En la primera audiencia del juicio que comenzó en los Tribunales de Junín uno de los testimonios clave fue el de Santos, un primo y compañero de colegio de Tomás Santillán. Este declaró que Adalberto Cuello merodeaba la escuela a la que concurrían y los habría amenazado antes del hecho.
El testimonio del menor coincidió con los de la madre y la tía de la víctima, quienes afirmaron haber visto por la zona la camioneta de color blanco que conducía el padrastro de Tomás.
Al salir de los tribunales, el abogado de la familia, Carlos Torrens, aseguró a la prensa que el imputado «se encargó de que Tomás le tuviera miedo» y que «sabía lo que hacía y cómo lo hacía».
No obstante, aclaró que el “el miedo es uno de los perfiles” y que “aún faltan muchas pruebas y testigos” para terminar condenando a Cuello por el asesinato de Tomás.
Torrens también sostuvo que está «fuera de duda que hay imputabilidad en el hecho», ya que el acusado «venía haciendo un seguimiento de Tomás y de su primito».
Por su parte, el fiscal Javier Ochoaizpuro conisderó que la declaración del menor «fue muy contundente porque lo que pudo manifestar» coincidió con otros testimonios que señalaban que Tomás le tenía miedo a Cuello.
«Ratifican la opinión que tengo y lo que hay acreditado en la causa», señaló el fiscal al reiterar que «hay elementos suficientes» contra el padrastro de Tomás.
El niño de 9 años desapareció el 15 de noviembre de 2011, después de salir de la escuela a la que asistía. Su cuerpo fue encontrado dos días después en las afueras de la ciudad, con evidencias de haber recibido golpes contundentes en la cabeza, la espalda y las extremidades.
La investigación se centró en Cuello, quien se había separado de la madre de Tomás pocos meses antes. Uno de los principales elementos que los incriminan es una pala que utilizaba para trabajar, hallada cerca de la escena del crimen. Esa herramienta habría sido utilizada para ocasionar los golpes que le provocaron la muerte al niño.