Andrea Migone vive con su pequeño hermano Thiago y su abuela, Anabella Carone. Es la hija de Daniel Migone, de 38 años, quien apareció muerto el 10 de noviembre de 2005 en un calabozo de la comisaría Novena de La Plata, donde la Bonaerense trató de hacerlo pasar como un suicidio.
A medida que se acerca el final del juicio en el del Tribunal Oral Criminal 4 de La Plata, por tortura seguida de muerte, las esperanzas de los familiares de obtener una condena ejemplar crecen. Los acusados son los ex policías Luis Díaz Zapata, Daniel Guillermo Espósito, Carlos Ariel Tolosa, Marcelo Fabián Falcón y María Valeria Maciel.
“Tengo muchas expectativas personales en este juicio. Quiero que les den perpetua a todos los imputados, para que se sepa cómo actúa la Policía Bonaerense puertas para adentro”, dijo Andrea en diálogo con AgePeBA y describió a su padre como “una persona honesta y trabajadora”.
Daniel llegó a la Novena detenido por supuesto robo de estéreos, pero su hija asegura que esa versión “es totalmente inverosímil”.
“El sueldo de él superaba los 6 mil pesos en esa época, teníamos obra social todos. No creo que mi papá haya salido a robar un estéreo. Escuchar eso me hace sentir muy mal. Él trabajaba todos los días para nosotros dos”, afirmó Andrea haciendo referencia a su hermano Thiago.
Este miércoles declaró el último de los testigos del debate oral. Se trata de una persona que presenció las actuaciones en el supuesto robo a un auto, que se le quiso imputar a Migone. Para el viernes se espera que preste testimonio el ex policía Tolosa y luego el Tribunal fijará el día y horario en que comenzarán los alegatos.
Esta semana también se realizó una inspección ocular en la Novena y se recreó el momento en que, según el testimonio de varios detenidos y personas que estaban en el hall de la seccional, Daniel Migone pateó la puerta reclamando que lo liberaran porque le estaban “armando una causa”.
En ese sentido, el abogado que representa a la familia, Fabio Villaruel, de la Asociación Miguel Bru, precisó a esta agencia algunos de los detalles relevantes de la reconstrucción.
“Llevamos un par de borceguíes y pateamos las puertas del calabozo. Pudimos comprobar que realmente se escuchaban los sonidos de las patadas. Se escuchaban incluso desde 40 cm afuera de la dependencia y dentro de la comisaría en todos los rincones”, explicó el letrado.