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Por Mariana Dufour / “Desde mi condición de sobreviviente de abuso sexual infantil, me veo en el compromiso de trabajar para aportar hacia la visibilización de esta temática, de este delito particularmente grave, ninguneado y escamoteado por lo revulsivo que resulta” inicia Cuattromo esta entrevista realizada en Villa Gesell, que busca alentar la organización de las víctimas y sus protectores para “dar pelea” en pos de producir un cambio político y social que termine con este flagelo.
Cuattromo posee una larga experiencia de lucha en el ámbito judicial por el abuso sexual que sufrió en su infancia en el Colegio Marianista porteño. Su lucha, en unión con otras víctimas, logró que el 25 de septiembre de 2012, su agresor, el ex maestro y religioso Fernando Enrique Picciochi, fuera condenado a doce años de prisión. “Ahora, en la ciudad de Buenos Aires, otros sobrevivientes adultos y mamás proyectoras estamos agrupándonos para hacer un aporte colectivo”, contó. Esta unión busca la sensibilización de la comunidad y de las autoridades hacia este tema.
Sin embargo, para el referente de la lucha contra el abuso infantil, “hay una mora grande entre ciertos avances colectivos y cómo toman nota de eso las instituciones, los poderes del Estado y los poderes fácticos como las jerarquías católicos”. Ésta última “tiene una gran deuda con la sociedad en la que actúa, seamos o no creyentes. En mi caso – explicó – tuve que luchar contra una seria pretensión de silenciamiento por parte de la congregación católica, propietaria y directora del colegio”.
Recién diez años después de ocurridos los hechos de abuso, las víctimas del instituto marianista lograron significar su vivencia, es decir, “ponerla en palabras”. Ante el planteo de llevar el tema a la Justicia, las autoridades les propusieron “una suerte de pretendida reparación económica” a condición de que no presentaran la denuncia. “O sea, dinero a cambio de silencio. ¡Inaceptable!”.
Ley de Educación Sexual Integral
Según explica Cuattromo, “son enormes las dificultades que aún hoy tiene la jerarquía católica y ciertos grupos de para abordar cuestiones relacionadas con la sexualidad”. Por eso, el objetivo de su labor es claro: que la sociedad tome conciencia de la importante herramienta con la que cuenta la educación argentina para prevenir esta aberración: la Ley de Educación Sexual Integral aprobada en 2006.
“Una ley que cuesta muchísimo implementar, en especial, en las escuelas privadas porque es boicoteada por las jerarquías católicas. Éstas pretenden desarrollar paradigmas propios de educación sexual que contradicen la letra y el espíritu de la norma”, explicó y advirtió que no se debe olvidar ni menospreciar el rol de la Iglesia ya que “posee una presencia significativa dentro del sistema educativo nacional: en la ciudad de Buenos Aires, la matrícula de las escuelas privadas asciende al 50%”.
Como es de suponer, aquí entran a batallar cuestiones relacionadas, también, con la voluntad política: “Esta ley no figura entre las prioridades políticas del gobierno porteño” adviertió Cuattromo y calificó a la gestión de Mauricio Macri en la CABA como la de “un gobierno que no tiene voluntad política en implementar las leyes de protección del niño. Lo que sucede en la ciudad es que la escuela privada se auto gobierna. Hay una Dirección de Gestión Privada que, en vez de funcionar como un organismo de control y fiscalización, defiende los derechos sectoriales ante el poder público. O sea, incumplir esta ley les sale gratis”.
El abandono de las victimas sobrevivientes
Las dificultades que Cuattromo debió sortear para lograr justicia fueron afrontadas en soledad. Ante la consulta sobre si hay alguna manera de rectificar este abandono al que se ve sometida la víctima, la razón de hacer pública su lucha y su padecimiento se hace evidente: “A eso queremos contribuir con este grupo de víctimas y madres protectoras, porque cuando se recurre al poder judicial en busca de justicia y protección, lo que predomina es una re victimización hacia las víctimas que terminan sufriendo nuevos daños. Así, la lucha se transforma en una suerte de calvario”.
Sin embargo, el joven aclaró que “a nivel social, se van dando cambios de toma de conciencia, de exigencia de mayores derechos. La temática se vincula con las cuestiones de género, las luchas de los movimientos por la libertad sexual y, en ese sentido, hay una cierta democratización que genera avances colectivos”.
Pero esta conciencia colectiva aún no está lo suficientemente madura y trabajada como para generar cambios hacia las jerarquías institucionales. “La misma realidad regional puede dar cuenta de eso muy bien”. La realidad a la que refiriere, contempla, entre otras cosas, las denuncias de abuso sexual realizadas por padres de alumnos del colegio Anna Böttger de Villa Gesell, donde habría más de seis personas involucradas. A esto se suma la reciente denuncia realizada por la jueza de Paz, Graciela Jofre, quien aseveró que “en Villa Gesell hay explotación sexual de niños”, y la incansable labor que realiza la ONG Fulanas y Fulanitas en pos de los derechos de la mujer y los niños.
“La organización de las víctimas es fundamental”.
Cuattromo señala vastas generaciones de argentinos “hemos sido educados en un sistema machista y patriarcal”. Por eso, trabajar estos temas desde una perspectiva educativa “es fundamental. Empoderar a nuestras niñas, niños y adolescentes requiere de un cambio social y cultural”.
Según Cuattromo, “ante un panorama tan duro, lo que puede ayudar es la organización de quienes sufren esta situación. Hablamos de niños, por lo tanto, apelamos a los adultos. Esto puede parecer muy poco pero es un gran paso en la dirección de un cambio. En las victimas priman la soledad, el desconocimiento y la desconexión. Es necesario que tomen una actitud activa y pública que les permita enfrentar los prejuicios colectivos que intimidan y paralizan. Este paso es indispensable”.
En tanto, remarca que esta decisión “no tiene por qué ser un mandato de heroicidad”. Pero es importante entender que “hay un espacio que si no lo ocupamos va a quedar bacante. Tenemos el ejemplo de Madres y Abuelas”.
Sin dudas, el abuso sexual infantil es una cuestión “que interpela a jueces, fiscales, asistentes sociales, abogados, educadores, comunicadores sociales. Son múltiples los actores que pueden organizarse para motorizar esta voluntad de cambio”. Por eso, “el mensaje que quiero compartir es de aliento. A pesar de tanto padecimiento, se van dando cambios alentadores. Las luchas no están condenadas el fracaso pero requieren de paciencia, inteligencia, persistencia, compromiso y participación. El tema lo amerita y vale la pena”.