Por Ariel Spini | “Nos quisimos tanto…”, parecen decir las miradas de Diego Cagna y Román Martínez. Sin embargo, de ese amor que surgió hace algún tiempo atrás, cuando ambos se encontraban en Tigre, ya no queda nada. Cuando el entrenador arribó a Estudiantes de La Plata, pidió al creativo que pretendían los Cinco Grandes nacionales y también clubes de Europa. La dirigencia Pincha hizo un esfuerzo y se quedó con la estrella del mercado de pases invernal.
Los primeros seis meses fueron felices. El pasado los volvía a unir con una sonrisa en sus rostros y, a pesar de la dureza del certamen, el equipo logró acabar noveno con record positivo de victorias. Todo apuntaba a que con una buena pretemporada y con Duván Zapata en óptimas condiciones físicas, el León sería un hueso duro de roer.
Pero cuando todo era júbilo, se dio lo que nadie esperaba. A días de arrancar la competencia oficial por el Torneo Final – Copa Juana Azurduy, el entrenador en jefe decidió relegar a Román al equipo de suplentes. Después de usarlo como creador del juego durante seis meses y durante todo el trabajo previo al certamen, optaba por prescindir de sus servicios. El resultado sólo podía ser uno y fue el que vivió Estudiantes en las primeras dos fechas.
El equipo no contó con una persona capaz de encargarse de la transición defensiva a la ofensiva, tanto Gastón Fernández como Duván Zapata debieron esforzarse el triple para autogenerarse situaciones de peligro. La distancia entre el mediocampo y los delanteros se volvió más grande a cada minuto que transcurrían los partidos. Si bien la medular Albirroja cuenta con jugadores importantes para el fútbol nacional, no posee a nadie que sea capaz de manejar los tiempos y espacios –en realidad si lo posee, pero estuvo sentado en el banco de relevos.
Los encargados de hacer que su ausencia no se note fueron Marcos Gelabert y Leandro Benítez. Los dos experimentados se pararon a la par de Rodrigo Braña para ser los ejes del equipo, pero sus actuaciones no estuvieron a la altura de un club que quiere regresar a los primeros escalones de la elite. A lo largo de los 180 minutos de juego el León no fue capaz de dominar a su rival, de hilvanar jugadas colectivas y esperó que desde algún pelotazo defensivo sus delanteros pudieran generar algún peligro.
La respuesta a los problemas Pinchas tiene nombre y apellido: Román Martínez. El volante que creció futbolísticamente en Deportivo Morón es uno de los pocos jugadores pensantes que hay en el fútbol argentino, esos que realizan la pausa justa en el momento adecuado para limpiar el juego y generar situaciones de gol.
El regreso del Flaco depende de una sola persona, de Diego Cagna. Estudiantes, sus compañeros y el fútbol necesitan que el amor entre el entrenador y el jugador resurja de las cenizas para volver a ver a uno de los llamados “distintos” pisar el verde césped de los campos argentinos.