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Una década después, Cristina retomó ante la 68º Asamblea el debate sobre las políticas de los organismos multilaterales de crédito y expresó el agobio de la deuda externa para los países en vías de desarrollo. Éste y otros ejes son claves en cada discurso de la mandataria, como la Cuestión Malvinas, la defensa de los Derechos Humanos y la búsqueda de la paz en los tantos conflictos que atraviesan al mundo.
En lo que hace al discurso del ex presidente Néstor Kirchner ante el plenario de la 58ª Asamblea General de la ONU, reiteró aquella vez la reivindicación argentina de la soberanía sobre las Islas Malvinas y destacó el compromiso de su gobierno con la defensa de los derechos humanos, presentándose como parte de la generación de «hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo».
Por otra parte, ante la descarnada situación social de los países «agobiados por la deuda», entre los cuales se encontraba en aquel momento la Argentina, Kirchner afirmó que la prioridad de los líderes del mundo «debe lograr que la globalización opere para todos y no para unos pocos» y entendió que «proveer a mejorar el desarrollo de los países periféricos no debe ser ya sólo una cuestión de sensibilidad social de los países centrales sino que es, además, una cuestión que atañe a su propia seguridad».
«Hambre, analfabetismo, exclusión, ignorancia, son algunos de los presupuestos básicos donde se generan las condiciones para la proliferación del terrorismo internacional o la aparición de violentos y masivos procesos de auténticas migraciones nacionales, con su consecuente impacto cultural, social y económico y su correlato inevitable: la afectación del valor seguridad para los ciudadanos de los países centrales», señaló en uno de los párrafos sobresalientes del discurso.
En ese camino de integración económica y multilateralidad, Kirchner planteó la necesidad de «construir instituciones mundiales y asociaciones efectivas, en el marco de un comercio justo y abierto, además de fortalecer el apoyo para el desarrollo de los postergados».
En este contexto, subrayó que «la relación de países como la Argentina y otros en el mundo, está signada por la existencia de una aplastante y gigantesca deuda, tanto con organismos multilaterales de crédito como con acreedores privados».
Kirchner reconoció en 2003 que el país había tomado un rumbo equivocado en el pasado al «adoptar políticas ajenas para llegar a tal punto de endeudamiento», pero reclamó que también «asuman su cuota de responsabilidad» los organismos internacionales que al imponer esas políticas «contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda».
El mandatario reclamó ayuda internacional «concreta» para permitir «la reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de pago».
«Sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable», con acceso a los mercados y crecimiento de sus exportaciones «el pago de la deuda se torna una verdadera quimera», agregó.
En cuando al rediseño de los organismos de crédito, el jefe del Estado señaló que se deben cambiar los paradigmas, «de modo que el éxito o fracaso de las políticas económicas se mida en términos de éxito o fracaso en la lucha por su crecimiento, la equidad distributiva, la lucha contra la pobreza y el mantenimiento de niveles adecuados de empleo».