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Por Germán Celesia / Dañar al gobierno nacional es uno de los objetivos estratégicos de las empresas periodísticas que dominan el espacio comunicacional. Y la búsqueda constante de elementos para deslegitimar la visión oficial sobre la gestión del gobierno nacional es uno de los instrumentos utilizados para ese fin. El más denso ideológicamente es el diario La Nación, que casi diario dedica editoriales y columnas de opinión a ese fin.
Hoy el diario de las familias Mitre-Saguier, en una nota firmada por Agustín Monteverde y Pablo Souoto, hace un nuevo llamado al “ajuste” en una nota titulada: “El despilfarro fiscal, debilidad del BCRA”. Al final de la nota se niega incluso la existencia del proceso de crecimiento económico, el más exitoso en términos macroeconómicos desde que se registran estadísticas oficiales. “Los pesos sobreabundan, las divisas se esfuman. El salvavidas monetario, sin embargo, no ha logrado saciar la voracidad fiscal. La inflación acelera y la actividad sólo crece en la ficción del relato oficial. En el origen de todo permanece, inalterado, el despilfarro fiscal”, señalan los autores, aludiendo al “relato” para negar la existencia de una realidad registrada no sólo por los organismos oficiales sino también por los internacionales e incluso las consultoras empresarias.
En un sentido similar puede leerse una columna de Carlos Pagni en la que habla de “complots útiles para encubrir fracasos”, donde los “complots” contra la política económica serían parte de la supuesta fantasía del relato oficial. Y desde la teoría política, el diario publica una disparatada columna de Mariano Grondona en la que acusa a Cristina Fernández de pretender ser “monarca” o “reina en lugar de presidenta”.
Una editorial del diario publicado ayer habla del “relato” en la esfera educativa. “Brasil jerarquiza su educación y la Argentina, el relato», se titula. “Mientras en el país vecino destinan a enseñanza y salud el ciento por ciento de las regalías petroleras, en el nuestro son enormes las deudas con esos dos sectores”, afirma, aunque en rigor se refiere a un proyecto que aún no se llevó a cabo. “Un ejemplo de cómo el relato kirchnerista ha ido tratando de justificar esos desaguisados lo dio el propio ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, cuando en junio pasado volvió a criticar las pruebas PISA, al expresar que ‛no es necesario saber cuán bien o mal nos va en educación, porque los caminos son más generosos y más amplios [que un ranking]′ o, más recientemente, cuando hizo recaer en la Revolución de Mayo la culpa de la crisis del sistema educativo en nuestro país”, asegura el artículo.
Fernando Laborda, también columnista de La Nación, habla en su un artículo de esta semana acerca de la serie de entrevistas a la Presidenta que emite la TV pública. “Cada respuesta presidencial pareció el intento de aportar un nuevo granito de arena a la construcción de un relato absolutamente parcial, asociado a una permanente vocación por victimizarse y encontrar en otros la culpa de los problemas que acosan a su gestión”, asegura. Para Laborda, el “El relato cristinista alcanzó su punto más alto cuando la Presidenta negó que hubiera un cepo cambiario”.
Hoy Clarín publica a su vez un artículo de Alcira Argumedo, dirigente del espacio político de Pino Solanas, titulada: “El relato populista no resiste la menor confrontación crítica”, donde hace un nuevo aporte en la construcción de un “contra-relato” al del oficialismo. Y: “El desendeudamiento, otro relato k”, se titula por su parte una nota de Jorge Lanata publicada el 31 de agosto.
Los ejemplos en el mismo sentido, abundan. En una nota de Alejandro Alfie publicada el 24 de septiembre, el diario afirma: “En 2014, publicitar el relato K costará unos 3 millones por día”. El artículo se refiere en especial al programa “futbol para todos”, cuya creación significó la caída de un negocio muy rentable nada menos que para el Grupo Clarín, coautor del contra-relato opositor.