Jorge Capitanich, o el cristinismo duro y funcionarios de Economía reeditando los ataques sobre Julio de Vido. Todo, mientras Cristina Fernández de Kirchner busca ensayar un esquema de gestión que la muestre por encima de los conflictos cotidianos, intento que en el vértigo de los problemas diarios proyecta una imagen presidencial más de ausencia que de poder».
En esa línea, según Carlos Pagni, de la nación «El kirchnerismo debe explicar el colapso energético, la aceleración de la inflación, el fracaso del cepo cambiario, las turbulencias de la seguridad, el conflicto sindical, los escándalos de corrupción, el ascenso de César Milani. Ha perdido un rasgo constitutivo: el espíritu de saga. Cristina Kirchner quedó a la defensiva».