El ex presidente sudafricano había sido hospitalizado ya en cuatro ocasiones desde diciembre del 2012, por causa de esa enfermedad pulmonar que contrajo durante sus 27 años en las cárceles del régimen racista del «apartheid», que combatió durante casi siete décadas.
Con pesadumbre, el país y el mundo esperaba la noticia de la muerte del hombre que trajo la democracia multirracial e hizo posible con su liderazgo la convivencia pacífica de blancos y negros.
Mandela había pasado sus últimos días junto a su familia, precisamente cuando se cumplían 49 años después de que un tribunal del «apartheid» lo condenara a cadena perpetua por sus actividades en contra del sistema impuesto por la minoría blanca.
Mandela no participaba en actos públicos desde julio del año 2010, cuando asistió a la clausura del Mundial de Fútbol de Sudáfrica.
El pasado mes de marzo, el Gobierno divulgó un vídeo en el que se podía ver a un Mandela de expresión ausente, débil y desorientado, mientras recibía una visita de Zuma. El frágil aspecto entonces de quien ganara el Premio Nobel de la Paz en 1993 y su decaimiento por las últimas hospitalizaciones llevaron a muchos sudafricanos a pensar que había llegado su momento.
Pero la gratitud a Mandela es enorme entre sus compatriotas, como explicó en Johannesburgo la joven estudiante universitaria Thembi Sithole: «Fue un hombre bueno y nos cambió la vida a los negros».
A lo largo de su enfermedad se produjeron varios rumores sobre la muerte, casos que fueron desmentidos por el gobierno sudafricano que siempre catalogó de crítico, pero estable la situación del líder mundial.