Cualquiera sea el resultado deberán cargar con la felicidad o tristeza de un amistoso veraniego generado para aumentar las recaudaciones y no para otorgarle consagraciones a las instituciones.
Ambos conjuntos llegan al duelo con más similitudes que diferencias a pesar de estar parados en distintas veredas. Los dos arrastran malas campañas basadas en las defectuosas decisiones dirigenciales. Uno, con el pensamiento capitalista de un empresario y no de un presidente de un club deportivo, mantuvo como entrenador a un hombre rechazado por jugadores e hinchas para no sufrir grandes gastos al anular el contrato. El otro, con más cobardía que inteligencia, se aprovechó de un ídolo en el peor momento del club y cuando no le sirvió más lo tiró a la basura.
El empresario Daniel Angelici demuestra cada vez más ser un brazo político de Mauricio Macri y respondiendo a todas las necesidades del Jefe de Gobierno porteño contrató a Carlos Bianchi. El otro, Daniel Pasarella, olvidó todas las diferencias y enfrentamientos para traer nuevamente a casa al Pelado Ramón Díaz. Desde la Ribera y desde Núñez buscaron apoyos en viejas glorias para regresar a los primeros escalones del fútbol argentino.
Aquellos cuerpos técnicos que le otorgaron las últimas alegrías al Xeneixe y al Millonario se verán las caras el sábado en el primer Superclásico amistoso de la temporada. A pesar de ser un encuentro de preparación, tanto el ganador o el perdedor y más si hay empate, serán víctimas de las críticas despiadadas que utilizarán 90 minutos de fútbol para hacer una proyección de lo que puede o no ser el semestre.
La verdadera poca importancia del desarrollo del encuentro no se notará al finalizar el mismo; y cuando junio llegue y con el arriben las definiciones de la Copa Libertadores, Torneo Final y Copa Argentina, este Superclásico no será ni siquiera una anécdota futbolística.
La imperante necesidad de sacar conclusiones antes de tiempo abunda en el fútbol argentino: hinchas, dirigentes, jugadores y periodistas son culpables de ello y el Superclásico de verano no quedará marginado de la realidad. El sólo hecho de enfrentar a Boca y River –hasta en las divisiones inferiores- genera páginas y páginas de “profundo análisis”.
Este sábado, el amistoso para algunos será tomado como una final por una consagración que dormirá en las vitrinas de los clubes más grandes del país y no como el partido de preparación que sí será.