El papa Francisco encabezaba esta mañana en el Vaticano la misa de inicio de su pontificado, ante arzobispos y obispos, jefes de Estado y representantes oficiales de más de 132 países.
A la entrada de la Basílica de San Pedro y a la izquierda estaban ubicados los arzobispos y obispos, y las delegaciones de otras iglesias y confesiones cristianas, mientras que a la derecha, los enviados de distintos países, entre ellos la presidenta Cristina Fernández.
Tras recorrer la Plaza San Pedro en un sencillo papamóvil descubierto y detenerse en una oportunidad para saludar a una persona enferma que se encontraba entre los miles de fieles que se acercaron al Vaticano, se inició la ceremonia ritual en la Basílica de San Pedro.
Poco más tarde, el Sumo Pontífice, en procesión, subió a la basílica para salir a la Plaza de San Pedro, donde el cardenal protodiácono, Jean Louis Tauran, le colocó el palio y el decano, Angelo Sodano, le entregó el anillo del Pescador que, como signo de austeridad, Francisco dispuso que sea de plata dorada, en lugar de una joya de oro.
Luego, el Papa Francisco comenzó la homilía de la misa de su pontificado, donde dijo que «el verdadero poder es el servicio» y, en particular, «especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños, el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo y el encarcelado». El Santo Padre afirmó que también él mismo, como nuevo pontífice, «debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe».
«Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos. He aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza», concluyó su mensaje, seguido por un impresionante silencio en la Plaza San Pedro y luego acompañado con un fuerte aplauso.
El papa exhortó a los fieles a no tener miedo de la bondad, de la ternura, que -dijo- «no es la virtud de los débiles sino más bien todo lo contrario, denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de amor».
La delegación argentina, encabezada por la Presidenta de la Nación, ocupa un lugar preferencial en la ceremonia de inicio del ministerio petrino de Francisco. Cristina Fernández aguardaba esta mañana en la plaza San Pedro del Vaticano, acompañadad por el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, al canciller Héctor Timerman y al titular de la Unión Industrial Argentina, José de Mendiguren, entre otros.
También participaban de la misa inaugural delegaciones de otras religiones y una multitud de fieles católicos, en la jornada inicial del ministerio petrino a cargo de Francisco, el primer Papa de América Latina y jesuita.