Por Ariel Spini | Una noche histórica tenía por delante Tigre. Por primera vez cumpliría con una final de un certamen internacional. Luego de los noventa minutos disputados en la Bombonera, viajó a Brasil para acabar con la serie ante Sao Paulo. Con el encuentro preparado, analizado y estudiado hasta el más mínimo detalle, arribó el Matador a suelo Carioca. Una vez instalado en el país vecino comenzaron una catarata de inconvenientes que derivaron en un hecho inédito en el fútbol mundial.
El primero de todos los problemas que perseguirían al representante argentino tuvo lugar el martes. Cuando el equipo de Néstor Gorosito debía reconocer el suelo del Morumbi se les negó con varias excusas. Desde la cercanía del show de Madonna, a los nuevos paneles de césped y a la falta de seguridad para que el plantel pruebe en solitario el lugar donde disputaría la final, las piedras en el camino aparecieron y seguirían presentándose.
Ya en el día clave, los jugadores del Norte de Buenos Aires fueron provocados por la seguridad del club brasileño para evitar la entrada de calor, nuevamente en el suelo del Morumbi. Una vez que los futbolistas lograron realizarla, fueron empujados para abandonar la misma y esta vez a la “seguridad” privada se le sumaron representantes de la CONMEBOL. A pesar de todos los disgustos, Tigre fue a buscar una victoria en los últimos noventa minutos.
Cuando la historia estaba cuesta arriba para el Matador –perdía por dos goles y apenas restaban 45 minutos de juego-, comenzó lo inesperado. En el ingreso de los jugadores al vestuario visitante apareció la seguridad privada del club, la misma quien ya había maltratado a los argentinos y comenzó a agredir a los futbolistas. Todo el plantel fue victima de botellazos, palazos, golpes con fierros, hasta amenazados con un arma de fuego. Producto del accionar de los encargados de la seguridad del evento, Damián Albil, Martín Galmarini, Matías Escobar, Rubén Botta, Lucas Orbán, entre otros acabaron con heridas que hasta necesitaron puntos de sutura. Como si la agresión fuese poca, la policía brasileña ingreso para continuar reprimiendo a los muchachos de Néstor Gorosito que sólo atinaron a cubrirse.
Una vez que desaparecieron los violentos, el equipo argentino decidió no salir a disputar la segunda etapa por considerar que no estaban dadas las condiciones para hacerlo. Con el apoyo del presidente de la institución, Sergio Massa, quedaron resguardados mientras en el campo de juego el patético Enrique Osses daba por terminado el partido. Sao Pualo se consagró campeón gracias a las acciones de sus propios empleados; no de futbolistas sino de custodios que arremetieron contra Tigre.
Una noche que debía ser histórica para el Matador por disputar una final, terminó siéndola por los inesperados hechos de violencia que se generaron. Los bonaerenses viajaron acompañados del cónsul Agustín Molina Arambarri a efectuar la denuncia y ahora deben aguardar por la intermediación de la CONMEBOL y la Asociación del Fútbol Argentino para conocer la resolución de los hechos acontecidos en los pasillos del Morumbi.